octubre 30, 2006

El Éxito de un Fracaso

El Éxito de un Fracaso

Dos Espías Secretos bajo las Órdenes de una Prostituta

©2006Milton Acosta

Que a unos espías se les envíe secretamente a observar una tierra y que en cumplimiento de la misión militar lo primero que hacen es meterse en casa de una prostituta y que no han pasado dos renglones en el relato cuando ya el rey del lugar sabe que los agentes secretos están en su territorio, muestra la ineptitud militar de un pueblo cuyo último trabajo fue fabricar ladrillos: Israel en Egipto. Esa es la historia del capítulo dos de Josué.[1]

Josué 2 se lee normalmente como la historia de Rahab[2] porque es el personaje de fuera de Israel que domina el capítulo, ¡y a todos los otros personajes que allí aparecen! Ella es la prostituta que escondió a los espías, pero que gracias a su conocimiento de Yavé, por lo que había oído, logró hacer una negociación con los espías, parte en su casa, y la otra parte cuando los espías estaban probablemente colgados de una cuerda recibiendo de la mujer las instrucciones de cómo escapar y salvar sus propias vidas. Ella es sin duda la protagonista que brilla mucho más todavía gracias a la cómica incompetencia de los espías secretos.

El Israel que dibuja esta historia no tiene ni las armas, ni el conocimiento, ni la experiencia militar para llevar a cabo lo que se propone: conquistar la tierra de Canaán. Esta historia de los espías es una entre varias ilustraciones de esa realidad que la historia bíblica comunica de varias maneras. Sirve para recordarle a Israel lo que el pueblo de Dios tiende a olvidar con demasiada frecuencia: ni somos muchos ni somos poderosos. De Israel dice: que es “el más pequeño de todos los pueblos” (Deut. 7:7). El Señor no lo escogió por números (lo que significaba la posibilidad de tener un ejército muy grande y poderoso), lo escogió por amor. En cambio, los pueblos que Israel debe enfrentar son numerosos, algunos gigantes, y otros muy poderosos militarmente.

Por lo tanto, si Israel algo es o llega a ser o a hacer, es por la gracia y el poder de Dios. La lección fue importante para toda la historia de Israel: para salir de Egipto, para entrar a la tierra de Canaán, para permanecer en la tierra, para sobrevivir en el exilio y para regresar a la tierra después del exilio. En este caso ese mensaje se comunica por medio del humor. Y humor a costa de ellos mismos pues no se están burlando de los cananeos.

La historia de Josué 2 es en efecto una expresión de lo que afirma también Deuteronomio: las promesas de Dios se pueden cumplir a pesar de la ineptitud de dos espías que reciben de una cananea una clase de teología y otra de sagacidad. La mujer afirma inequívocamente quién es Yavé y qué se propone; la mujer logra una excepción a la regla de no hacer pactos con cananeos gracias a la única condición bíblica para tal excepción: la fe del extranjero.

Tenemos pues en Josué la historia de un fracaso exitoso. Los que no saben de espionaje logran cumplir su misión gracias a la astucia de una mujer cananea que parece conocer de Yavé más que los mismos espías. Para salvar sus vidas, la mujer debe traicionar a su propio rey; los israelitas para salvar las suyas deben pactar con una mujer que está en la lista de los prohibidos. ¿No resulta esto bastante cómico? La Biblia (¡y Dios!) comunica su mensaje también por medio del humor fino.

[1]Véase Yair Zakovitch, "Humor and Theology or the Successful Failure of Israelite Intelligence: A Literary-Folkloric Approach to Joshua 2," in Text and Tradition: The Hebrew Bible and Folklore, ed. Susan Niditch (Atlanta, EE.UU.AA.: Scholars Press, 1990).
[2]Dejamos para otra ocasión el tema de Rahab. La literatura es abundante. Puede consultarse algunos artículos recientes, por ejemplo, Elie Assis, "The Choice to Serve God and Assist His People: Rahab and Yael," Biblica 85, no. 1 (2004), David M Howard, Jr., "Rahab's Faith: An Exposition of Joshua 2:1-14," Review and Expositor 95 (1998), Judith E. McKinlay, "Rahab: A Heroine?," Biblical Interpretation 7 (1999), Gary A. Rendsburg, "Unlikely Heroes: Women as Israel," Bible Review 19, no. 1 (2003).

