noviembre 27, 2006

Los Corintios y el Desarrollo Moral


El Apóstol Pablo y los Super Apóstoles
2006Milton Acosta

El apóstol Pablo “fue tal vez la figura más importante y creativa en la historia de la iglesia primitiva,” cuyos escritos “han llegado a ser parte del fundamento de la teología cristiana ortodoxa.”[1] Sin embargo, hay dos detalles extraordinarios de su vida y ministerio: no fue parte de los doce apóstoles y hubo por lo menos una iglesia que lo menospreció (los corintios). De éstos dos nos interesa el último: ¿por qué los corintios consideraban a semejante apóstol como alguien poco impresionante y preferían a los “super apóstoles” (hiperlían apostolos)?

La relación de Pablo con los corintios fue muy complicada y dolorosa. Lo desconocieron, lo despreciaron y lo tuvieron por poca cosa (2 Cor 10–13). Varios comentaristas coinciden en afirmar que se trataba de una cuestión cultural y de cosmovisión. Barnett, por ejemplo, dice que los corintios (o parte de ellos) “habían sido cautivados por unos ministros exteriormente impresionantes,” procedentes de Judea. Se caracterizaban por su “poder y prestigio,” cartas de recomendación e historias de experiencias extáticas que los acreditaban como verdaderos ministros de Dios.[2] El asunto es que los griegos, gracias a los sofistas, valoraban mucho tres cosas: la apariencia, la oratoria y la retórica.[3] Así que “en términos de los valores griegos, Pablo el fabricante de tiendas, de discurso amateur y apariencia dudosa,” impresionaba poco (2 Cor. 10:10).[4] Los super apóstoles, en cambio, usan las armas del mundo: “la ingenuidad humana, la retórica, el alarde, un cierto sensacionalismo y descaro con las pretensiones espirituales, el encanto, un carisma personal poderoso.” Como estas armas no están en el arsenal de Pablo, lo consideran inferior.[5] Hasta aquí el asunto es quizá comprensible. Pero hay otro componente tan preocupante como el de la cultura y la cosmovisión. Los corintios se dejan maltratar de estos tipos. Son unos abusivos que tratan a los corintios como esclavos, los devoran, los despojan de sus pertenencias y los tratan de manera humillante (2 Cor. 11:20). ¿Qué explicación tiene eso? La respuesta puede estar en su desarrollo moral (DM).

La psiquis humana es tan compleja que no existe una teoría única que lo explique todo. Sin embargo, en cuanto al DM se refiere, la teoría de Kohlberg tal vez pueda ayudarnos.[6] Aquí hay un camino para entender, en alguna medida, fenómenos religiosos comparables que se dan en América Latina y en el mundo. ¿Cómo se explica, por ejemplo, que haya personas a las que pareciera encantarles que las manipularan? Tienen líderes o conviven con tiranos que aunque los tratan mal, a ellos parece gustarles. ¿No es eso lo que sucedía en Corinto y sucede hoy? Kohlberg dice que el DM de un individuo determina su conducta. Así pues, un individuo obedecerá ciertas normas sólo por evitar el castigo, otro porque entiende la norma y el bien universal que representa. Uno hará o no hará ciertas cosas según sea aceptable a otros de su edad/gremio, mientras que a otro no le importan tales cosas. Alguien se someterá a la autoridad eclesiástica, aún si es abusiva, porque piensa que Dios la puso y que lo justo es obedecer para ser buen cristiano, otro pensará primero en su dignidad como criatura de Dios y resistirá el abuso.

Según esto, los corintios y sus semejantes se encuentran entre los estadios 3 y 4 (nivel convencional) de la escala de Kohlberg (seis en total). El estadio 3 se llama La concordancia interpersonal de buen niño—buena niña.” Aquí el buen comportamiento se define por el agrado que produce a otros y por el mantenimiento del estereotipo que fija la mayoría. En el 4, La ley y el orden, la preocupación es mantener el orden dado por la autoridad que ha puesto las normas; así, la conducta correcta consiste respetar la autoridad y mantener el orden por causa del orden mismo. Así pues, lo que digan y hagan los líderes siempre está bien, y nadie debe salirse del molde.

En conclusión, la explicación cultural sumada a la teoría de Kohlberg, y aderezada de la superstición de los latinoamericanos, pueden ser tres de los ingredientes principales para explicar por qué las multitudes, antes que la predicación bíblica, prefieren a los oradores de púlpitos impresionantes, con historias de visiones exclusivas, aire de gran autoridad, y una cuenta de cobro. Como los corintios, menosprecian la enseñanza bíblica y prefieren el espectáculo triunfalista que los lleva tras un Jesús que no existe porque no es bíblico.[7] Aunque para algunos Pablo tuvo suficientes motivos para cortar de plano la relación con una iglesia así, no lo hizo. Al contrario, mantuvo firme el deseo de volver a verlos y la esperanza de su restauración. Por eso Pablo les escribió, oró por ellos y les dijo con amor: examínense para ver si están en la fe (2 Cor. 13:5). Estas tres cosas hay que hacerlas hoy con urgencia.

