diciembre 18, 2010

Reflexión Navideña 2010-2

Innundaciones en Colombia
¿Quién tuvo la culpa?
Milton Acosta, PhD

 He escuchado tres interpretaciones de las inundaciones en Colombia y de los daños que han causado: primero, que es castigo divino; segundo, que es producto de la corrupción del gobierno; y tercero, que es por no saber convivir con la naturaleza. Reflexionemos en las tres.
1. Es común que en la Biblia el desastre se interprete como acción divina que busca la conversión de quienes no escuchan la voz de Dios. Los desastres y las calamidades en la mayoría de los casos son oportunidades para el arrepentimiento. El sacudón trágico viene como último recurso divino después de muchas advertencias. El problema en Colombia es que tenemos tantos desastres que cualquier predicador de mal agüero que anuncie desastres, termina acertando bien pronto.
2. Un columnista del diario medellinense “El Colombiano” dice que no se puede interpretar estos desastres como castigo divino; además de que no es cierto, tal lectura hace que los culpables eludan sus responsabilidades. Es decir, si se hace un dique, hay que hacerle mantenimiento; si se hace una carretera en la falda de la montaña, hay que dialogar con la montaña; como a novia caprichosa, a la cordillera hay que preguntarle con frecuencia cómo quiere que la traten.
3. Por último, científicos colombianos dicen que hay inundaciones en las zonas de inundación porque son naturalmente eso, zonas de inundación. En Colombia hay muchas zonas bajas que se han inundado por siglos. No son zonas aptas para la vivienda permanente. Esas aguas deben quedarse allí para cuando venga la sequía, y se deben aprovechar; en otras palabras, la tragedia es que se sequen. Quienes quieran vivir allí tienen que construir viviendas propias del agua, tipo palafitos. No existe otra alternativa mientras no aprendamos de los holandeses a convivir con el agua.
Cualquiera que sea “la mejor explicación”, de muy poco le servirá a quien está con el agua al cuello. La gente termina viviendo donde puede y como puede. Cuesta creer que Dios siempre castigue a los mismos cada cierto número de años. En nada consuela a quien todo lo perdió saber que votó mal o que sus gobernantes le han quedado mal. Tampoco le devolverá nada al damnificado entender los ciclos de la naturaleza. Ahora tres reflexiones para corto, mediano y largo plazo.
1. Escuchemos a los científicos y aprendamos a votar. Se necesitan políticas nacionales territoriales y de vivienda que vayan más allá de los intereses politiqueros de los candidatos y los gobernantes de turno. Mientras los electores no pensemos más allá del beneficio personal inmediato, estamos condenados, como país, a vivir de escándalo en escándalo y de tragedia en tragedia. Si no hay una debida interacción con la naturaleza es porque alguien dejó de cumplir con su trabajo o se embolsilló los recursos que hubieran evitado el desastre. Pero, si se culpa a los funcionarios, también se debe culpar a quienes los eligieron. Es decir, tanto el político corrupto como quien lo elige deben sufrir de insomnio, ataques de pánico, delirio de persecución y culpabilidad severa.
2. Cualquiera que sea la explicación de lo ocurrido, la gente que está sufriendo necesita de nuestra solidaridad ya. El ejemplo nos lo da Dios mismo. La Biblia dice que “Dios muestra su amor para con nosotros en que aun siendo pecadores, Cristo murió por nosotros.” El que se reconozcan las culpas no es excusa ni razón para endurecer el corazón. Dios sabe que somos culpables, pero nos ama. Dios sabe que hemos sido desobedientes, pero envió a su Hijo Jesús, precisamente porque no podíamos hacer nada por nosotros mismos para salvarnos de la condenación y la auto-destrucción.
3. Si la tragedia es castigo divino o no, no perdamos los colombianos la oportunidad para reflexionar en nuestros caminos, para volver a Dios, para venir por primera vez. Así como existe el castigo, también existen las pruebas. Éstas últimas nos enseñan a confiar en Dios. Quien está pisando tierra firme no piense que es menos pecador que quien está inundado. En la desgracia es probado el corazón de quien sufre y de quien ve su sufrimiento.
En Navidad celebramos que Dios se hizo hombre para darnos vida nueva, para liberarnos de los egoísmos y de toda forma de corrupción. Esta vez no le deseo una Feliz Navidad, sino que le haga feliz la Navidad a alguien. Tal vez así podamos todos algún día tener una Feliz Navidad.
©2010Milton Acosta

