mayo 03, 2010

Ayunar o no Ayunar [2]

La fiesta del novio y el show del despeinado

Milton Acosta, PhD

La primera respuesta de Jesús a la pregunta sobre el ayuno tiene dos componentes. Con el primero dice que él es el Mesías; quizá se refiere al ayuno convertido en fiesta (Zac 8:19). Nadie ayuna en un matrimonio y menos con el novio presente. La presencia de Jesús es pues motivo de fiesta. La metáfora no es tan casual: se trata de una figura usada por Jesús para la venida del Reino de Dios. El matrimonio es símbolo de nuevo comienzo, del establecimiento de una relación con el pueblo de Dios.[1] Es decir, Jesús afirma que él es el Mesías, especialmente si uno nota que en el Antiguo Testamento esa misma imagen de novio/esposo se refiere a Dios en relación con su pueblo (Is 61:10; 62:4–5; Os 2:14–20).

Con el segundo componente Jesús afirma que va a morir. No se ayuna entonces por falta de esperanza, sino porque la promesa del Mesías se ha cumplido. Se ayunará, no por lamentación, sino para experimentar en la carne que el ser humano no vive sólo de pan (Dt 8:3; Mt 4:1–4). La respuesta de Jesús no dice que no se debe ayunar, sino que ese no es el momento de hacerlo. De hecho, Jesús supone que habrá otro tiempo cuando se deba ayunar, pero por otras razones.

La expresión “el novio sea quitado” sugiere violencia; como ocurrió con Juan ocurrirá con él.[2] Esto resulta extraño porque en un matrimonio el novio no es quitado y menos por la fuerza. Jesús no dice cuándo será “ese día”. No se refiere literalmente ni exclusivamente al Viernes Santo. Se trata de un tiempo cuando el ayuno puede ser parte auténtica del discipulado. En todo caso es notable el contraste entre fiesta y ayuno.

El ayuno ha sido tema de controversia entre los piadosos. La instrucción de Jesús es en primer lugar para los judíos: no se ayuna por lamentación ni para que termine el exilio, porque el reino de Dios ha llegado. En segundo lugar, a sus seguidores Jesús les dice que el ayuno es privado, que no debe demostrarse ni anunciarse (Mt 6:16–18). Todo depende de quién quiere uno que lo aplauda, Dios o la gente. Por eso, quien participa de reuniones de ayuno y oración corre un peligro especial del que debe cuidarse: la sutil (y a veces no tan sutil) arrogancia espiritual. Dice Luz que en tiempos de Jesús el individuo que practicaba el ayuno extremo “podía adquirir fama de santo.”[3] En tercer lugar, el ayuno para los cristianos, como para Jesús en la tentación, es una experiencia física y espiritual de abstención de algo fundamental para la existencia, por medio de la cual el creyente afirma y siente en su cuerpo que el ser humano vive por la Palabra de Dios, no sólo de la comida. Es decir, el ayuno nos desanimaliza.

Jesús no decreta ayunos,[4] ni competencias de ayunos, ni a batir ningún Record Guiness del ayuno. Es posible que haya habido abusos en la iglesia desde muy temprano. El documento cristiano del siglo segundo conocido como La Didaché contiene instrucciones para el ayuno semanal. Ordena el ayuno por los enemigos (1:7); que no se ayune como los hipócritas (lunes y jueves) sino el miércoles y antes del bautismo (7:5–8:2). En un lenguaje similar a Isaías 1–2, la Epístola de Bernabé (3:1–3) también habla contra la práctica del ayuno probablemente por considerarla judaizante o hipócrita, como en Isaías, cuando no va ligada a la práctica de la justicia social. En síntesis, los cristianos sí ayunaban, pero les preocupaba la teología del ayuno después de Cristo y la falsa piedad; es decir, la fiesta con el novio y el show del despeinado.

Finalmente, Jesús amplía su respuesta con dos mini-parábolas (vestido viejo y vino nuevo) sobre el conflicto entre el judaísmo y él. Lo viejo no puede contener lo nuevo. Esta ampliación de la respuesta ayudará a entender la primera parte. Continuará . . .



[1]R. T. France, The Gospel of Mark: a commentary on the Greek text (Grand Rapids: Eerdmans, 2002), 139.

[2]Ibid., 140.

[3]Ulrich Luz, El Evangelio según San Mateo (1-7), vol. 1 (Salamanca: Sígueme, 1993), 458.

[4]Como hizo el rey de Nínive en Jonás o Acab por instrucciones de Jezabel su mujer (1R 21:1–16).



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