febrero 06, 2023

CUATRO DESAFÍOS DE LOS PREDICADORES CRISTIANOS (1)

El poder y la autoridad

Milton Acosta, PhD

Para mucha gente, especialmente los jóvenes, las instituciones ya no son dignas de respeto y a sus representantes tampoco se les reconoce autoridad. Todo lo que simbolice poder y autoridad en el mundo actual es de por sí sospechoso, incluyendo la iglesia, las iglesias y sus ministros. Da igual si iglesia se escribe con mayúsculas o si el ministro se hace llamar profeta, obispo, patriarca, apóstol, o cardenal. Y pensar que eso fue lo que les dio Jesús a sus discípulos y a la iglesia, poder y autoridad. Ante este panorama, cabe preguntarse cuánto del desprestigio de la iglesia y el desprecio a sus representantes es ganado y cuánto es resultado del espíritu de la época. Estas cuentas no son fáciles de sacar.

El tema se lo encuentra uno sin buscarlo. En la novela Americanah, los cristianos de un país africano figuran como corruptos; en el discurso de un expresidente y un profesor universitario colombianos, los cristianos son ignorantes y ridículos; en la novela Lucy by the Sea, los evangélicos son ignorantes y mala clase; para un novelista colombiano, los cristianos son insensibles y aprovechados; y para los noticieros, los ministros cristianos son violadores, pederastas, misóginos, retrógrados, patriarcales, y demás. Frente a esto, tenemos por lo menos cuatro opciones: 1) decir que “a los cristianos y a los profetas siempre nos han perseguido y calumniado por predicar la verdad”; 2) desmarcarnos y defendernos diciendo que “los buenos somos más”; 3) recurrir al autoritarismo para que nos respeten y a la radicalización para no contaminarnos ni perder terreno; o 4) reconocer que todo eso es cierto en mayor o menor grado.

Además de lo anterior, el mundo de hoy es pluralista. En temas de fe, el predicador es una voz entre muchas. Algunos predicadores no se dan por vencidos y hacen ingentes esfuerzos para amplificar su influencia; una cuenta de YouTube, un podcast, un bailecito en TikTok; en fin, se adopta el modelo de las celebridades, ser “cool” y juvenil para no quedarse atrás. Por desgracia (¡o por fortuna!) la gran mayoría poco logra y no factura; porque uno es “cool” o no lo es y ya está.

Pluralismo y todo, la espiritualidad sigue siendo tema de interés general. Pero la espiritualidad, sostiene un autor, no se limita a las formas conocidas del cristianismo ni a sus formas de entender a Dios. De modo que, las voces facultadas para hablar de temas espirituales se han diversificado y multiplicado. En América latina, hay gente que podría estar interesada en Dios, pero no en las iglesias. Jesús gusta, la iglesia asusta. Este sentimiento no es fortuito.

Los cristianos hemos dicho y hecho muchas cosas buenas, pero no es hora de echarse flores. También hemos hecho mucho mal (¡en nombre de Dios!) y hemos dejado de hacer el bien; hemos pecado de palabra, obra y omisión; y ya no nos confesamos. El poder y la autoridad dados por Dios a la iglesia son para servir y hacer el bien con humildad; no para mandar y abusar, como lo hacen los poderosos de este mundo. Los poderosos se asustaron con Jesús porque defendía a los débiles. No puede ser que hoy la iglesia asuste a los débiles porque defiende a los poderosos.

La autoridad que se le reconocía a Jesús estaba ligada a la forma de comunicarse con su público; tenía la capacidad de captar su atención, poner sus mentes a volar, y responder a sus necesidades. Es decir, no era un comunicador mediocre, un poeta insípido, o un pastor insensible. El problema para los predicadores y teólogos no es necesariamente falta de interés o el déficit de atención de la gente; también hay pobreza comunicativa, languidez imaginativa y mucho palabrerío. Hora de callar. ¿Parte del atractivo de Jesús estaba en su marginalidad, en que tenía poder y autoridad, pero no representaba a ninguno de los poderes de su época?©2023Milton Acosta

 

2 comentarios:

Miguel Ángel Pérez Quirós dijo...

Gracias profe.

Anónimo dijo...

Gracias, profe. Leí los dos, muy buenos.