©2006Milton Acosta

octubre 23, 2006

La Burra de Balaam y la Guerra Espiritual

La Burra de Balaam y la Guerra Espiritual
Del miedo a la confianza
©2006Milton Acosta

La irónica y divertida historia de la burra parlanchina de Balaam nos enseña una lección muy importante para el cristianismo evangélico de América Latina y para la construcción de una teología bíblica sobre la seguridad del cristiano contra los ataques del Adversario. Lo siguiente es lo mínimo que podemos afirmar con respecto a una historia bíblica tanto curiosa como única, la cual hay que disfrutarla para comprenderla, por lo menos en parte.

Estando en las llanuras de Moab, antes de entrar a la tierra prometida, el pueblo de Israel pasa diversas pruebas de la fe, algunas de las cuales reprueban. En esas, hay un ataque que se cierne contra ellos inadvertidamente: Balac, un rey enemigo de Israel, contrata al profeta Balaam para que los maldiga. Balac está convencido del poder de tal maldición para acabar con Israel.

Todo parece indicar, y los académicos lo confirman, que el Balaam hijo de Beor de la inscripción de Deir ±Alla es el mismo Balaam hijo de Beor de Números 22–24.[1] Balaam es pues un individuo extraordinario: es probablemente el personaje bíblico más antiguo documentado en fuentes extra-bíblicas y su texto es el escrito profético original más antiguo conocido.[2] Según el texto bíblico, Balaam[3] es un vidente con una reputación establecida: “el que tú bendigas bendito quedará, y el que tú maldigas maldito quedará,” dice el asustado rey Balac (Num 22:6). Pero Dios detiene a Balaam y le advierte que no puede maldecir a Israel “porque bendito es” (Num 22:12). Balaam trata de obedecer a Yavé, pero el temor de Balac es tal que insiste una y otra vez que vaya. Dios entonces le dice ahora a Balaam que vaya, pero sólo hará lo que se le indique (Num 22:20).

La historia es confusa porque después de darle Dios permiso a Balaam para que vaya, la ira de Dios se enciende porque va (Num 22:22). Entonces el ángel se le interpone en el camino; Balaam no ve el ángel, pero la burra sí. La burra se asusta, no quiere caminar, se aparta del camino y termina lesionando la pierna de Balaam. El vidente, que no ve, se enoja y le pega a la burra con un palo. Yavé abre la boca de la burra y ésta le reclama a Balaam por su comportamiento. Esta burra es uno de dos animales en la Biblia que hablan (cp. Génesis 3).

Otra vez le dice Dios a Balaam que sí puede ir, pero que sólo dirá lo que él le diga. Y así fue. Balac prepara todo para que su profeta contratado le maldiga a Israel, pero todo lo que sale de la boca de Balaam para Israel son bendiciones. La razón está en el poema de Balaam: quien bendice y maldice es Dios (Num 23:8). Mientras todo esto sucede Israel “habita confiado” (Num 23:9; cp. Jue 18: 7, 10, 27), es decir, ni se dan cuenta de lo que otros están tramando contra ellos.

