octubre 17, 2007

"Maldito el día en que yo nací"

“Maldito el día en que yo nací”

Creatividad literaria en Jeremías (1)

©2007Milton Acosta

Cuando uno es nuevo predicador bíblico, empieza con una mezcla de emoción y temor. En esas, comete varios errores. Uno de los más comunes es la sinceridad con la que busca hacer que el texto bíblico sea interesante. El problema no es la sinceridad, sino el punto de partida: el texto no es interesante; tengo que inventar algo para que lo sea. Arturo Piedra dice que las generaciones actuales de evangélicos no están más en condiciones de soportar un culto poco lúdico o ‘aburrido.’”[1] Tiene razón, pero debemos cuidarnos de reescribir el texto para “mejorar la Biblia” y así quedar nosotros bien.

Los estudios bíblicos de las últimas cinco décadas han demostrado hasta la saciedad que los escritores bíblicos eran escritores profesionales y muy pulidos. Por lo tanto, produjeron textos altamente estilizados, especialmente escritos para el disfrute auditivo. No necesitamos mejorarlos.

Jeremías es el más extenso de los libros proféticos. Ha sido un dolor de cabeza para los intérpretes porque combina prosa con poesía, porque no tiene un orden cronológico, y porque es difícil discernir una secuencia temática. Tanto es así que un autor ha dicho que Jeremías es un libro con mucha acción, pero sin dirección.[2] Sin embargo, el libro sí tiene un orden. En Jeremías se puede apreciar la creatividad al servicio del mensaje tanto en su forma oral como en la forma escrita del libro que lleva su nombre. Veamos un par de casos.

Las primeras palabras del libro son: “palabras de Jeremías;” y las últimas palabras son exactamente las mismas, “hasta aquí las palabras de Jeremías,” en 51:64.[3] En literatura, eso se llama inclusión. La inclusión es un marcador editorial que se usa en unidades grandes o pequeñas de texto para cerrar y para conectar con el comienzo.[4] Muchos ejemplos más podrían citarse, pero, basta mencionar tres: Deut 1:1–5 y 28:69, Rut 1 y 2 Reyes 5. Nada de esto ocurre por casualidad; se trata más bien de la forma de escribir de los hebreos antiguos. Estas cosas se descubrieron hace mucho tiempo, pero no fueron difundidas porque la academia, desde la Ilustración se interesó más en descuartizar el texto por medio de los modelos histórico-críticos que por respetar y entender la integridad del texto como un acto comunicativo rico en recursos retóricos y estilísticos. ¿Qué hace la inclusión? Como hemos dicho, le indica al lector o al oyente que se ha llegado al final de algo. Además lo invita a leer lo que hay dentro de la inclusión como un todo que tiene sentido. Uno se pregunta si la gente se aguantaría una lectura de 51 capítulos de una sola sentada en el exilio. Un autor sugiere que no se debe descartar del todo, si suponemos precisamente la situación de exilio.[5]

El segundo caso importante de inclusión está en los capítulos 1–20. 1:5 dice: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.” Pero, al final del capítulo 20 dice: Maldito el día en que nací; el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito. Maldito el hombre que dio nuevas a mi padre, diciendo: Hijo varón te ha nacido, haciéndole alegrarse así mucho. Y sea el tal hombre como las ciudades que asoló Jehová, y no se arrepintió; oiga gritos de mañana, y voces a mediodía, porque no me mató en el vientre, y mi madre me hubiera sido mi sepulcro, y su vientre embarazado para siempre. ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta?”

Si uno es escéptico en estas cosas, se pregunta si acaso no se está imponiendo al texto estructuras que no existen. Eso es posible y de hecho se hace. En este caso estamos en terreno más seguro porque el comienzo del cap.1 y el final del 20 son los únicos dos lugares donde aparece la palabra “vientre” (~x,r,) en todo el libro de Jeremías. Además, al final del cap. 20 terminan las confesiones de Jeremías, con la última y la más violenta de todas.[6] ¿Cómo puede un mismo libro decir “Dios me escogió desde el vientre” y luego decir “maldito el día en el que salí del vientre” y “maldito el que dijo “señores, nació varón”?

¿No le parecen problemáticos estos textos? Los sicólogos y siquiatras han hecho plata explicando al Jeremías del cap. 20; y los predicadores inescrupulosos haciendo promesas al garete con el del uno; pero han ignorado lo más importante, la cuestión literaria. Continuará...

©2007Milton Acosta

[1]Arturo Piedra, "Lo nuevo en la realidad del protestantismo latinoamericano," en ¿Hacia dónde va el protestantismo?, ed. Sidney Rooy Arturo Piedra, H. Fernando Bullón (Buenos Aires: Kairós, 2003), 20.

[2]Willem A. VanGemeren, Interpreting the Prophetic Word (Grand Rapids: Zondervan, 1990), 291–293.

[3]El capítulo final repite el final del libro de Reyes.

[4]Jack R. Lundbom, Jeremiah: A study in ancient Hebrew rhetoric (Winona Lake, Indiana, EE.UU.A.: Eisenbrauns, 1997), 29–30.

[5]Ibid., 41.