diciembre 09, 2010

Reflexión Navideña 2010-1


En esta Navidad ¡Vámonos pa' la finca!
Milton Acosta, PhD

Dos de las actividades favoritas de los colombianos en vacaciones son ir a una finca o ir a la playa. En la mayoría de los casos la decisión está determinada por el presupuesto y por los amigos. Si uno no vive cerca al mar y si no tiene amigos con finca, tiene que pensar en actividades menos favoritas. El consuelo del plan B es que “todo depende de la actitud y de la compañía”.
La finca es una de las metáforas favoritas en la Biblia para referirse a la humanidad y a Israel en especial (Dt 32:32); como Israel es tierra de viñedos, la finca es la viña. En la Biblia, la tierra no le pertenece a los gobernantes, como en Asiria y Babilonia, sino a Dios. Israel y la humanidad no son dueños de la tierra; la han recibido para labrarla y rendir cuentas a su propietario.1
Todo buen patrón invierte en su finca y la acondiciona con el fin de recibir fruto de ella. Tan importante es esto, que según una ley en Deuteronomio (20:6), quien acaba de plantar una viña está excento del servicio militar, lo cual entre plantar y cosechar significaba unos cinco años.2
Uno de los mensajeros que Dios mandó a la finca para recibir su parte del producto fue Isaías (cap. 5). Pero, Isaías se llevó una gran decepción; esperaba cosecha de uvas de calidad y lo que encontró fueron uvas silvestres, agrias, como para hacer vinagre, no vino. Isaías no fue por plata; se trataba de un fruto mejor, porque plata dan hasta los impíos más perversos para sentirse bien.
El fruto que Dios espera de su pueblo se resume en dos palabras: Justicia y rectitud. El mensajero de Dios encontró lo opuesto: ríos de sangre y gritos de angustia (Is 5:7b). La decisión de Dios es quitarle a esta finca su protección y especial cuidado; esta es una metáfora para el exilio.
Las injusticias que denunciaron Isaías y otros profetas tenían nombres y autores; son actividades comunes hoy en día: los acaparadores de casas y de tierras, los que se la pasan comiendo y bebiendo de banquete en banquete, los que se dedican al engaño y la maldad, los editores de la verdad, los que saben más que Dios, los que pagan y reciben sobornos para absolver al culpable y negarle los derechos al indefenso. Espero que usted no se encuentre en esta lista porque quienes practican estas cosas son los enemigos de Dios. Todo esto lo sabíamos antes de Wikileaks.
Jesús, como sabemos, fue a la playa y a la finca. Él fue enviado como último recurso cuando los encargados de la finca maltrataron y mataron a todos los mensajeros enviados a buscar el fruto. Cuando les contó esta misma parábola de Isaías a los dirigentes judíos de su época, obviamente se ofendieron (Marcos 12); y no era para menos pues la parábola termina diciendo que la finca le será entregada a otros ya que los primeros quisieron adueñarse de la finca y mataron al hijo único del patrón. Por eso aquello de que “los últimos serán los primeros y los primeros últimos”, el injerto de los gentiles en la vid, la limpieza del templo, y otra cantidad de hechos y palabras conexos.
Así entonces, la Navidad es un llamado a la práctica de la justicia, a darle a Dios el fruto que espera de su pueblo y de toda la humanidad. Es muy sencillo. Recibir a Jesús es practicar la justicia de su reino. Es bueno ser solidarios, dar regalos y alegrarse en Navidad, pero sería un grave error reducir el evangelio y la venida de Jesús a eso y a una fecha del año.
Yo no sé qué pensará Dios de la Navidad, pero es muy raro que en la celebración de un cumpleaños se olvide que la persona no se quedó siendo un bebé toda la vida, sino que creció, tuvo una vida y una muerte. “Para eso es Semana Santa”, dirá usted. Es cierto; pero lo que ocurre en la realidad es que nos quedamos con un Jesús que salta de la cuna a la cruz y nunca va a la finca.
Yo soy la vid.” “Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todo lo demas les será añadido.” Si va a una finca en esta Navidad, espero que encuentre mucho fruto, especialmente si es su finca. Quien busca el reino de Dios busca su justicia. La Navidad es salvación también en el sentido de ser liberación del egoísmo que nos impide dar fruto como individuos y como colectividad. Un país de cristianos es entonces sinónimo de un país donde se cosecha el fruto de la justicia. Así que en esta Na(vida)d, invitemos a Jesús también a la finca y entreguémosle nuestros frutos de justicia y rectitud. La finca es grande, hay trabajo para todos. ¡Anímese! ¡Vamos! ©2010Milton Acosta
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1Ronald Bergey, “The song of Moses (Deuteronomy 32.1-43) and Isaianic Prophecies: A case of early intertextuality?”
2David L. Baker, Tight fists or open hands?: wealth and poverty in Old testament law, 105-107.

noviembre 20, 2010

Ayunar o no Ayunar [3]

Un caso de incompatibilidad fundamental 

Milton Acosta, PhD
... Continuación
Para terminar la respuesta sobre el ayuno, Jesús utiliza un par de mini-parábolas: nadie echa vino nuevo en odres viejos, y nadie remienda ropa vieja con tela nueva. En ambos casos se hace un daño peor; el vino nuevo revienta los odres viejos y la tela nueva le hace un roto más grande si se le cose a la ropa vieja (Mt 9:16–17; Mc 2:21–22; Lc 5:36–38).
El libro de Job hace uso de estas imágenes: “ropa carcomida por la polilla”, “odre a punto de estallar” (Job 13:28; 32:19). La comparación es propia de épocas cuando la ropa era más escasa y de las culturas vinícolas, como lo ha sido todo el norte y oriente del Mediterráneo.
La mini-parábola del remiendo no tiene mucho sentido hoy porque la ropa rota está de moda; es hasta más cara que la que no está rota. Hay jeans de 2.000 dólares que vienen rotos de fábrica. En el internet (wikihow) se encuentran instrucciones de como romper los Jeans como lo hacen los profesionales de las grandes marcas. Obviamente que esta parábola se dice en un tiempo cuando los jeans no existían, cuando la ropa era escasa y cuando la ropa rota no estaba de moda. A muchos les resulta difícil imaginarse ese mundo.
La mini-parábola de los odres también es ajena para quienes no producimos vino. La idea es que en esa época el vino nuevo se echaba en recipientes nuevos hechos de cuero, de manera que en el proceso de añejamiento del vino, el odre se estira y da espacio a los gases que el vino produce. Una vez estirado ya no estira más; si se le echa vino nuevo, se rompe.
La esencia de las dos mini-parábolas es entonces la incompatibilidad entre algo nuevo y algo viejo; en este caso, entre las ideas de los judíos y las de Jesús con respecto al Mesías y reino de Dios. Lo viejo en este caso no es tanto la piedad de los judíos sino la relación de ésta con el momento histórico. La piedad es producto de una serie de creencias; a esas son a las que se refiere Jesús. Como lo dice la misma respuesta de Jesús, no se trata del abandono completo del ayuno,[1] si no de no haber reconocido al Mesías en Jesús.
La fe de los judíos no puede ser descalificada ni menospreciada. Nótese que el vestido viejo un día se lució como nuevo y estaba bien. El recipiente viejo un día también fue nuevo y sirvió para guardar vino. Lo que Jesús dice es que a partir de su venida la cosa será de otro modo.
Al principio de su respuesta (a quienes criticaron a los discípulos de Jesús por no ayunar, como los de Juan y los de los fariseos), Jesús dijo que cuando el novio está, estamos de fiesta; por lo tanto, nadie ayuna. El banquete de bodas se refiere a la restauración de Israel, cosa que todos los judíos esperaban. La presencia de Jesús es motivo de alegría para quienes lo reconocen como “el novio” (Jn 3:29); por eso no ayunan.
Así las cosas, la respuesta de Jesús termina siendo una crítica a sus críticos por no haber reconocido que él es el Mesías, quien ha venido a restaurar a Israel. Es decir, el que quiere ponerse a ayunar en ese momento es porque no ha entendido ni reconocido la magnitud de la obra que Dios está haciendo con Israel.
Con las dos mini-parábolas Jesús quiere hacer entender que con su venida hay un nuevo comienzo para Israel.[2] No está eliminando el ayuno de la piedad. De hecho, él mismo practicó el ayuno y también dio instrucciones de no hacer del ayuno un show.
[“Señor usuario, nos permitimos informarle que no va a poder seguir usando su teléfono CDMA porque esa tecnología va a ser reemplazada por una nueva, la GSM. ¿Y si compro la tarjeta SIM. “No se puede, son incompatibles.”] Como no lo podía aceptar; enojado me dirigí a las oficinas de la compañía de telefonía celular a pelear por mi teléfono viejo y... terminé comprando uno nuevo. En la revelación de Dios, Jesús es la nueva te(cn)ología. ¡Actualícese!  Fin ©2010Milton Acosta