¿Puede el pueblo de Dios ser atacado por fuerzas del mal cuando está “descuidado”? La respuesta, según esta historia, es que Dios es el responsable de proteger al su pueblo de esos ataques como maldiciones o cosas por el estilo. El resto de la historia de Números y de toda la Biblia, realmente, muestra que lo que al pueblo de Dios más debe preocuparle es la obediencia diaria, consistente y sostenida. Cuando Israel fracasó, como nación o como individuos, fue por otro tipo de descuidos: David con Betsabé, la adoración a Baal en tiempos de Elías y Eliseo, las injusticias contra los pobres en tiempos de Omri (en el norte) y en tiempos de los profetas pre-exílicos (en el sur); los ejemplos abundan. Por otro lado, aún cuando sí suceden los ataques, estos no están fuera del control de Dios. Hasta en el caso de Job, Satanás sólo puede hacer lo que Dios le permite.[4] El enemigo ataca sistemáticamente y poco a poco, no siempre de golpe como lo imaginamos. No hay que huir, ni temer, sino resistirlo estando firmes en la fe (1 Pedro 5:8–11; Santiago 4:7; 1 Timoteo 1:19; 6:21).[5]

En conclusión, la estrategia de atemorizar a la gente con un enemigo tanto misterioso e impredecible como cruel y despiadado no es solamente arma de los gobernantes para ganar elecciones y reelecciones, sino también de predicadores y escritores cristianos que sin culpa o con ella, producen temores e incertidumbres que la Escritura, gracias a Dios, no promueve. Como se ve en la historia de Balaam, no solamente Dios no permite que se maldiga a Israel, sino que convierte la maldición en bendición.
[1]La conversión de Balaam al yahvismo (Num 22–24) y su teología (Num 31:8, 16) son temas controvertidos, pero no son los que nos interesan en el momento. Para una perspectiva reciente, véase Harriet Lutzky, "Ambivalence toward Balaam," Vetus Testamentum 49, no. 3 (1999).
[2]Véase el texto completo de “El Libro de Balaam” en Baruch A. Levine, "Deir ±Alla," in The Context of Scripture: Monumental Inscriptions from the Biblical World, ed. Jr. William W. Hallo and K. Lawson Younger (Leiden: Brill, 2000). Detalles sobre el hallazgo y recuperación del texto pueden encontrarse en André Lemaire, Fragments from the Book of Balaam Found at Deir Alla(Biblical Archaeological Society Only Online, accessed Octubre 4 2006); available from http://www.biblicalarchaeology.org/Jordan/bswbJordanSubPage.asp?PubID=BSBA&Volume=11&Issue=5&ArticleID=1.
[3]Los académicos lo han identificado como un sacerdote baru por el uso de altares para la adivinación. Véase Marvin Sweeny, "Prophets and Prophecy in the Ancient near East," Journal of Biblical Literature 124, no. 1 (2005): 155.
[4]El Adversario existe, el Adversario busca hacer daño (principalmente con la estrategia del engaño), pero el Adversario no es todo poderoso y, como dice Carson, “Dios es bueno, Dios es soberano y hay misterio en el problema del mal.” Y, en el caso de Daniel 7, tampoco se debe suponer que esto sucede fuera del control de Dios. Véase D. A. Carson, "God, the Bible and Spiritual Warfare," Journal of the Evangelical Theological Society 42, no. 2 (1999): 267–68.
[5]Cp. Peter H. Davids, The First Epistle of Peter (Grand Rapids, Mich., Estados Unidos: Eerdmans, 1990), 188–97.
©2006Milton Acosta

