julio 23, 2018

¡Qué escándalo!


Tamar y Mockus

Milton Acosta, PhD

En el CV del hoy senador Antanas Mockus quedará registrado que en un par de ocasiones se bajó los pantalones y les mostró el trasero a un público empecinado en no prestar atención a quien les hablaba de cosas importantes. En la primera ocasión lo hizo en un auditorio de la Universidad Nacional de Colombia, una de las más importantes del país, ante un grupo de estudiantes que no lo dejaba hablar, siendo él rector de esa misma universidad. La segunda vez fue en el recinto del Congreso de la República de Colombia, una de las instituciones más importantes del país, ante todos los congresistas que no dejaban hablar al presidente del Congreso, siendo Mockus congresista.

Las acciones del senador Mockus tienen un paralelo en la Biblia, quizá mucho más escandaloso todavía. Ocurre exactamente lo mismo: alguien comete un acto indigno con el fin de llamar la atención de la sociedad y así señalar un problema peor. Se trata de Tamar.

La historia completa de Tamar se puede leer en Génesis 38. La única forma que Tamar encontró para mostrar la injusticia que se ha cometido con ella, y seguramente con muchas otras mujeres en la historia de Israel, fue vistiéndose y actuando como prostituta para engañar a su propio suegro y quedar embarazada de este. Cuando se descubre que Tamar está embarazada todos los líderes concluyen que hay que denunciarla. Judá considera que Tamar merece ser quemada por semejante indecencia. Pero la dignidad y la autoridad de Judá no le duraron mucho. Tamar se había asegurado de recaudar evidencia que demostrara que su propio suegro, el que ordena quemarla, era el que se había acostado con la “mala mujer” y por tanto, padre del hijo que llevaba en el vientre.

La trampa de Tamar fue perfecta. A Judá no le quedaba más remedio que reconocer, no solo que ese era su hijo, sino las razones por las que Tamar hizo lo que hizo. Pero el mayor reconocimiento es el que nos interesa aquí porque sirve para mostrar la hipocresía de la sociedad que no es capaz de escandalizarse por los mayores males que la destruyen: la injusticia contra grupos sociales tradicional y sistemáticamente oprimidos y marginados. Ese es el escándalo al que nos hemos acostumbrado y que a nadie le causa nada.

Tamar, como Mockus, fue una persona de armas tomar. Pero no fueron armas que matan, sino armas pedagógicas cuyo propósito no es eliminar físicamente al que piensa diferente, sino transformar la sociedad. El veredicto final de Judá con respecto a Tamar es importante, ṣād̲əqâ mimmennî  (צָדְקָה מִמֶּנִּי): “es más justa que yo”. Es decir, si tocara escoger entre las dos, la justicia es más importante que la moralidad. Los moralizadores se condenarán en su moralidad, si la moral no se transforma en ética que a su vez transforma la sociedad. No es poca cosa que Tamar aparezca en la genealogía de Jesús.

El propósito del texto bíblico no es recomendar que todas las mujeres sean prostitutas, porque Tamar no lo fue, ni que todos los hombres nos bajemos los pantalones. Estos no son vivas a la prostitución ni al nudismo. Si bien para poder bajarse los pantalones hay que tenerlos, con ellos abajo tampoco vamos a llegar muy lejos. Primero porque es difícil caminar con los pantalones abajo, y segundo porque la repetición de estos actos hace que pierdan su valor simbólico; pierden su elemento chocante y con este su valor comunicativo.

El escritor bíblico, inspirado por Dios, no pensó que Tamar corrompiera la sociedad, sino todo lo contrario. Quien corrompe a la sociedad es la gente como Judá y sus hijos, que practican la injusticia, pero ante los demás aparece como rectos, probos y dignos. Tamar es más bien purificadora de la sociedad, no porque la prostitución santifique ni purifique, sino porque en las sociedades cuyos oídos están tapados y los corazones encallecidos por la mentalidad de colar el mosquito y tragarse el camello (Mt 23:24), este tipo de acciones extremas son de las pocas que tienen la posibilidad de sacar a la luz la verdadera maldad. Tamar y Mockus son los personajes de la historia que arriesgan su dignidad para mostrar cuán hipócritas somos los demás.©2018Milton Acosta

julio 10, 2018

Oración bíblica contextualizada


Salmos, culto y asesinatos

Milton Acosta, PhD

Al culto cristiano evangélico latinoamericano le expropiaron uno de sus bienes más preciados y nadie se dio cuenta. El libro más usado, citado y comentado en las tradiciones judías y cristianas fue erradicado del culto y no nos dimos por enterados. ¿Qué pudo haber tenido tanto poder como para eliminar de tajo una de las mayores fuentes de riqueza teológica de la tradición cristiana? ¿Qué anestesia pudo haber sido tan eficaz como para que nadie sintiera su ausencia, ni protestara por el despojo o por lo menos preguntara por qué? Parece mentira, pero el libro que más sentido da a la adoración y a la piedad cristianas ya no está: los Salmos. 