[1]Robert H. Gundry, Matthew, Segunda ed. (Grand Rapids: Eerdmans, 1994), 171.
[2]James D. G. Dunn, Jesus remembered (Grand Rapids: Eerdmans, 2003), 442.

noviembre 13, 2010

Serie Jonás—Temporada 2010—“No sonreiré para esta foto”

Quinto y Último Episodio
¡Ay no te reconocía! ¡Cómo has cambiado!

Milton Acosta, PhD


Eso de que le digan a uno “¡no te reconocía!” y “¡cómo has cambiado!” siempre lo deja a uno pensativo; crea una incertidumbre ansiosa de un espejo, un metro y una báscula. ¿Qué me habrá querido decir? ¿Me veo mejor o peor? Haber uno cambiado a tal punto que no lo reconozcan es un acontecimiento realmente extraordinario. Es como si uno fuera otro. Es decir, esta persona que nos ha dicho tal cosa nos ve en la calle y no nos reconoce. Pero no se asuste, eso puede ser bueno.
Ya hemos visto el retrato de Jonás. La conclusión a la que llegamos es que quedó mal. Por momentos el profeta quiso mostrarnos su foto de perfil, intentó forzar una sonrisa, pero nada logró; a fin de cuentas la foto que ha quedado es aquella donde Jonás aparece muy malhumorado.
Después de mirar todo el álbum de Jonás, la pregunta que nos hacemos es esta, ¿Qué interés pudo haber tenido el escritor bíblico en mostrarnos a Jonás así, mal? A esto lo llaman en hermenéutica la intención del autor, por qué escribe el que escribe. Por mucho que los posmodernos pretendan sepultar al autor, ellos mismos escriben con un propósito y hasta se molestan cuando los interpretan mal.
Por momentos el autor de Jonás se parece a un paparazzi, esos que les toman fotos a los famosos en momentos íntimos y en situaciones vergonzosas o indignas de su investidura. Berlusconi los conoce bien.
Pero no puede ser. El paparazzi se lucra con su costosa cámara. Cuánto más famoso el objetivo de la lente y más vergonzosa la escena, más vale la foto. Jonás definitivamente no es un profeta famoso. Apenas si aparece citado en un versiculito por allá en el libro de Reyes. Ni se sabe quién es. ¿Qué paparazzi iba a tener interés en Jonás? ¿Quién iba a pagar nada por sus fotos? ¿Qué enemigo iba a querer ponerlo en la picota pública? No hay nada de eso. Del rey Salomón lo creería, ¿pero Jonás?
Con todo, o mejor dicho, con poco, Jonás figura entre los profetas. Por eso, y por obvias razones le preguntamos a Jonás, como le preguntó el capitán del barco, ¿Qué haces tú aquí con los profetas? Jonás parece estar en fuera de lugar donde él se mete y donde lo meten.
La razón por la que un profeta (casi) sin mensaje aparece junto con los profetas es que el mensaje del libro no está en lo que el profeta dice, sino en lo que hace. Pero, si lo que hace el profeta no es ejemplar, ¿el interés del autor es solamente el desprestigio, la ridiculización y la burla? No creo. No es el estilo de los buenos escritores, y menos de los bíblicos. Quizá haya otra alternativa.
Susan Garret ha hecho una interesante propuesta sobre los relatos de los discípulos de Jesús en Marcos; me parece de gran utilidad para leer libros como Jonás. En síntesis, Garret piensa que el propósito de Marcos al presentarnos a los discípulos como un problema (incrédulos, miedosos, ineptos, no entienden, estorban, fracasan) es para que luego nos llenemos de asombro y esperanza al verlos después de la resurrección: decididos, comprometidos, atrevidos, animados y animando a otros, llenos del Espíritu, exitosos en la misión.[1] Son irreconocibles. ¡Cómo han cambiado!
El autor de Jonás probablemente escribe como Marcos el evangelista, con esperanza. Con la esperanza que Jonás sea transformado, junto con el lector de su historia en la cual también el creyente se ve retratado. Por eso tal vez es que el libro termina con una pregunta que invita a Jonás y al lector a pensar: Piensa en tu actitud hacia tus enemigos; piensa en lo que Dios ha hecho contigo; piensa en tu falsa piedad; piensa en la misericordia de Dios contigo; piensa en lo que Dios ha hecho a pesar de tus imperfecciones; piensa en la misión de Dios. Es decir, cambia tu forma de pensar.
A los discípulos les importaba más lo que a Jesús le importaba menos; así fue Jonás. Y son tan ciegos a sus propios desatinos y conductas que se empecinan en defender enérgicamente sus equivocadas causas. Pero Dios es bueno y es paciente; les permitió no sonreír en una foto. Así, entonces, probablemente la diferencia entre Jonás y los discípulos es que estos últimos tuvieron el beneficio de la foto antes y después. De modo que si no te reconozco la próxima vez que te vea, dale gracias a Dios.
Fin de la Serie Jonás: “No sonreiré para esta foto”