octubre 16, 2006

Tres Tristes Torcidos
Los otros evangelios

En su primera carta a Timoteo, Pablo menciona tres grupos de los cuales el joven ministro debe cuidarse para no caer en sus errores: los que se pierden en discursos vanos (1:6–7), los que se dedican a imponer leyes que Dios no ha mandado (4:1–7), y los que convierten el evangelio en negocio lucrativo (6:5).
El solo hecho que Pablo los mencione en una carta tan breve quiere decir que fueron problemas serios en ese tiempo. Por otro lado, la situación muestra que desde el comienzo de la historia de la iglesia, el evangelio ha sido tomado por individuos que han pretendido convertirlo en otra cosa. Pablo juzga estos casos como “desviación” del verdadero evangelio (1:6; 6:21; cp 2 Tim 2:18) y hace tres cosas con ellas: las denuncia, le recomienda a Timoteo que se aparte de ellas, y muestra un mejor camino.
No se necesita mucho esfuerzo para encontrar los tres grupos en la historia del cristianismo y en la actualidad. La pregunta que nos hacemos en primer lugar es si estamos ante desviaciones comparables y en segundo lugar si estamos obligados a denunciar y a hacer recomendaciones. La denuncia de Pablo se puede tomar como un caso de arrogancia inadmisible de un individuo recalcitrante del siglo primero, o como la auténtica defensa de la verdad del evangelio ante peligros de gran magnitud. Si quien denuncia las supuestas desviaciones tiene razón, entonces habrá que reconocer que hay distorsiones del evangelio de las cuales bien haríamos en apartarnos hoy. Nos quedamos con esta última y nos arriesgamos a mencionarlas.
Empecemos por uno que la mayoría estaría dispuesto a aceptar como juicio válido y justo: las interminables e inútiles discusiones y disquisiciones de los teólogos profesionales sobre asuntos que tienen poco o ningún provecho para la comprensión del evangelio y la edificación de la iglesia. Esta preocupación ha sido expresada muy elocuentemente por el biblista español Luis Alonso Schökel: “el pueblo pide pan y los teólogos les dan hipótesis.” Las publicaciones sobre asuntos de teología y Biblia son una industria multimillonaria dirigida en muchos casos por personas que ni siquiera creen que la Biblia es la Palabra de Dios. La situación es lamentable.
En cuanto al segundo caso, siempre ha existido en el cristianismo la tendencia a añadir o quitar cosas al evangelio. Aparecen nuevas teologías, nuevos ministerios, nuevas formas de ser salvo, de ser líder, de ser iglesia. Algunas de ellas se presentan como nuevas revelaciones que Dios ha dado a quienes, habiendo pagado “un alto precio,” según ellos, alcanzan un encumbrado nivel de espiritualidad reservado sólo para unos pocos.
Dejamos para el final el caso más delicado, los que convierten la fe en un negocio. La cara más visible del evangelicalismo latinoamericano es la de los predicadores que constantemente piden dinero. Por eso cuando los humoristas quieren burlarse de los evangélicos generalmente imitan a algún individuo que predica con voz rasgada, y que antes de cualquier cosa pide plata. Estos ministerios están marcados por la señal inequívoca del capitalismo salvaje: el crecimiento económico desmesurado.
Las preocupaciones del apóstol en el siglo primero nos llevan a tres conclusiones. En primer lugar, la investigación teológica más especializada puede contribuir a la edificación de los creyentes y a la defensa del evangelio. La misión última del teólogo y el biblista no es “ser publicado” para ser conocido y conservar su puesto, sino la edificación del cuerpo de Cristo. Segundo, la misión de la iglesia se basa en las Escrituras, no en nuevas revelaciones. Por último, esta misión se sostiene con la contribución de los fieles de las congregaciones. Los ministros deben vivir dignamente, pero hay que preguntarse si el evangelio no se ha vuelto negocio cuando hay “ministerios” fastuosos que sostienen estilos de vidas ostentosos con contribuciones de personas con muchas necesidades económicas a las cuales se les promete bendiciones que por lo menos en el 99% de los casos nunca reciben. Estas son pues las tres tristes distorsiones del evangelio ayer y hoy.