¿Cómo puede alguien orar siempre aparte de los Salmos? Le toca improvisar, inventar todas sus oraciones, hacer teología a la velocidad del sonido. ¿El que esto hace cree que supera a los Salmos en belleza, teología y sentimiento? ¿No es esto como cambiar la música clásica por reggaetón? Un ejemplo bastará para mostrar qué hemos perdido y después decidimos lo de la música.

La denuncia contra los asesinatos selectivos, frecuentes y sistemáticos que se cometían en el antiguo Israel por razones económicas o por venganzas es común en los profetas bíblicos (p. ej. Is 1:10-17; Jer 22:13-19; Ez 22:1-16). Este tipo específico de denuncia la hacen hoy en día principalmente los periodistas investigadores y las organizaciones o individuos que, por sus funciones, tienen acceso a información completa y exacta de las atrocidades cometidas. Poco investigan los medios masivos de comunicación estos asuntos, aun teniendo los recursos para hacerlo. Uno se pregunta por qué no lo hacen, siendo que se trata de cuestiones tan graves que afectan a tantas personas.
Aparte de la denuncia conocida de los profetas, en los Salmos figuran oraciones sobre estos temas, lo cual indica que en el culto, y más específicamente en la oración que tiene lugar en el culto, hay oportunidad para la sensibilización de los creyentes a estos asuntos y para recibir orientación sobre cómo orar. Estas oraciones provienen de quienes han experimentado la amenaza y la persecución por parte de los poderes armados.

Hay gente que huye porque ha cometido algún delito o por ser parte de organizaciones delincuenciales. Pero también hay gente que huye por hacer el bien; porque al hacerlo “perjudican” los intereses de gente mala; y como para estos malos la única manera de vivir es matando, entonces eliminan a todo aquel que se les interponga en su camino de maldad. Estos son temas de oración en los Salmos.

Los Salmos 140 y 142, por ejemplo, nos ayudan a orientar nuestra oración al sensibilizarnos sobre: 1) Cómo se sienten la gente buena perseguida por los violentos. 2) La indefensión en la que están estas personas. 3) La magnitud de la maldad de los violentos y su capacidad de actuar sin que las autoridades los puedan detener. Y también a preguntarnos en la oración: 1) ¿A quién le importa la muerte de estas personas? 2) ¿Celebramos todo escape de la muerte y condenamos a todos los violentos por igual? 3) Rechazamos todos los actos violentos por igual? 4) ¿Hay algún tipo de violencia que nos gusta? Qué tal orar un domingo en la iglesia con los salmos 140 y 142 por la gente de nuestro país que vive amenazada solo por hacer el bien.

Los individuos que oran en estos salmos no son evangelistas ni distribuidores de Biblias. Son simplemente personas que han incomodado a algún violento. Así como oramos por la iglesia perseguida, valdría la pena orar también por otros perseguidos que igualmente se dedican a hacer el bien, a defender la vida y nuestro planeta. El Salmo 5 declara lo que piensa Dios de estos individuos dedicados al asesinato de los defensores de la vida. El asesino por definición se ha rebelado contra Dios y ha hecho de Dios su enemigo.

La propuesta que aquí hacemos no es que leamos ciertos salmos todo el tiempo hasta que la hoja cambie de color y luego se caiga. La práctica que se perdió es la que debemos recuperar, leer todos los salmos en el culto a lo largo de un año, o dos, o tres. Para eso necesitaremos un leccionario, lo cual ya está hecho, es gratis y de fácil acceso.

La pérdida del leccionario en las iglesias cristianas evangélicas ha significado que los creyentes estén a merced de las ocurrencias semanales de los directores de la alabanza, con sus oraciones y teologías improvisadas. Ha significado la pérdida de la oración que ha sobrevivido el paso de los siglos; nada menos. Algo habrá que hacer porque si hay un lujo que los cristianos no podemos darnos es pretender adorar a Dios sin los Salmos. Históricamente, culto cristiano sin los Salmos no se ha conocido. Es una parodia de culto religioso y como tal perjudicial para la salud espiritual.

A todas estas, ¿qué tal el vallenato? ¿o mejor la salsa? “Ay pero las sinfónicas tocan porro”. Bueno, entonces que las papayeras toquen Bach también; un “ay ombe” allegro en re sostenido mayor con un aire de ardiente deseo” no quedaría mal.