[1]Susan Garrett, The temptations of Jesus in Mark's Gospel (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), esp. de la página 159 en adelante.

noviembre 06, 2010

Serie Jonás—Temporada 2010—“No sonreiré para esta foto”

Cuarto Episodio
Tienes ciento veinte mil seguidores 

Milton Acosta, PhD


Descartes, al igual que Platón, finalmente concluyó que Dios no puede engañar a nadie puesto que la voluntad de hacer tal cosa sería una señal de malicia o debilidad, lo cual Dios no tiene.[1] Pero hay gente que sí se engaña. Mr. Bean sale de su casa para meter por el buzón de la puerta de su propia casa tarjetas de Navidad que él mismo se ha escrito; luego al entrar de nuevo a su casa y encontrar las tarjetas, se sorprende, se emociona y se alegra porque alguien se ha acordado de él en Navidad.
Las redes sociales les sirven a muchas personas para engañarse con la idea de que tienen miles de amigos. Los buscan con lista en mano para añadirlos y luego mostrar a los demás cuán populares son.
A Jonás le pasaba exactamente lo opuesto. Resultó con ciento veinte mil seguidores que no quería y a quienes les predicó de mala gana. Jonás puso la peor cara, dijo unas cuantas palabras de juicio, y en un sólo día logró captar la atención de tal cantidad de personas que hubiera sido la envidia de Lady Gaga.
Jonás pareciera estar condenado a ser un predicador exitoso. Donde quiera que va, va dejando convertidos; cumple su misión sin culpa. Primero fueron los marineros del barco; ahora son los ninivitas. Los predicadores se esfuerzan por el contenido, la presentación, las ilustraciones, el tono de la voz, para que su mensaje sea claro, bíblico y contundente. Jonás predica a regañadientes y la gente se arrepiente.[2]
El mensaje del profeta Jonás fue el más corto que haya predicado profeta alguno en la Biblia: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida” (3:4); en hebreo son apenas cinco palabras (‘od ’arba‘im yom venineveh nehpaket). Más largo fue el edicto del rey donde ordena el ayuno y arrepentimiento de todo el mundo, por si de pronto Dios se compadecía de ellos. Y así fue (3:7–10).
La mejor noticia para los ninivitas es la peor noticia para Jonás: Dios no lleva a cabo la destrucción de Nínive. Jonás entonces le dice a Dios: “¡¿No te lo dije?! No ves que por eso es que yo no quería predicarles y salí huyendo para Tarsis. Yo sabía que tú eras un Dios bondadoso y compasivo” (4:1–2). Como quien dice, “a qué Dios en su sano juicio se le ocurre tener misericordia de gente tan mala. Dios debería tener compasión solamente de gente buena, como yo.” Jonás prefiere la muerte antes que tener que tolerar un Dios compasivo. En su arrebato de rabia habla como Condorito cuando le dijo al ladrón que lo amenazaba con un arma para robarlo: “Primero muerto antes que perder la vida.”
Hay gente que detesta el juicio de Dios; Jonás detesta su compasión; y se lo reclama cual marido herido de mujer infiel. Jonás no se da cuenta de la compasión de Dios con él porque está acostumbrado a ella; es lo normal. Lo absolutamente inaceptable para Jonás es que Dios perdone a los enemigos de Israel.
La reacción de Jonás es cómica y trágica.[3] Hay personajes bíblicos que en medio de sufrimiento extremo desearon no haber nacido. Pero se trataba de individuos rectos. Jonás pretende meterse en el pellejo de Job, pero quedó desfigurado como paciente operado de cirujano estético falso. Es decir, Jonás no tiene derecho ni a querer morirse.[4]
Pero lo bonito de esta historia es que Dios le tiene tanto cariño a Jonás que le sigue la corriente y hasta se pone a discutir con él para sacarlo de su engaño. Además, lo somete a un corto tratamiento de belleza espiritual que mezcla disfrute con incomodidad, para que Jonás piense. El tratamiento es de plantas, gusanos, viento y sol; algo así como vacaciones en Aruba, caída de la bolsa, desempleo y deudas. Todo para que Jonás piense y se dé cuenta de que él también existe por la gracia de Dios. La tarea de la predicación sirve además para que la gracia y el perdón de Dios no se conviertan en paisaje. Esto se lo mostró Dios a Jonás dándole ciento veinte mil seguidores que el profeta no quería.©2010Milton Acosta
Próximo episodio: ¡Ay no te reconocía! ¡Cómo has cambiado!