[1]Hans Dieter Betz, "Paul," in Anchor Bible Dictionary, ed. David Noel Freedman (New York: Doubleday, 1992).
[2]Paul Barnett, The Message of 2 Corinthians, The Bible Speaks Today (Leicester, Inglaterra: Inter-Varsity Press, 1988), 157.
[3]El caso aquí es de judíos fuertemente influidos por los sofistas. Véase D. A. Carson, Douglas J. Moo, y Leon Morris, An Introduction to the New Testament (Grand Rapids, Michigan, EE.UU.A.: Zondervan, 1992), 281–82.
[4]Barnett, 161. Además, al no recibir su dinero, Pablo actuó en contra de la costumbre: los filósofos itinerantes recibieran dinero de los ricos.
[5]Donald A. Carson, Del triunfalismo a la madurez, trad. Daniel Menezo (Barcelona: Andamio, 1994), 63, 81–82. Este es tal vez el libro más importante para la comprensión bíblica y teológica de fenómenos religiosos de masas observados recientemente en América Latina y el mundo.
[6]Lawrence Kohlberg, Psicología Del Desarrollo Moral, trad. Asun Zubiaur Zárate (Bilbao: Desclée de Brouwer, 1992). Véase también Ronald Duska, y Mariellen Whelan, Moral Develompent: A Guide to Piaget and Kohlberg (New York: Paulist Press, 1975). La teoría de Kohlberg complementa y desarrolla la de Piaget. Debe usarse con cuidado por tres razones: 1) se ha cuestionado la universalidad y la rigidez de la secuencia de la misma; 2) el pecado y la virtud no son factores en la teoría; y 3) Kohlberg pensó que en vista de su enfermedad terminal, el proceder más consecuente era el suicidio, ya que resultaba en una decisión más altruista. Y así lo hizo. Para una alternativa cristiana a Kohlberg, véase Craig Dykstra, Vision and Character: A Christian Educator's Alternative to Kohlberg (New York: Paulist Press, 1981).
[7]Carson, Del triunfalismo a la madurez, 113, 121.
2006Milton Acosta

noviembre 20, 2006

Cambio de Gobierno (3)


Lo valiente no quita lo cortés
©2006Milton Acosta

En su descarnado análisis de la sociedad colombiana, Germán Puyana afirma que los colombianos "… para conseguir el objetivo de cambiar a Colombia, siempre hemos creído lograrlo sólo con cambiar su Constitución política, copiando o adaptando las de otras naciones, falsa ilusión que nos lleva a ignorar los grandes esfuerzos que todos tendríamos que hacer para transformarla, empresa suprema que nos exigiría, entre otros, profundos cambios en nuestra idiosincrasia y cultura." Es decir, "... a los colombianos nos apasionan mucho más las apariencias legalistas que la auténtica justicia,” la cual requiere que cambiemos nosotros.[1]

Eso parece ser lo que pensó también Israel cuando pidió rey. La última parte de la respuesta de Samuel a la petición de un rey es una verdadera cátedra de liderazgo. En esencia Samuel les dice tres cosas: 1) que aunque hayan cometido este desatino, todavía pueden seguir sirviendo a Dios; 2) que Dios, por causa de su nombre, no desamparará a su pueblo; y 3) que él (Samuel) los seguirá acompañando en consejo y oración.

Con algún conocimiento de historia (bíblica) y un poco de reflexión (teológica) es relativamente fácil “cantarle cuatro verdades” al que está equivocado. En algunos momentos será necesario, pero si eso es todo lo que sabemos y podemos hacer, hay que aprender de Samuel, un auténtico maestro y ejemplo de liderazgo.

Después de declarar su probidad, el estado de la situación, y de hacer un breve recorrido por la historia de lo que Dios ha hecho para sostener a Israel (1 Samuel 12:1–18), el líder saliente se prepara para cerrar su discurso (1 Samuel 12:19–25). Samuel nos deja aquí un modelo de cómo enfrentar la conducta de un pueblo que está equivocado en algo fundamental, pero que es el pueblo heredero de las promesas de Dios y del cual él forma parte.[2] El último diálogo se puede representar en forma de quiasmo/espejo:

A Siervos de Dios piden oración para no morir por cometer el mal de pedir rey (v.19)[3]
B No teman (aunque mal han hecho) sirvan a Yavé de corazón (v.20)
No se aparten para ir tras ilusiones que no salvan (v.21)
C Yavé no abandonará a su pueblo por causa de su gran nombre y porque los eligió por su gusto (v.22)
C’Yo no cometeré contra Yavé el mal de dejar de orar por ustedes;
al contrario, los instruiré en el camino recto y bueno (v.23)
B’ Teman a Yavé y sírvanle de corazón pues han visto cuan grandes cosas ha hecho por ustedes (v.24)
A’ Si persisten en hacer el mal ustedes y su rey perecerán (v.25)