[6]Luis Alonso Schokel, J. L. Sicre Díaz, Profetas I, 2da ed. (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1987), 507. Es cierto que hay otra referencia a la vida de Jeremías (15:10), pero no menciona el vientre: “¡Ay de mí, madre mía, que me engendraste hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra! Nunca he dado ni tomado en préstamo, y todos me maldicen.”

octubre 01, 2007

Entierro de Burro

Entierro de Burro

Sin vergüenza de vivo, vergüenza de muerto

©2007Milton Acosta

Josías fue uno de los grandes reformadores en la historia de la monarquía de Judá. Sin embargo, murió de una forma desafortunada, por meterse en una guerra donde no lo habían llamado. Es probable que Josías haya sobredimensionado su éxito como reformador religioso y se extendió más allá de lo necesario y, evidentemente, de lo posible. Con todo, hubo duelo nacional y fue sepultado dignamente (2 Crónicas 35:19–27 ). Jeremías afirma que Josías conoció a Dios porque en la Biblia, practicar la justicia, la rectitud, y la defensa de los derechos de la población más vulnerable es una de las expresiones más importantes del conocimiento de Dios; más importante que cantar o asistir a las actividades religiosas, aunque sin negarlas (cp. Lucas 11:42). Sus hijos, en cambio, fueron una vergüenza.

Los capítulos 22–23 de Jeremías contienen profecías contra reyes y profetas. El cap. 22 se dirige a los hijos de Josías. No se les pegó nada de lo bueno de su padre, la justicia, la rectitud, la defensa de los derechos de la población más vulnerable. Los hijos de Josías hicieron todo lo contrario de su padre; es decir, de un palo salió otra astilla; los hijos del tigre no salieron pintados. Muerto Josías, todas sus reformas y los cambios religiosos y sociales se fueron al traste; y esto gracias, en parte, a los hijos que lo sucedieron.

Joacím era uno de los hijos de Josías, que reinó después de su hermano Joacaz. Por su mala conducta, Jeremías le anuncia que saldrá de la tierra y que tendrá un final vergonzoso: se le dará entierro de burro. La razón es clara y contundente: se dedicó a hacer exactamente lo contrario de lo que dice la Ley y de lo que había hecho su padre. Se enriqueció injustamente y permitió que otros también lo hicieran: pagó salarios de hambre, construyó casas hermosas con ganancias injustas, derramó sangre inocente, practicó la violencia y la opresión; en una palabra, tenía el corazón torcido. Por esta razón el profeta le advierte que su sepelio será como el de un asno. Esto sorprende, no sólo por la cómica dureza del entierro prometido y por el exagerado contraste con la vida de opulencia y extravagancia que llevaba, gracias a lo ladrón que era, sino porque se trata de un rey de la dinastía davídica. El tema del entierro es muy importante para los reyes (cp. Isa 14: 19–20; 1 Sam 31), de ahí la fuerza de la palabra profética.

El entierro de un burro es bastante sencillo: lo arrastran y lo tiran fuera de la ciudad (Jer 22:19). En otras palabras no es ningún entierro. De modo pues que Joacím no tendrá un entierro como tampoco lo tienen los burros. ¿Con cuál de sus lujosos vestidos se emperifollaría para la ocasión? La punzante sátira seguramente no le ayudaba a Jeremías a ganar amigos por mucho que quisiera influir en las decisiones de los reyes. Por tanto, no sorprende que Jeremías fuera perseguido (Jer 26:20–23; 36:1–32). Ahora, que en ciertos gremios sea común el insulto como trato normal y hasta como expresión de cariño, no significa que en la Biblia también lo sea. Cuando Jeremías le dice al rey Joacím que va a tener entierro de burro está tocando uno de las dignidades importantes de la monarquía, el protocolo del entierro y del duelo.

No tenemos en la Biblia las circunstancias de la muerte y entierro de Joacím. Jeremías (36:6, 30) parece indicar que Joacím fue exiliado en Babilonia. ¿ O fue asesinado antes de la invasión o por las tropas invasoras de Babilonia entre 598 y 597 a.C.? Que esta profecía se haya cumplido literalmente o no, en realidad importa poco. Además, tampoco es seguro que la intención de Jeremías sea la lectura literalista de una profecía cuyo cumplimiento se espera. No debemos olvidar que se trata de una sátira, de un mordaz insulto chistoso. Lo que importa en este caso más bien es que a los malos gobernantes se les debe recordar como fueron, malos. No se puede recordar como digno gobernante a quien no lo ha sido. Esos sentimientos de “pobrecito el muerto” hacen que perdamos la dignidad del recuerdo acorde con la realidad. Lo cual a su vez indica, en contra de la posmodernidad, que sí es importante recordar cómo fueron los gobiernos de manera que aprendamos las lecciones y no repitamos los mismos errores al elegir y al tolerar. Es decir, sí importa conocer la realidad hasta donde se pueda para no vivir de recuerdos inexistentes (2 Cor 5:10). En la Biblia, los gobernantes, crean en Dios o no, tienen responsabilidades específicas por las que serán juzgados. La medida no es su propia conciencia ni la de su partido, ni creerse mejor que sus predecesores, sino la práctica de la justicia en los términos de Dios.

Por otro lado, el caso de Jeremías nos muestra que en la Biblia, la profesión profética es profesión peligro. Los temas principales de los profetas son la justicia y la salvación presente y futura. No se trata de actividad glamorosa ni de jerarquías y dominios como algunos equivocadamente y para beneficio propio se la imaginan y pretenden practicar. La profecía surgió en tiempos de crisis para corregir los vicios y pecados de la sociedad y de sus gobernantes. Los falsos profetas son los que se dedican a anunciar grandes bendiciones porque con ese anuncio garantizan su empleo y una vida como la de Joacím, porque sirven a otro dios.

©2007Milton Acosta