octubre 09, 2006

¡La Biblia Dice!
¿La Biblia Dice?
©2006Milton Acosta

En la época de los Jueces, cuando los israelitas le dijeron a Gedeón “reina sobre nosotros tú y tu hijo y también el hijo de tu hijo” éste respondió muy dignamente: “yo no reinaré sobre ustedes y tampoco reinará mi hijo sobre ustedes, sino que Yavé reinará sobre ustedes” (Jueces 8:22–23).
La respuesta de Gedeón ha sido utilizada muchas veces como ejemplo del líder que no anda buscando puesto ni reconocimiento, sino que reconoce que el rey de Israel es Dios. Esto suena muy piadoso, muy “bíblico” y muy bonito, pero las palabras de Gedeón significan realmente todo lo contrario de lo que dice. Estamos frente a una ironía, un recurso literario de mucha utilidad y común en la Biblia. ¿Cómo lo sabemos? Leamos el resto de la historia.
Inmediatamente después de tamaña confesión de humildad, Gedeón hace lo que hacen los reyes: cobrar impuestos. A petición de Gedeón, cada varón entrega un zarcillo de oro de los que habían tomado del botín en su guerra contra Madián. La colecta sumó mil setecientos shekels de oro (8:24–26). Esta es la primera prueba de que Gedeón dice una cosa para significar lo contrario.
Con el oro, Gedeón fabrica un reemplazo para Yavé: un efod “con el cual todo Israel se prostituyó” (8:27). Esta es la segunda prueba: no tiene intenciones que Yavé reine sobre Israel.
Un dato adicional que nos proporciona el texto bíblico es la vida familiar de Gedeón: “tuvo setenta hijos, quienes eran sus descendientes directos, porque tenía muchas mujeres” (8:30). Esto es familia de reyes, muchas mujeres y muchos hijos. Llegamos así la tercera prueba de que en la Biblia se puede encontrar un texto que dice una cosa para significar lo opuesto. Pero hay todavía más.
Uno de los hijos de Gedeón, con una cierta concubina de Siquém, se llamaba Abimelec (8:31). A primera vista es un nombre inocente y muy bíblico también. Bíblico sí que lo es, pero no tan inocente pues la etimología de este nombre resulta altamente sugestiva en esta historia. El hombre que dice que no va a reinar tiene un hijo cuyo nombre es abi-melek, ¡“mi padre es rey”! Y esta es la cuarta prueba.
Y llegamos a la quinta, ¿qué sucede enseguida? “Tan pronto como murió Gedeón el pueblo de Israel volvió a prostituirse tras los Baales y determinaron que Baal-Berit[1] sería su dios” y “no se acordaron que Yavé, quien los había librado de la mano de sus enemigos;” y para completar, tampoco tenían mucho aprecio por Gedeón pues “no mostraron bondad (hesed) a la casa de Gedeón (8:33–35). En otras palabras, Yavé no reinó sobre ellos. Y van cinco.
La sexta y última puntada que cierra todos los detalles de la declaración aparentemente humilde de Gedeón la constituye las acciones de ningún otro que Abimelec: se va a Siquem, arenga a sus familiares, y se autoproclama el mejor candidato para reinar sobre ellos (Jueces 9:1–3). Acto seguido, imita a su padre y cobra sus impuestos: “le dieron setenta piezas de plata de la casa de Baal-Berit” [!] y con ellas contrató su propia banda de mercenarios para asesinar a sus propios hermanos, los enemigos potenciales al “trono” (9:4–5).
Así completamos seis evidencias con las cuales el texto nos muestra que una persona en la Biblia es capaz de decir algo que suena muy bonito, pero que comunica todo lo contrario. Tal es el estado de Israel en esta época que ni la palabra, ni la vida de la gente, ni el mismo Yavé tiene valor alguno para ellos. Lo que importa es utilizar el lenguaje “bíblico” en los discursos, el poder y la seguridad que dan los hombres de guerra y la prosperidad que garantiza Baal. En esto terminó la historia de Gedeón, alguien que, por cierto, también tenía un poderoso testimonio para contar: llamado de manera sobrenatural (Jueces 6:11–27) y liberador poderoso de Israel (Jueces 6:28–8:21).
De este modo eran las cosas en los días en que no había rey y cada uno hacía lo que bien le parecía: el más inútil termina gobernando (Abimelec) porque tiene discurso convincente y sabe matar. La Biblia no lo deja pasar sin añadir una burla de tal pueblo y de sus líderes, la fábula de los árboles (Jueces 9:7–21). Demostrado queda entonces cómo la Biblia utiliza el lenguaje de una manera creativa, dejando que las personas digan una cosa para significar otra por medio de la ironía. Es decir, en este texto (Gedeón) dice exactamente lo contrario de lo que dice.

