marzo 15, 2010

Cien Prepucios de Filisteos [2]

Extraña dote

Milton Acosta, PhD


Algunos ateos se sirven de historias como la de los cien prepucios para afirmar que el problema de la humanidad es la religión. No se les puede responder que “el cristianismo no es una religión si no una relación” porque te preguntarán “¿Qué relación quiere que tenga yo con un Dios que cuenta entre sus representantes a un tipo que anda por ahí cortando prepucios a placer y utilizándolos para comprar mujeres?”[1]

No toda lo que se cuenta en la Biblia es digno de imitación porque no se cuenta para que se imite; sobre todo si es del Antiguo Testamento y si contiene escenas de sexo o violencia. Estos relatos son como el caso del cabezazo de Zidane a Materazzi en el mundial del 2006: “Prefiero morir antes que pedir disculpas (a Materazzi).” La Biblia no pide disculpas por estos prepucios. Entonces, ¿Cuál es la intención comunicativa del texto y la pertinencia y permanencia de estas prácticas y modelos de vida para los cristianos?

¿Equivale la exhibición de los 100 prepucios filisteos a los videos del F-16 que muestran las bombas caer contra “los enemigos de la democracia”. Para nada; no creo. Ambos son símbolos de triunfos militares, pero David nunca representó el ejército más poderoso del mundo, como sí lo representan los aviones, los satélites y los videos de bombardeos. ¿Qué hacemos con una historia así? La respuesta corta es ¡Nada! ¿Qué vamos a hacer? Aplicarla literalmente no podemos; espiritualizarla sería todo un indecoroso acto de malabarismo hermenéutico. Se imagina qué podrían significar los prepucios, lo que los sostiene, el cuchillo, la mano, el dueño del prepucio, David, Saúl, Mical. ¡Deténgase! ¡Por favor! ¿A dónde vamos a llegar con todo eso?

Saúl pide 100 prepucios como dote por Mical y David le trae 200.[2] ¿Qué aplicación tiene esta historia para la vida cristiana? A primera vista muy poco; y a segunda vista, menos. No vivimos en esos tiempos; así que ni siquiera sirve como mal ejemplo. Necesitamos situarnos en el tiempo, en la historia y en la teología bíblicas. El tema de Samuel aquí es el descenso de Saúl y el ascenso de David. En este relato se encuentran la olla y la tapa. Un Saúl que quiere acabar con David, y un David que quiere probar que es más que Saúl. Esto ocurre dentro de los parámetros antiguos de un héroe en la lucha por el poder durante la formación de una nación llamada Israel. Estamos hablando de historias de hace tres mil años, ¡treinta siglos! Si las cosas eran tan diferentes en tiempos de nuestros abuelos, ahora imagínese cómo lo serían hace tres mil años.

El descalificado de la historia es Saúl y el escogido es David; Saúl quiere que los filisteos hagan el trabajo sucio por él. La historia muestra que David es más sagaz que Saúl: se le sale de todas las trampas, escapa de todas las emboscadas y le saca el cuerpo a todas las jugadas. Saúl no le gana una a David. La historia de los cien prepucios es parte de ese plan narrativo en Samuel. Saúl quiere ver a David muerto y termina siendo su suegro.[3] Además de violenta, la historia es cómica.

A quien le disgustan los prepucios debería leer más la Biblia para notar la otra cara del realismo bíblico. David le jugó muy sucio al soldado Urías después de haberse acostado con su mujer Betsabé (2S 11). En ese caso a David sí se le acusa de haber procedido mal. Aunque ambos casos tienen que ver con el mismo órgano pero de manera distinta, en el caso de los 100 prepucios a David no se le culpa de nada. Uno podría decir que para quien nos cuenta la historia en Samuel, el que David haya cortado cien prepucios filisteos estuvo bien (porque superó a Saúl en astucia y porque los filisteos son enemigos); pero el que haya mandado a matar a Urías estuvo mal (porque lo hizo para ocultar su adulterio y porque Urías es un hombre íntegro).

En la cosmovisión de quien cuenta esta historia en Samuel, el éxito de David es muestra de que Dios está con David. De paso, David entra a formar parte de la familia del rey gracias a la idea del mismo Saúl, su enemigo. Es la historia de un autogol, del tiro que salió por la culata, del tramposo engañado, del que fue por lana y salió trasquilado. Es una burla. Por eso cuenta que las mujeres cantan las victorias de David menospreciando a Saúl, y que Jonatán, el hijo de Saúl, hace un pacto lealtad y amistad con David.

Seguramente un tema tan complejo como el de los cien prepucios requerirá más estudio y reflexión, pero lo dejamos así hasta una próxima oportunidad.
©2010Milton Acosta

[1]Otros cortaban los dedos gordos de los pies (Jue 1).

[2]¿Y los sentimientos de Mical?, pregunta un autor. No hay mucho porque ese no es el tema, ni es esta la biografía de Mical sino de David. Además recuerde que son muchas las mujeres de David. Sin embargo, “este es el único lugar en los relatos del Antiguo Testamento donde se describe a una mujer como enamorada de un hombre.”[2] Lo que no se menciona son los sentimientos de David hacia Mical. Steven L. McKenzie, King David: A biography (Oxford: Oxford University Press, 2002), 87.