[1]André Gombay, Descartes, Blackwell Great Minds (Oxford: Blackwell, 2007), 71.
[2]Una exposición más detallada de este punto puede encontrarse en Milton Acosta, El humor en el Antiguo Testamento (Lima: Ediciones Puma, 2009), 204–06.
[3]Otros autores han reconocido lo mismo; p. ej. Vicente Mora, Jonás, Cuadernos Bíblicos (Navarra: Verbo Divino, 1981).
[4]J. R. C. Cousland, "Tobit: A comedy in error?," The Catholic Biblical Quarterly 65 (2003): 538.

octubre 30, 2010

Serie Jonás—Temporada 2010—“No sonreiré para esta foto”




Tercer Episodio: Una sonrisa sospechosa 
Milton Acosta, PhD


La frase más famosa de la filosofía es “Pienso luego existo” (latín: cogito ergo sum) de Descartes. La sonrisa más famosa del mundo es la de la Mona Lisa, de Da Vinci. La frase no tiene nada que ver con la sonrisa, pero ambas son “monumentos de nuestra cultura”; el cogito es “la Mona Lisa de la filosofía”.[1] Por eso pintor y filósofo han provocado incontables explicaciones, especulaciones y parodias. De la Mona Lisa se ha dicho que tiene un cierto guiño, que es un gay, que tiene bigote, que el problema eran los brackets.[2] Pienso que la sonrisa y el cogito son útiles para leer la oración de Jonás; luego verá por qué.
El mejor momento del profeta Jonás está en el capítulo dos: no está huyendo, ni está peleando con Dios, ni está actuando de mala gana. Podríamos decir que aquí el profeta sonrió para la foto: Alaba a Dios, le agradece profusamente por haberlo salvado del naufragio asistido y expresa su deseo ferviente de encontrarse con Dios en el templo. Pero, ¡espérese! Esta sonrisa tiene algo raro.
Así como para Descartes la prueba fundamental de la existencia es la capacidad del pensamiento, para Jonás la prueba fundamental de la piedad es la alabanza y el deseo de estar con Dios. Pero hay algo más en Descartes que nos ayuda a entender Jonás 2. Descartes pensaba que Dios era “el engañador supremo”, lo cual también es prueba de la existencia. Un autor traduce así las palabras de Descartes: “Para poder ser engañado, uno debe tener pensamientos, uno debe existir. Asumamos que Dios o un genio maligno me engaña; entonces tengo pensamientos; entonces existo. Pienso luego existo.”[3]
Quizá Descartes se engañaba a sí mismo, pero su convicción la necesitamos para interpretar la sonrisa de Jonás en la oración que eleva a Dios. Como con la Mona, nadie niega que sea una sonrisa. Jonás alaba a Dios y es agradecido, pero en su oración hay  algo sospechoso como la enigmática sonrisa de Lisa.
Una cosa es afirmar que Jonás esté engañado y otra que el escritor bíblico quiera engañarnos. Si nos cuesta aceptar que un texto bíblico sea engañoso, es posible pensar que algunas historias bíblicas por lo menos despistan.  Si el autor de Jonás tuvo o no la intención de hacerlo, es cosa que podemos deducir. La oración de Jonás despista y si lo hace muy probablemente esa fue la intención del autor sagrado. Esto lo confirmamos a la luz del retrato completo de Jonás, no de un hecho aislado en el relato.
La oración de Jonás demuestra que la falsa piedad existe. Se puede ser piadoso en contra de Dios. La alabanza, la gratitud y las promesas de Jonás a Dios están acompañadas de un indomable menosprecio por los seres humanos distintos a los de su religión. En los vv. 8 y 9 nos encontramos no solamente con la Mona Lisa, sino con el fariseo del Antiguo Testamento: “Los que siguen a ídolos vanos abandonan el amor de Dios. Yo, en cambio, te ofreceré sacrificios y cánticos de gratitud. Cumpliré las promesas que te hice.” Así oraba en el templo el fariseo al lado del publicano en la historia que Jesús contó.
En la historia de Jonás hay dos engañados, quizá tres. Jonás cree que su piedad es agradable a Dios. Sale del mar muy piadoso, pero su oración muestra que está lavado sólo por fuera. Sigue pensando que los ninivitas no merecen el perdón de Dios por ser paganos y que él sí lo merece por sus sacrificios y sus cantos de gratitud. Por eso la sonrisa de Jonás es sospechosa.
El otro posible engañado es el lector bíblico tipo aplanadora. La lectura aplanadora de la Biblia no ve los sistemas montañosos de la retórica bíblica y la complejidad del ser humano.
¿Qué piensa usted, que yo estoy engañado al pensar que Jonás se engaña a sí mismo y que usted se engaña al pensar que Jonás no lo está ni usted tampoco? ¿O piensa que yo estoy tratando de engañarlo a usted al hacerlo creer que usted está engañado porque no cree que Jonás lo esté?©2010Milton Acosta
Próximo episodio: Tienes ciento veinte mil seguidores

[1]André Gombay, Descartes, Blackwell Great Minds (Oxford: Blackwell, 2007), viii.
[2]Hillel Halkin, "Why Jews Laugh at Themselves," Commentary 121, no. 4 (2006): 47.
[3]Gombay, Descartes, 31.

octubre 23, 2010

Serie Jonás—Temporada 2010—“No sonreiré para esta foto”

