mayo 06, 2021

Ante tanta violencia

¿Dónde están los teólogos?

Milton Acosta, PhD

Cuando el pueblo de Israel se sumió en una prolongada espiral de violencia durante el período de los jueces, Dios le envió su palabra. Pero Israel respondió, “no, gracias.” Dijeron que ellos querían ser como las demás naciones, constituidas sobre tres pilares familiares: religión, rey y ejército. Esta forma de concebir la sociedad es tan antigua como actual. Es la “conciencia del poder establecido” que practicaban también los egipcios, donde “el poder militar, la autoridad del templo y el poder del rey coinciden para gobernar y sostener el (supuesto) buen orden de la sociedad. Aquí, la violencia organizada, la riqueza, la ley y la religión se apoyan mutuamente de modo que no quede otra alternativa a la forma actual de las cosas.”[1]

La palabra que Dios le envió a Israel para salir de la violenta crisis en la que estaban sumidos vino por boca del profeta Samuel. El primer gran acto profético de Samuel fue denunciar la corrupción de los líderes religiosos y políticos del momento, el sacerdote Elí y sus hijos (1S 3). El segundo gran acto profético de Samuel fue denunciar la corrupción teológica evidenciada en la peligrosa fuente de seguridad representada por la mezcla de religión y ejército (1S caps. 4-6). Y el tercer gran acto profético de Samuel fue denunciar el alto precio en impuestos asfixiantes que Israel estuvo dispuesto a pagar con tal de tener seguridad monárquica (1S caps. 8 y 12). Samuel les advierte de la violencia y abusos de las instituciones, pero ellos responden que no les importaba, que gracias, que sarna con gusto no pica y si pica no mortifica.

La palabra profética de Samuel no viene en forma de oráculos, sino en relatos y diálogos. La descripción que hace Samuel de su honestidad como líder político y religioso (1S 12:3) es a su vez una denuncia hacia atrás (contra Elí y sus hijos) y hacia adelante (contra la monarquía, pero especialmente contra Salomón; 1 S 8:10-18).

Es claro en estos textos que la forma de entender la religión tiene una incidencia directa en la forma de concebir el estado y viceversa. El pueblo de Israel estuvo dispuesto a vivir bajo el yugo de altos impuestos para sostener al gobierno y su ejército por la convicción cultural de que así serían una nación respetable y que allí estaba su seguridad.

Las palabras de Samuel se cumplieron de varias maneras. El texto bíblico denuncia el abuso del poder, evidenciado repetidas veces y de varias formas en los gobiernos de Saúl, David y Salomón (los tres primeros mesías de Israel). En casi todos tres se unen religión, rey y ejército para cometer toda suerte de abusos. Saúl proscribe la brujería, pero mantiene su bruja privada y regala tierras a los militares para comprar su lealtad; David se aprovecha de su condición de rey para abusar sexualmente de una mujer, luego se confabula con el ejército para matar a su marido, un soldado, ¡aprovechándose de la lealtad del tipo a Dios, al rey y al ejército!

Salomón hizo hasta para vender; su hijo Roboán quiso vender más, pero no pudo. El resultado de los impuestos asfixiantes y de la desigualdad económica y social fue la polarización y subsecuente división del reino fundado por David su padre. Roboán no escuchó el clamor del pueblo para que bajara los impuestos a los pobres y creara una sociedad más justa. Roboán terminó perdiendo  hacha, calabaza y miel. Y Jeroboán, el nuevo mesías, que se presentó como la alternativa a los impuestos asfixiantes, a la postre demostró que la esencia de su pensamiento político era la misma, ejército, religión y rey (1 R 12). ¡Cómo enredan estos nombres!

Israel no podía decir que no hubo profetas o que Dios los había abandonado. Más bien, cuando los profetas hablaron no los escucharon. Así, el testimonio de las Escrituras no es apenas de lo que dijeron profetas y profetisas, sino de que no les prestaron atención. Igual aquí, los teólogos evangélicos latinoamericanos llevan 50 años hablando de la importancia de la misión integral, la justicia social y el cuidado de la creación. ¿Alguien los conoce y sabe qué han dicho?

El ejemplo de Samuel demuestra que la fe tiene todo que ver con asuntos sociales, políticos y económicos. Es decir, Samuel demuestra una forma de practicar la fe contraria a la mentalidad egipcia y al dualismo según el cual la fe es asunto privado o arma que se esgrime ocasionalmente para defender derechos malentendidos como puramente religiosos.

Para Samuel la seguridad de un pueblo se fundamenta en la justicia social. Esta se manifiesta en los gobernantes que no usan el poder para enriquecerse ni para extraer lo mejor de la juventud y de la tierra a fin de mantener costosos ejércitos, aparatos gubernamentales y templos suntuosos. Pero, si Samuel no convenció a nadie, qué puede esperar uno. Lo triste es que la palabra de Samuel se cumplió en los dos estados que resultaron del cisma político, perecieron con todo y su rey, su ejército y su religión (2R 17; 2R 25). La idea no es “apaga y vámonos”, sino “prende y lee”.©2021Milton Acosta



[1]Paul Tyson, “Towards a Response to Global Financial Idolatry”, en God at the Borders: Globalization, Migration and Diaspora (Manila: OMF Literature, 2015). Énfasis en el original.