[3]Hasta le daba un derecho indirecto al trono. Ibid., 81.


marzo 08, 2010

Cien Prepucios de Filisteos

Extraña dote

Milton Acosta, PhD

En 1989, estando yo estudiando en Estados Unidos, un compañero mío de Uganda dedicaba sus vacaciones a trabajar como una bestia porque necesitaba completar el dinero con el que compraría unos chivos que tenía que entregar como dote a los padres de su novia para que ésta le fuera entregada como esposa. Curiosa costumbre, pensé yo. En nuestra cultura no existe eso.[1] Algunos a duras penas se gastan un helado y una ida a cine, y ya se creen con plenos derechos conyugales sobre la novia.

Lo del chivo puede sonar extraño, pero ¿se puede imaginar usted una dote que se paga en prepucios? ¿Sabe lo que es un prepucio? Sin duda que los tiempos pasados eran diferentes; muy diferentes. Pero ¿pagar una dote de cien prepucios[2] de filisteos por una mujer y después incluir el dato en un reclamo como si fuera gran cosa (2S 3:14)? ¡Eso es el colmo! Sí; pero eso hizo David, el rey de Israel. A David le pareció una gran idea y le entregó a Saúl cien prepucios de filisteos para recibir a Mical como esposa (1S 18:20–30). Sin duda eran otros tiempos, ¿pero David, el gran rey por quien tanta tinta narrativa y teológica se ha vertido en la Biblia? Que lo haga Sansón, bueno, ¿pero David?

Sea como fuere, para que se puedan coleccionar cien prepucios de filisteos o de cualquier grupo étnico, existen dos requisitos principales; en primer lugar, que los intervenidos no hayan sido circuncidados antes; y en segundo lugar que la donación del prepucio no sea voluntaria. Y por qué prepucios, se preguntará usted. Las razones son puramente pragmáticas: como prueba de los muertos, son más cómodos de cargar (a diferencia de cabezas, por ejemplo), fáciles de contar (sobre todo si se ensartan en una cuerda no muy gruesa), y no se puede hacer trampa (a diferencia de orejas o dedos).

Uno podría decir “¡Qué tipos tan salvajes los de esos tiempos!” Pero no se apresure; el asunto no es tan sencillo. Los seres humanos seguimos siendo los mismos; lo que han cambiado son las armas. Las armas actuales eliminan el contacto cuerpo a cuerpo entre quien oprime el botón o el gatillo y quien recibe el impacto. Pero el destrozo a la humanidad del impactado es mucho peor hoy que antes. Las armas actuales son más devastadoras en todo sentido; matan más gente de un solo golpe y los muertos quedan más destrozados. Así que si de salvajismo se trata, hoy somos más salvajes.

Tampoco debemos olvidar las historias de motosierras y descuartizamientos de enemigos que se ven hasta la fecha en el mundo, incluyendo repetidos y muy lamentables casos en América Latina, generalmente relacionados con el narcotráfico. Entre algunos, estos hechos atroces son actos de heroísmo; y se entiende, si viene de gente deshumanizada y animalizada. Por cierto, estas guerras se libran entre organizaciones y con armas financiadas principalmente con dineros provenientes de los países “desarrollados”, “avanzados” y de mucha “cultura”; no se nos olvide.

Ninguno de estos dos jabones (armas devastadoras, motosierra) podrán desmanchar las manos ni las ropas de David. El problema para el lector de la Biblia es que allí se cuente como hazaña que alguien mate cien hombres, los circuncide, y así gane una apuesta porque él es el vivo y su contendor el bobo.

Ahora pensemos, si es una dote, ¿qué puede hacer Saúl con cien prepucios? Pues nada; la idea es que son cien filisteos enemigos menos. Cien prepucios podría ser una expresión equivalente a “maté cien filisteos”; lo cual tampoco es que sea más amable que cortarles los cien prepucios. Pero en el texto no se presenta como expresión idiomática, sino como hecho.

¿Qué hacemos con una historia tan extraña, tan cruel, pero al mismo tiempo humorística y heroica? ¿Son meras historias de folklore picaresco? ¿Se equivocaron actores y narradores? ¿Podemos afirmar que no eran menos humanos que nosotros y por lo tanto hijos de su época incluyendo las formas de la violencia? ¿Patrocina la Biblia la violencia? ¿Cambiamos corte de prepucios por balazos y bombazos y seguimos campantes y orondos? Continuará . . .

©2010Milton Acosta

[1]Una excepción que conozco en Colombia son los Wayúu de La Guajira, al norte del país. También entregan chivos o vacas. No se trata de comprar la novia, sino de dar un regalo a la familia. En algunas culturas no se puede desconocer el elemento económico puesto que al perderse un miembro de la familia se pierde mano de obra productiva.

[2]¡En la Septuaginta son 200!


marzo 01, 2010

¿Cuál Tierra Santa?


