mayo 29, 2009

Tan bien que íbamos [1]

¡Tan bien que íbamos! [1]

Si ya es libre, ¿para qué quiere ser esclavo?

Milton Acosta, PhD

 

La conversión no tiene reversa. Quien ha conocido la gracia de Dios y humildemente ha reconocido que es pecador y necesitado de la cruz de Cristo, ha tomado una decisión para toda la vida. No puede retroceder jamás ni rendirse nunca. Sin embargo, los cristianos padecen presiones y persecuciones que están en ocasiones determinadas por la radicalidad de la conversión y por la intolerancia de quienes les rodean. Hay presiones de todo tipo: sociales, psicológicas y hasta serias amenazas. Los primeros cristianos fueron presionados en diversos momentos y a veces perseguidos para que no siguieran a Cristo o para que lo siguieran, pero sin abandonar del todo su antigua religión fuera el judaísmo en cualquiera de sus formas o el paganismo, también en cualquiera de sus formas. Un grupo que fue presionado a que siguieran a Cristo, pero manteniendo las normas del judaísmo, fue los gálatas;  por eso Pablo les escribe la llamada Carta del Apóstol Pablo a los Gálatas.

Además de que el asunto reviste unos problemas teológicos y personales extremadamente serios, Pablo está tan sorprendido con el aparente retroceso de los gálatas que varias veces en la carta vuelve al mismo punto, primero con una afirmación un tanto sarcástica y después con una sarta de preguntas: “estoy maravillado” (1:6), “¿quién los ha fascinado?” (3:1) “¿tan insensatos son?” (3:3) “¿tanto sufrir para nada?” (3:4) “¿cómo es que quieren regresar?” (4:9) “¿qué pasó con toda la bendición que experimentaron?” (4:15) “¿quién los estorbó?” (5:7).

Esta forma de escribir, nada improvisada por cierto, ha sido objeto de muchos estudios académicos; se le llama la retórica de Pablo.[1] El análisis retórico quiere averiguar qué estrategias comunicativas usa el apóstol para persuadir a los gálatas para que se den cuenta de algo y para que hagan algo. El tono y la insistencia de Pablo en el rosario de interrogaciones refleja por lo menos cuatro cosas: frustración, confianza, autoridad y amor.

Como nos interesa concentrarnos más en la frustración, digamos primero algo de los tres últimos. Pablo escribe todo lo que escribe porque quiere que sus lectores se acerquen a Dios, que lo conozcan, que no vivan en engaño. Esta carta a los gálatas en particular, también refleja que Pablo tiene mucha confianza con esta gente y que ellos también lo quieren a él (4:12–16). Por eso la carta está llena de tantas notas personales.

Del amor y la confianza nace la autoridad de Pablo hacia los gálatas. No es cuestión de ser apóstol y mostrar todos los pergaminos solamente. De hecho Pablo lo hace cuando tiene que hacerlo, pero en el contexto de una relación de hermanos. En términos humanos muy reales, Pablo ha sufrido mucho por esta gente con tal de que ellos conozcan el evangelio de Jesucristo.

En este contexto de amor, autoridad y confianza es que Pablo expresa sus frustraciones a los gálatas. Y lo hace con vigor, con insistencia, sin ambigüedades y con tono irónico; hasta sarcástico es en algunos momentos. Pero bueno, ¿qué es lo que tiene tan frustrado, perplejo y maravillado al apóstol Pablo? Sencillo: que los gálatas, después de haber experimentado la gracia de Dios para la justificación por medio de Jesucristo, ahora se dejen seducir de gente que dice que hay que practicar las obras de la ley para poder ser justificado delante de Dios. Dicho así parece sencillo, pero en realidad, como veremos, el asunto es bastante complejo.

Continuará . . .
©2009Milton Acosta

[1]Hay muchos otros lugares donde se puede observar las estrategias retóricas de Pablo, en algunos casos con preguntas (Rom 2:17–24; 10:14–20; 1Cor 12:26–31; 13:1–13; 2 Cor 6:15–16; 10:12; 12:16–18; Gal 1:10; 2 Tim 3:1–7). Sin embargo se debe notar que, aunque Pablo se sirve de los recursos provistos por la lengua para argumentar, también afirma que el poder del mensaje del evangelio no está en la sabiduría humana ni en la retórica (1Cor 2:1–15).