[1]Literalmente “el señor del pacto.”

octubre 02, 2006

Un asunto de menor importancia: ¿De qué color era la piel de David?

©2006Milton Acosta

Todos los lectores de la Biblia de habla hispana han sabido que David era rubio (1 Samuel 16:12). Por lo menos eso es lo que dicen las versiones más comunes como Reina Valera, Biblia de las Américas, Biblia de Jerusalén y Dios Habla Hoy (“piel sonrosada”). Igual sucede con las versiones en otros idiomas, excepto la Luther Bibel que describe a David como bräunlich, es decir, “color acaramelado”, o “castaño”, que es cercano a rojizo, pero tampoco es “rubio.” ¿De qué color era pues David? ¿De dónde sacó Lutero la idea de traducir admoní como “castaño” en este caso, contrario a lo que hacen las demás versiones y a lo que él mismo hizo con Esaú (Gen 25:25)?
Volviendo a las Biblias en español, a partir de la Nueva Versión Internacional (1999), David cambió de color; ya no es “rubio,” sino “trigueño.” Le subió el tono y tal vez lo acercó más al de Lutero. Pero todavía lo han oscurecido más. En la Biblia para Todos (2005) David ya no es ni castaño, ni trigueño y mucho menos rubio, ¡es “moreno”! (que puede significar literalmente “moreno” o puede ser eufemismo para “negro”).
Aparte de la intriga que causa las razones que Lutero pudo haber tenido para traducir admoní como “castaño” en un caso y como “rojizo” en otro, uno se pregunta qué razones habrán tenido los coordinadores de las dos últimas versiones de la Biblia producidas para América Latina para traducir admoní como “trigueño” o “moreno.” ¿Es una reacción contra el arte europeo medieval donde casi todos los personajes bíblicos son rubios? ¿Es una estrategia para que el latinoamericano sienta el texto bíblico más cercano y más latino?
La pregunta se hace porque casi todas las versiones actuales de la Biblia (tanto para Esaú como para David) traducen admoní con alguna palabra que da la idea de “rojizo” y no de moreno. Si uno lee Gen 25:25 en la Biblia para Todos, se da cuenta que Esaú sí es de color “rojizo.” El término que usa la Biblia Hebrea tanto para Esaú como para David es exactamente el mismo (admoní). Nuevamente nos preguntamos, ¿por qué esta versión nos pinta a David de color “moreno” mientras que a Esaú nos lo deja como siempre lo hemos conocido, “rojizo”? No sabemos a ciencia cierta.
En conclusión, entonces, debemos observar que todas las versiones consultadas manejan una cierta inconsistencia en la traducción del término en cuestión (admoní) en el sentido de que no usan la misma palabra para los dos individuos a la hora de traducir. En el caso del inglés, entre “red” (rojo, para Esaú) y “ruddy” (rojizo, para David) puede haber una diferencia leve que hasta cierto punto se puede aceptar. Lo mismo podemos decir de los dos términos que usa Lutero en su versión alemana (rötlich y bräunlich) o del francés (roux y blond). Pero lo que hacen los traductores de la Biblia para Todos es muy distinto y no sabemos por qué. El término admoní, si bien es cierto que puede referirse al tono de la piel o al color del pelo, siempre tiene algo que ver con “rojo.” Probablemente no será el rubio del arte europeo medieval ni de algunas versiones de la Biblia que conocemos, pero moreno tampoco es. En todo caso, da la impresión que la descripción física de David fuera asunto de poco valor ya que el filisteo posteriormente lo menosprecia por ser “rojizo” y de “facciones delicadas” (1 Sam 17:42). De modo pues que debemos dejar a David como dice la Biblia que es (“rojizo”) y no tratar de acercarlo poniéndolo rubio (los europeos) o moreno (los latinoamericanos) porque en la Biblia es un asunto de menor importancia.