abril 03, 2012

La religión como negocio


¿Con quién te asocio?
Milton Acosta, PhD

La denuncia que muchos hacen de la proliferación de iglesias en casi toda América Latina con claros ánimos de lucro es merecida. Es decir, si los ministros de cualquier iglesia, especialmente las llamadas “cristianas”, se enriquecen en poco tiempo con los dineros que les extraen a sus feligreses, entonces podemos concluir tres cosas: (1) que esa iglesia es un negocio ¡y bueno!, (2) que esos ministros son unos comerciantes de la fe ¡y muy buenos!, y (3) que muy probablemente ni los ministros ni los feligreses conocen el evangelio de Jesucristo. No muy bueno. Esto no quiere decir que la marca de una iglesia verdadera es que los ministros de las iglesias cristianas aguanten hambre junto con sus feligreses.

Lo que se debe evitar en las denuncias es descalificar la fe cristiana por resentimiento del denunciante o por haber caído en generalizaciones provocadas por algún tipo de ignorancia: ignorancia desconocida (no sabe que es ignorante y cree que sabe), ignorancia indiferente (sabe que no sabe pero no le interesa saber), ignorancia conveniente (sabe pero asume postura ignorante). El resultado final es el mismo: una percepción distorsionada del cristianismo que hace carrera porque se publica en un medio respetado y con capacidad de crear opinión. Es decir, con representaciones engañosas que faltan a la verdad se le dice a la gente que conozca la verdad y que no se deje engañar. Eso es tan perverso como lo que se denuncia. ¿Qué mueve a un escritor respetable a hacer tal cosa?

Lo que muchos de estos críticos tal vez no saben, quién sabe por cuál de las ignorancias, es que sus denuncias no son ni nuevas ni originales. ¿Por qué no han investigado ni leído lo suficiente sobre el tema del que hablan con gran autoridad moral y aparente erudición como para saber que la misma Biblia contiene esas denuncias? La religión es susceptible de ser convertida en negocio. ¿Cuál es la novedad?

En el Antiguo Testamento hay denuncias contra líderes, gobernantes, sacerdotes y profetas que usaron la religión para enriquecerse. Lo mismo se denuncia en todo el Nuevo Testamento. Jesús y Pablo hablaron y militaron con autoridad e indignación contra instituciones e individuos en su época que convirtieron la religión en negocio (Mateo 7:15; 24:11, 24; Marcos 11:12–12:12). Pablo los llamó muy apropiadamente: “los traficantes de la palabra de Dios”, los que tuercen la palabra de Dios (2 Corintios 2:17; 4:2). El asunto en la Biblia es supremamente serio, pues se trata de asuntos de vida o muerte, del destino de las personas.

La alternativa a la religión como negocio no es solamente el ateísmo fundamentalista que grita cual secuestrador de avión: “¡Hay que acabar con la religión opresora!” Existe la opción del evangelio bíblico de Jesucristo, quien murió para otorgarnos el perdón y librarnos de la maldad; incluyendo la que conduce a convertir la religión en negocio y a la moralidad sostenida en el engaño, sean ministros o periodistas. La autoridad para denunciar males de la sociedad debe ir más allá de la plataforma desde donde se habla. ©2012 Milton Acosta