El poder y la autoridad
El tema se lo encuentra uno sin buscarlo. En la novela Americanah, los cristianos de un país africano figuran como corruptos; en el discurso de un expresidente y un profesor universitario colombianos, los cristianos son ignorantes y ridículos; en la novela Lucy by the Sea, los evangélicos son ignorantes y mala clase; para un novelista colombiano, los cristianos son insensibles y aprovechados; y para los noticieros, los ministros cristianos son violadores, pederastas, misóginos, retrógrados, patriarcales, y demás. Frente a esto, tenemos por lo menos cuatro opciones: 1) decir que “a los cristianos y a los profetas siempre nos han perseguido y calumniado por predicar la verdad”; 2) desmarcarnos y defendernos diciendo que “los buenos somos más”; 3) recurrir al autoritarismo para que nos respeten y a la radicalización para no contaminarnos ni perder terreno; o 4) reconocer que todo eso es cierto en mayor o menor grado.
Además de lo anterior, el mundo de hoy es pluralista. En temas de fe, el predicador es una voz entre muchas. Algunos predicadores no se dan por vencidos y hacen ingentes esfuerzos para amplificar su influencia; una cuenta de YouTube, un podcast, un bailecito en TikTok; en fin, se adopta el modelo de las celebridades, ser “cool” y juvenil para no quedarse atrás. Por desgracia (¡o por fortuna!) la gran mayoría poco logra y no factura; porque uno es “cool” o no lo es y ya está.
Pluralismo y todo, la espiritualidad sigue siendo tema de interés general. Pero la espiritualidad, sostiene un autor, no se limita a las formas conocidas del cristianismo ni a sus formas de entender a Dios. De modo que, las voces facultadas para hablar de temas espirituales se han diversificado y multiplicado. En América latina, hay gente que podría estar interesada en Dios, pero no en las iglesias. Jesús gusta, la iglesia asusta. Este sentimiento no es fortuito.
Los cristianos hemos dicho y hecho muchas cosas buenas, pero no es hora de echarse flores. También hemos hecho mucho mal (¡en nombre de Dios!) y hemos dejado de hacer el bien; hemos pecado de palabra, obra y omisión; y ya no nos confesamos. El poder y la autoridad dados por Dios a la iglesia son para servir y hacer el bien con humildad; no para mandar y abusar, como lo hacen los poderosos de este mundo. Los poderosos se asustaron con Jesús porque defendía a los débiles. No puede ser que hoy la iglesia asuste a los débiles porque defiende a los poderosos.
La autoridad que se le reconocía a Jesús estaba ligada a la forma de comunicarse con su público; tenía la capacidad de captar su atención, poner sus mentes a volar, y responder a sus necesidades. Es decir, no era un comunicador mediocre, un poeta insípido, o un pastor insensible. El problema para los predicadores y teólogos no es necesariamente falta de interés o el déficit de atención de la gente; también hay pobreza comunicativa, languidez imaginativa y mucho palabrerío. Hora de callar. ¿Parte del atractivo de Jesús estaba en su marginalidad, en que tenía poder y autoridad, pero no representaba a ninguno de los poderes de su época?©2023Milton Acosta
2 comentarios:
Gracias profe.
Gracias, profe. Leí los dos, muy buenos.
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