4 La oveja digital
Estamos polarizados. Perdemos amigos y ganamos enemigos con facilidad. Las reuniones familiares se han vuelto (más) tensas. Estamos polarizados por temas grandes y pequeños. Tanteamos para determinar de qué lado está la gente y tratamos de no ofender.
Siempre han existido partidos, bandos y gustos. Pero cuando la división política y social llega a los extremos actuales, es peligroso. Reina la intransigencia ideológica extrema, militante y generalizada; la ausencia de la gracia y el imperio de la soberbia.
Los cristianos, las iglesias, las predicadoras y los teólogos no somos ajenos a nada de esto. El resultado es la fragmentación aún mayor de los cristianos y las iglesias, las familias, las instituciones cristianas y sus líderes.
Alguien habla de la importancia de la justicia social en la Biblia; otro le contesta que la justicia social no es la justicia bíblica. Un autor afirma que es responsabilidad de los cristianos cuidar el planeta y otro le dice que eso es politizar la fe cristiana.
Las redes sociales alimentan la polarización y se alimentan de ella. Las noticias falsas nutren el polo en el que uno está y lo convencen de cierta realidad, mientras los autores de las distorsiones y exageraciones de la realidad ganan dinero con el número de vistas de lo que postean. Las empresas les pagan a las redes sociales por la publicidad (que uno ve) y las redes sociales les pagan a los influencers. Viven de nuestro tiempo, de nuestras vidas.
Es complicado pastorear ovejas digitales. Hay estudios de altos porcentajes de pastores en Estados Unidos que han considerado seriamente renunciar, en parte, por la polarización política;[1] lo que digan sobre los temas álgidos del momento le encanta a la mitad y le mortifica a la otra mitad de la congregación. Algunos predicadores quizá sacan cuentas y deciden predicar al gusto de los que más dinero aportan. Se declaran en contra del suicidio económico; esa es la primera opción. La segunda es irse antes de que le hagan consejo de guerra sinodal.
Un tercer camino es la predicación genérica, insípida y aséptica, siguiendo aquel viejo (¿y mal?) consejo, “en la mesa no se habla de política, ni de fútbol, ni de religión”; solo se puede hablar de temas que unan, como si todos los días fuera Navidad. Pero, ¿de qué habla uno si no es de los temas que a uno le importan, que nos afectan a todos? Las relaciones serían muy superficiales o solo con quienes piensan igual que uno.
La polarización no tiene solución fácil ni rápida, pero hay formas de mitigarla. Los expertos sugieren estrategias como, reducir al mínimo el tiempo en las redes sociales y dudar de todo,[2] educarse y fomentar las actividades en grupos.[3]
Esto significa que exposición bíblica sin vida en comunidad poca mella le hace a la polarización. Implica que al predicador le toca documentarse antes de hablar de temas actuales, especialmente si se salen de su esfera de conocimiento. ¿Ha oído hablar de Dunning-Kruger? Es el mal del momento: una distorsión cognitiva que hace a la persona creer que es experta en temas y oficios que a duras penas entiende; y para completar, no acepta críticas ni sugerencias. Las redes sociales exacerban esa distorsión.
En términos prácticos, una caminata o tardes de panadería en grupo pueden fortalecer más los lazos de una comunidad que ponencias de expertos sobre temas que nos dividen. La meta no es que todos los cristianos pensemos igual, sino que seamos comunidades que dan testimonio del amor de Cristo, no gasolina para la polarización. Es decir, menos redes sociales, más vida social presencial; al estilo humano tradicional prehistórico.
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[1] “Pastors Share Top Reasons They’ve Considered Quitting Ministry in the Past Year,” Barna Group, accessed June 22, 2023, https://www.barna.com/research/pastors-quitting-ministry/.
[2] Cal Newport, Digital Minimalism: Choosing a Focused Life in a Noisy World (Penguin, 2019).
[3] Peter T. Coleman, The Way Out: How to Overcome Toxic Polarization (Columbia University Press, 2021).