Segundo Episodio: Mi foto de perfil 

Milton Acosta, PhD



En las redes sociales nos toca poner una foto de perfil, igual como lo hacemos en la sala de nuestra casa. Esa foto hay que escogerla muy bien. Será una foto que nos gusta. La foto pretende comunicar algo permanente de nosotros para dejar una buena impresión en los visitantes. Es importante mostrar alegría, seguridad, inteligencia, bondad. Por eso gastamos mucho tiempo buscando esa foto y tomando la decisión. Un factor fundamental en la selección es que hayamos quedado bien. En síntesis, buscamos una foto donde no nos veamos feos, o por lo menos, no tanto. Si la foto tiene alguna imperfección (la foto, no uno), le haremos algunos retoques, como hacen los profesionales con las fotos que ponemos en la sala.
En cuestiones de la fe también existen formas de darnos a conocer de cierta manera. Ese papel lo juegan en parte los credos. Los credos son la foto oficial del grupo, de los cristianos juntos; cuando uno los recita dice “este soy yo”. En los credos comunicamos aspectos esenciales de lo que somos como seres humanos y con respecto a Dios. Por su brevedad, los credos apenas contienen lo esencial de la fe. Los credos son además producto de la mezcla entre contenido bíblico y circunstancias históricas. Por eso es una verdadera tragedia que tantas iglesias evangélicas en América Latina hayan abandonado o nunca conocido los credos. Hay una relación directa entre la ignorancia de los credos y la distorsión de la Biblia, ya que los credos también son marcos hermenéuticos importantes,[1] sin ser los únicos.
Veamos el caso de Jonás. Cuando el capitán del barco sorprende a Jonás durmiendo plácidamente en las entrañas del barco, le da un merecido regaño. Los marineros deciden que lo mejor es echar suertes para ver quién es el culpable de la tormenta.  La suerte cae sobre Jonás; entonces le preguntan cuál es su identidad y cuál es su responsabilidad en la gran tormenta que amenaza con despedazar el barco (Jon 1:8). Como creyente que es, Jonás tiene a su disposición todo un ramillete de credos en la liturgia bíblica; escoge uno que afirma grandes y hermosas verdades, pero resulta ser una foto de perfil.
Jonás responde: “Hebreo soy; a Yavé Dios de los cielos yo temo, que hizo el mar y la tierra firme” (Jon 1:9). Todo esto es cierto. Pero hay algo que no es cierto del todo. Se trata de “temo a Yavé Dios”.[2]
Se podría decir que Jonás sí teme a Yavé, Dios de Israel, en el sentido de “mi Dios es Yavé y no otro” (Marduk o Baal, por ejemplo). La afirmación podría entenderse así y pasar desapercibida en boca de otro en otro momento; pero no en esta historia. Temer a Dios en la Biblia es sinónimo de obedecer a Dios, y eso es precisamente lo que Jonás no está haciendo en ese momento. Jonás actúa como la reina que mantiene en su perfil la foto del día cuando le pusieron la corona, aunque hoy pesa cincuenta kilos más.
Pero, el asunto no quedó allí. Jonás tuvo que admitir que había otras fotos, pero poco dignas para el perfil. Así que, en un diálogo que se ha omitido, confesó que estaba huyendo de Dios.[3] Esto causa todavía más pánico en los marineros pues se confirma lo que la suerte ya había dicho.
Quizás Jonás respondió mecánicamente. Hay quienes dicen que ese es el problema de los credos y que por eso no los recitan; hasta dicen que Jesús estaba en contra de recitar oraciones cuando habló de las “vanas repeticiones”. Nadie puede negar que eso puede ocurrir con todo lo que se repite: se vuelve mecánico y pierde sentido. Pero la Biblia ni Jesús en ninguna parte prohibieron recitar credos y oraciones. El credo cumple una función práctica que quizá le ocurrió a Jonás. Al recitar su credo se dio cuenta que decir “Yo temo a Dios” no era cierto en su vida en ese momento. Al recitar el credo confesó su falta.
Pruebe con “perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden” y tendrá que tomar una decisión, ser hipócrita o ser auténtico; ser religioso o ser discípulo de Cristo. A fin de cuentas, es importante escoger bien la foto del perfil.©2010Milton Acosta         

Próximo episodio: Una sonrisa sospechosa


[1]Patrick D. Miller, "Rethinking the First Article of the Creed," Theology Today 61 (2005): 500.
[2]Según Radday, Jonás 1 es un quiasmo cuyo centro es el v. 9. Yehuda Radday, "Chiasmus in Hebrew biblical literature," en Chiasmus in Antiquity, ed. John W. Welch (Hildesheim: Gerstenberg, 1981; reprint, Research Press, 1998), 60.
[3]Raymond F. Person, In conversation with Jonah: Conversation analysis, literary criticism, and the book of Jonah (Sheffield: Sheffield Academic Press, 1996), 74.

octubre 18, 2010

Jonás la Serie--Temporada 2010--"No sonreiré para esta foto"