La tierra es santa

Milton Acosta, PhD

Todo el mundo tiene elementos intocables de su identidad y su cosmovisión: la mamá, la bandera; el partido político, un equipo de fútbol; un objeto religioso, los derechos humanos. Algunos no pueden soportar que se hable mal de Lady D, o de Michael Jackson, Garfield, los Simpson, Chávez, El Chavo. Lo intocable puede ser un objeto, una persona, un candidato, una interpretación de la historia. Obviamente estas son categorías muy variadas, pero siempre, con o sin razón, habrá alguien que considera ridículo lo que otro venera. Como dice la canción de la Orquesta Aragón: “Eso no tiene remedio.”

Para judíos y cristianos, la Tierra Santa ha sido intocable física y teológicamente por siglos. No todos los judíos de hoy están de acuerdo en el asunto, pero en el siglo primero de nuestra era sí lo estaban. Así, los cuatro intocables de los judíos del siglo primero eran: Templo, tierra, Torá y etnia. Algunos debatirían el último, pero no los otros tres. Esto es asunto de los judíos del siglo primero de nuestra era.[1] Lo que resulta teológicamente inaceptable es que haya hoy cristianos con una teología hipersiónica y en consecuencia antibíblica de la tierra,[2] a tal punto que algunos por poco se convierten en cruzados al estilo medieval. Examinemos brevemente el tema de la tierra santa en la Biblia.

La primera vez que la Biblia habla de “tierra santa” se refiere a Madián (Ex 3:5). Madian se encuentra en la parte noroccidental de la Península Arábiga, al este del golfo de Aqabá y al norte del Mar Rojo. Podemos sacar en seguida tres conclusiones: (1) el concepto de tierra santa existe antes de la existencia de Israel como nación; (2) el concepto existe fuera de lo que después llegó a ser el territorio de Israel; y (3) lo que determina la santidad de un lugar no es una etnia ni un edificio, sino la presencia de Dios.

Vale la pena recordar también que, aunque se desconoce el lugar exacto, el paraíso estaba Mesopotamia. Es decir, Adán, Eva y Abraham portaban pasaporte sumerio. Todos estos lugares de principios de la historia bíblica que cuentan con la presencia de Dios están fuera de Israel-Palestina.

El concepto de “tierra santa” es como el de la “salvación por la fe”; ambos aparecen antes de la existencia y desarrollo de dos instituciones que los absorbieron temporalmente: la salvación mediada por la Ley y el de Israel como la Tierra Santa. Ambos conceptos se resuelven en Cristo. Así como la salvación es posible por la fe antes de la ley, también es posible por la fe en Jesús, sin mediación de la ley y sin necesidad de hacerse judío (Hechos 15; 21:25). Así, la tierra santa existe donde está Dios presente, antes de haber un Israel. Todo esto lo dice la Biblia; es decir, no es invento mío ni es novedad.

En su discurso pre-mortem o ad portas mortem, Esteban nos devuelve al uso original del concepto, justo cuando testigos falsos lo han acusado de “hablar palabras blasfemas contra este santo lugar” [el Templo] (Hc 6:13). Esteban nota precisamente todas las apariciones de Dios fuera del territorio Israel-Palestina: “Uno de los grandes temas del discurso es su insistencia en que la presencia de Dios no está restringida a ninguna tierra ni a ningna edificación material.”[3] Después de Cristo resulta ridículo seguir hablando de “Tierra Santa”, a menos que sea en pasado o que se refiera a toda la tierra.

El que carga frasquitos de “tierra santa” o agua del Jordán corre varios peligros: en primer lugar puede resultar sospechoso para los agentes de seguridad en los aeropuertos; en segundo lugar, y más serio aun, ir en contra de la teología bíblica; y finalmente caer en la superchería. Por eso, quien tenga su edificio teológico sucio de “tierra santa” religiosa o política, debe barrerlo con la escoba de las Escrituras y saber que toda la tierra es creación de Dios y es Santa porque Dios la santifica y se hace presente en toda su creación. Así le ocurrió a Moisés en Madián, la primera tierra llamada “santa;” Esteban lo confirmó. Decir algo distinto sobre el tema es echarle tierra a la Biblia, tanto al Antiguo como al Nuevo Testamento.

En la teología bíblica hay instituciones temporales. La tierra santa es una de ellas, al igual que lo fueron la prohibición de ciertos alimentos (Hechos 10) y otras más. Este problema teológico tiene remedio. Así que párese y camine con dignidad porque el lugar donde se encuentra tierra santa es.
©2010Milton Acosta

[1]Existen académicos judíos en Israel hoy que niegan eso de que Dios le dio esa tierra a Israel, que haya habido un éxodo y por ende que Israel pertenezca a una etnia distinta a los demás pueblos que habitaron Canaán en tiempos de Josué en adelante.

[2]Véase L. Fontes, "El papel de los líderes religiosos de Israel-Palestina en el proceso de paz israelo-palestino," UNISCI Discussion Papers, no. 14 (2007).

[3]Frederick Fyvie Bruce, The Book of Acts (Grand Rapids: Eerdmans, 1988), 130.