Primer Episodio: Huir, Dormir, Callar
Milton Acosta, PhD


Las fotos y los videos muestran cómo éramos y qué hicimos en un momento de nuestra vida. ¿Tienes una foto que no te gusta en algún documento de identidad? ¿Han circulado tus amigos fotos en Facebook donde no quedaste bien? ¿Has visto el video de Evo Morales propinándole un rodillazo a un contrario en un partido de fútbol? Por mucho que insistamos en dar explicaciones, ahí está la evidencia de ese momento. Quisiera proponer algo así para el libro de Jonás. Queremos entender por qué salió así el profeta Jonás en este retrato literario que nos presenta la Biblia.
A Jonás no se le llama “profeta” en el libro que lleva su nombre. Quizá porque en el libro, Jonás no se portó como un profeta; peor aún, Jonás es el antagonista de Dios. Fuera del libro de Jonás, sí se le llama profeta (2R 14:25; Mt 12:39).
Cuando recibe su comisión de ir a predicarles a los ninivitas, Jonás no hace como otros profetas que se excusaron ante Dios diciendo que eran niños, que no sabían hablar, que buscaran a otro (Moisés, Ex 4:10; Jeremías, Jr 1:6). Jonás simplemente sale disparado en la dirección contraria a donde Dios lo mandó. No discute, no pelea, no se hace el modesto, no dice una sola palabra. Jonás simplemente huye.
Al final del libro, él mismo dice por qué no quiere predicarles a los ninivitas: sabe que Dios puede perdonarlos. Lo que el libro no dice es por qué Jonás no tolera que Dios tenga misericordia de Nínive.
Nínive es pueblo pagano y lejano. Aquí hay una gran diferencia con respecto a los demás profetas. Una cosa es predicarles a quienes creen en el mismo Dios, y otra predicarle a los paganos; una cosa es predicar localmente, y otra muy distinta dejar todo para irse a tierras desconocidas.
Sin embargo, Jonás no tiene problemas con los viajes ni con los paganos en general. Hasta parece viajero frecuente con muchas millas náuticas acumuladas. El solo viaje en barco asustaría a más de uno. Jonás, en cambio, en medio de una tormenta en alta mar, se siente como si su mamá lo estuviera meciendo en la cuna: duerme plácida y profundamente; nada mejor para recordar el tierno amor de mamá que dormir en un barco en medio de una gran tormenta. ¿No te parece tierno? Cuando lo despiertan, Jonás es capaz de conservar la calma y conversar con los paganos; tendrá sus sentimientos contra ellos, como veremos, pero es un hombre civilizado. ¿Cuál es entonces el problema de Jonás con Nínive?
Nínive no es solamente lejano y pagano; es pueblo enemigo. Jonás será profeta, pero también es humano. Una cosa es para un profeta predicarle a su propio pueblo, y otra predicarles a los enemigos; una cosa es predicar la destrucción inminente de los enemigos y otra muy distinta predicarle al enemigo para que se salve de la destrucción. De modo que el mar emocional que Jonás tiene que navegar es tan turbulento como la tormenta que azota al barco. Dios le ha pedido a Jonás que realice un viaje imposible.
El problema es pues mucho más grande que el etnocentrismo y la exclusividad. Pero este problema no se ve en el libro; Nínive se presenta como una “gran ciudad”, con gente necesitada de salvación y de perdón. Sin embargo, para el israelita Nínive es otra cosa. Es el imperio enemigo cruel y despiadado que sólo merece el castigo divino y el exterminio. Ese es el problema de Jonás; un problema que aparece mucho antes del exilio.[1] Así lo exige la coherencia narrativa del libro.
Los asirios son poderosos, crueles y arrogantes. Sometieron un pueblo tras otro hasta convertirse en el imperio que dominó el Medio oriente por varios siglos. Los grandes museos del mundo están llenos de textos, monumentos, relieves y artefactos donde Asiria despliega el trato a sus enemigos: cortan manos, pies, cabezas y los exhiben como trofeos para que todos sus enemigos vean y teman; con este terrorismo psicológico comunican que las amenazas del imperio no son retórica vacía; hay que someterse.
Nahum, otro profeta, no puso resistencia cuando Dios lo mandó a predicar contra Nínive. La caída de Asiria es la fiesta de los oprimidos, incluyendo a Israel. Es mucho más fácil ser Nahúm que ser Jonás. Por eso a Jonás no le queda más remedio que huir, dormir y callar.©2010Milton Acosta
Próximo episodio: Mi foto de perfil


[1]Para una extensa defensa de esta lectura, véase Thomas M. Bolin, Freedom beyond forgiveness: the book of Jonah re-examined (Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997).

septiembre 07, 2010

El que juega con candela... [3]

El caso del “fuego extraño”

Milton Acosta, PhD
... Continuación

Sin el ánimo de agotar todas las opciones exegéticas para este fuego, ofrecemos a continuación algunas reflexiones en tres direcciones: el tipo de historia, lo típico de Israel y el tropo literario.

1. El caso del fuego extraño pertenece a dos grupos de relatos bíblicos: la fulminación de personas ante objetos de culto y la descalificación de miembros de una familia sacerdotal (Nm 3 y 26). Levítico da instrucciones para el oficio sacerdotal, y señala algunas formas indebidas de ofrecer sacrificios: ministros despeinados, con ropas rasgadas, cabeza rapada y barba despuntada (Lv 21:5–6). Así es el culto Cananeo, obviamente a dioses distintos a Yavé (cp Ez 44:17–21; Lev 19:27–28; 21:10).

Si los sacrificios se hacen para la expiación de los pecados, los sacerdotes no pueden hacer su labor de cualquier manera. Y, si la narración no es secuencial, entonces Nadab y Abiú conocían las normas (1P 4:17), al igual que los hijos de Elí (1S 3). No estuvieron a la altura de su oficio.

En otra ocasión, 70 individuos mueren fulminados por mirar dentro del arca de Yavé (1S 6:19–20). El hecho ocurre en una época cuando Israel ha convertido a Dios en un amuleto.[1] Aquí también se menciona la santidad de Dios. Es decir, se pretende adorar a Yavé con estructura de pensamiento paganos. Vale la pena notar que muchos más fueron los casos que Dios toleró que los que castigó.

2. La injusticia existe, pero cuando veíamos en el colegio al reconocido estudiante indisciplinado acompañado de la mamá rumbo a la oficina del rector, todos pensábamos en coro: “Algo hizo” (el estudiante, no la mamá). A falta de información nos guiamos por el patrón y completamos la historia. ¡Que viva la hermenéutica posmoderna! El comportamiento típico de Israel (incluyendo a los sacerdotes) nos alumbra el camino en este oscuro fuego. Así, el caso señala un asunto crucial de la fe bíblica: no dejarse conformar a la cosmovisión circundante, ni pretender adorar a Dios con mentalidad pagana. Un fuego extraño de hoy es la práctica que dice: “dame tu plata y Dios te la multiplicará”.

3. A la luz de todo lo anterior, parece que antes del fuego extraño está el humo de la teología pagana evidente en comportamientos en el culto y más allá del culto. Siendo el fuego un elemento central, más visible, y que es en últimas el que consume, cuece y consuma el sacrificio, es muy posible que “fuego extraño” sea una metonimia (parte que representa un todo mayor) para referirse al culto pagano en general y al cananeo en particular. Así las cosas, el problema es mucho más grande que el mero fuego. Un ejemplo positivo de metonimia es hablar de “los hermosos pies que anuncian la paz” para referirse a la paz, la victoria y la salvación de Dios (Is 52:7). Así como estos pies no difieren de otros que no anuncian nada o que anuncian guerras o malas noticias, tampoco hay diferencia entre un fuego y otro. Esto no niega el respeto a la norma sobre el origen del fuego, pero es posible que “fuego extraño” sea más que la candela. Si no les importó la procedencia del fuego tampoco les importó el resto.

Finalmente, sostenemos que el relato del fuego extraño es confuso. Parece que ni el mismo Aarón entendió por qué murieron sus hijos. Primero guardó silencio. Después preguntó (quizá sarcásticamente): “Si hoy hubiera yo comido del sacrificio expiatorio, ¿le habría parecido correcto al Señor?” (Lv 10:19). Más confundidos quedamos cuando Aarón hace una pregunta y el texto dice que Moisés quedó satisfecho con su respuesta.

Aarón tenía sus debilidades; después de participar en la fabricación de un becerro de oro para que Israel lo adorara, no reconoce su responsabilidad, como tampoco lo hizo Elí, otro sacerdote (Ex 32:1–6; 1S 3). Estamos pues ante un problema de la clase sacerdotal; ministros de comportamiento ambiguo que no saben qué hacer con hijos torcidos. La crítica es entonces para los ministros y el escarmiento para todos. Por la gracia de Dios, es extraño que sean chamuscados siempre, pero por la maldad humana no es raro que los ministros de Dios ofrezcan fuego extraño, es decir, que hagan cosas que Dios no mandó. Queda la duda de cómo los “consumió” el fuego porque al sacarlos del campamento los tomaron “por las túnicas” (Lv 10:5); que sepamos, en ese tiempo no existían los trajes ignífugos de bomberos. Fin ©2010Milton Acosta



[1]Véase más detalles en Milton Acosta, El humor en el Antiguo Testamento (Lima: Ediciones Puma, 2009).



septiembre 01, 2010

El que juega con candela... [2]

El caso del “fuego extraño”

Milton Acosta, PhD


... Continuación

No es raro encontrar académicos que resuelvan la muerte de Nadab y Abiú apelando a la acusación: Dios es arbitrario, impredecible e implacable. Sin embargo, eso acarrea otros problemas. Si Dios es Dios, y además desequilibrado mental, uno más bien debería cuidarse de acusarlo falsamente. Si es grave calumniar al prójimo (Sal 101:5), imagínese cómo será calumniar a Dios.[1] Por otro lado, ¿Qué tal que tengamos la razón y que se dé cuenta de lo que hemos dicho? ¿Quién podrá salvarlo de las manos de un Dios iracundo? Calumniado o desenmascarado, resulta igual de peligroso. Por eso uno debe concluir que quien acusa a Dios de tales cosas en realidad no cree lo que está diciendo. Habla por hablar y quizá para que sus lectores digan, “qué interpretación tan sagaz y atrevida, cómo rompe las cadenas eclesiásticas que aprisionan a millones de ingenuos feligreses, qué hito de la interpretación bíblica”. El académico cínicamente dirá para sus adentros: “¡Qué ascenso el que me he ganado!”[2] Cabe preguntarnos, ¿Lo habremos acusado falsamente?

De la alternativa acusadora se desprende una conclusión: “estos textos son una protesta contra Dios.” Ciertamente es innegable que en la Biblia haya protestantes. Muchos salmos se podrían citar como ejemplo. Tal parece que a Dios no le asustan los protestantes, ni a los protestantes protestarle a Dios. En la Biblia no es extraño que un creyente no entienda algo o que simplemente exprese sus sentimientos. La pregunta es si el creyente tiene razón en lo que dice. Veamos un par de ejemplos.

Cuando el naciente Israel dudó de la presencia de Dios dijo: “Dios nos sacó de Egipto para matarnos en el desierto”. Aquí no tenemos que adivinar qué estaban pensando; lo dijeron claro y escueto (Dt 2:27). En la misma Biblia esto se explica diciendo que Israel es un pueblo de dura cerviz. Querían una fe sin pruebas y sin dificultades. Noemí, una mujer creyente, acusó a Dios de ser su enemigo: “la mano de Dios ha salido contra mí.” El libro de Rut muestra esto como expresión de dolor y amargura por todas las pérdidas que Noemí había sufrido. Pero con el tiempo y el cambio de las circunstancias, Noemí ve a Dios de otra manera y lo alaba. En ambos hay protesta. Sin embargo, en el primer caso hay censura y en el segundo celebración. ¿Por que? Porque Dios no es curva de rating que sube, baja y se dibuja al vaivén de las encuestas.

Supongamos, como dice un autor, que en la Biblia hay hechos que llevan a algún individuo a ver a Dios “agresivo, como un demonio listo para fulminar a cualquiera.”[3] ¿Qué nos hace pensar que el individuo tiene razón? ¿Por qué no se nos ocurre pensar que la respuesta de Dios viene por algún pecado individual o colectivo que este individuo no es capaz de reconocer? Una cosa es la elección por gracia y otra muy distinta matar gente por deporte. El problema es que cuando se presupone la bondad del ser humano, Dios fácilmente termina siendo el villano. En esto la hermenéutica posmoderna y la moderna se dan la mano.

La protesta en la Biblia es parte de la fe (Salmo 89). Pero una cosa es reconocer la protesta en la Biblia y otra convertir a Dios en un desadaptado celestial. ¡Eso sí sería jugar con candela! Para intentar entender el caso de Nadab y Abiú se debe mirar el patrón de la conducta de Israel y tomar una decisión, aunque sea aproximada, a partir de allí. Tiene más sentido decir que la historia bíblica es la historia de las rebeliones de Israel, antes que afirmar que la Biblia es la historia de las arbitrariedades de Dios invitando a la protesta.©2010Milton Acosta


Continuará . . .


[1]Claro está que llevando la lógica al extremo, el acusador podría decir que el hecho de que siga con vida a pesar de haber acusado a Dios de arbitrario y todo lo demás, prueba que ha dicho la verdad, puesto que Dios no lo ha matado (Sal 101:7–8). Sin embargo, no estaría muy seguro porque, aunque decir la verdad es algo que un Dios cuerdo aplaudiría, con un Dios arbitrario nada está garantizado.

[2]Véase una exposición del tema en Thomas C. Oden, Requiem: a lament in three movements (Nashville: Abingdon Press, 1995).

[3]David Penchansky, What rough beast? Images of God in the Hebrew Bible (Louisville: Westminster John Knox Press, 1999), 53–65.