Esta estructura realmente habla por sí sola. Veamos los detalles de adentro (C-C’) hacía afuera. La talla del liderazgo y el carácter de Samuel son tales, que si no cometió injusticia en toda su vida de liderazgo, no lo va a hacer ahora después de viejo. Por eso, aún en la vejez, y en desacuerdo con la petición de un rey, él hará dos cosas esenciales para la supervivencia del pueblo: oración e instrucción. Igualmente, Samuel afirma que Dios no los abandonará, pero por razones superiores a cuestiones de gobierno: su gran nombre y por (el motivo porque esta gente se había convertido en su pueblo) su puro gusto. Así pues, sea cual fuere la forma de gobierno, el pueblo no debe temer, sino servir a Dios de corazón; no debe apartarse para irse tras ilusiones que no salvan, como su nueva forma de gobierno (¡la monarquía!).[4] Por que si no, se cumplirá lo que temen: perecerán con todo y su rey (si persisten en hacer el mal). Sea gobierno de uno (monarquía) o gobierno de asamblea, o de presbíteros, o de 70, o de 12, o de diez, temamos y sirvamos al que ha hecho grandes cosas para salvarnos y no corramos tras las vanidades de las modas, sean cananeas, coreanas, alemanas o colombianas. Las iglesias y los países cambian cuando cambia su gente. Samuel tuvo la valentía de decir la verdad, y el afecto (la cortesía) de mantenerse orando e instruyendo al pueblo de Dios según sus necesidades.

[1]Germán Puyana García, ¿Cómo Somos? Los Colombianos: Reflexiones sobre nuestra Idiosincracia y Cultura, 3 ed. revisada y ampliada (Bogotá: Panamericana Editorial, 2005), 113–14, 87. Tal vez algo parecido se podría decir de otros países latinoamericanos. Sufrimos de una ingenuidad que se expresa en diversos ámbitos incluyendo el eclesiástico y el electoral: “si cambia el gobierno cambiará el país” o “si cambiamos las leyes cambiarán las cosas,” “si cambiamos la estructura, cambiará la iglesia.”
[2]Tal vez no es exactamente un caso de apostasía como el que se ve más adelante en los relatos de Elías y Eliseo en el reino del norte y con reyes como Manasés en Judá, pero es un caso serio que requiere dos respuestas tanto claras como contundentes.
[3]Para captar la construcción literaria y la fuerza del mensaje, debe leerse A con A’, B con B’ y C con C’, notando la correspondencia (sea sinónimo o contraste) entre las palabras escritas en bastardilla.
[4]Para apreciar cuán acertado estaba Samuel no hay sino que leer 2 Samuel, Reyes, Crónicas y los profetas.
©2006Milton Acosta

noviembre 13, 2006

Cambio de Gobierno (2)

Viejo pero no podrido
©2006Milton Acosta

Antes de llegar al corazón teológico del problema sobre la petición de un rey, Samuel hace algunas precisiones sobre su administración: lo que no ha hecho. De manera desafiante invita al pueblo a que lo acuse si ha cometido alguna falta. El líder saliente afirma que no ha usado su posición de poder para tomar los bienes de otro; que no ha engañado a nadie con profecías pagadas ni milagros para ricos; y que no ha aceptado sobornos para juzgar a favor ni en contra de nadie. Samuel puede estar viejo, pero no está podrido. No hizo negocios sucios, no actuó con hipocresía, ni se aprovechó de nadie.[1] Es curioso ver que la mayoría de las cosas que menciona Samuel tienen que ver con economía y con dinero.

La defensa/despedida de Samuel apunta a una tentación de toda persona en posición de liderazgo: el abuso del poder para beneficio propio. Nuevamente nos encontramos con prosa poética hebrea. El quiasmo del v.3 se podría representar de la siguiente manera con una traducción literal:

Aquí estoy
A Testifiquen contra mí delante de Yavé y delante de su ungido
B Un buey ¿de quién he tomado yo? Un asno ¿de quién he tomado yo?
C ¿Y a quién he oprimido?[2] ¿a quién he maltratado?
B’ ¿Y de la mano de quién he tomado recompensa? y ¿he cegado mis ojos con ello?
A’ Testifiquen contra mí y se los devolveré.[3]

Este largo versículo contiene tres pares de preguntas enmarcadas con la inclusión “testifiquen contra mí.” Las dos preguntas iniciales y las dos finales especifican las acciones cuyo nombre aparece en las dos preguntas del centro: oprimir y maltratar. Empecemos con las preguntas de los extremos, luego pasamos al centro y por último al desafío para que testifiquen contra el ejercicio de su liderazgo.

La pareja del buey y el asno aparece repetidas veces en la Biblia, especialmente en Éxodo y Deuteronomio.[4] En ocasiones la acompaña un tercer animal, la oveja. Estos animales son de los bienes más preciados en la antigüedad por su papel en la economía.[5] Son tan importantes estos animales para la economía, que se incluyen dentro de los que deben descansar el día sábado (Exodo 20:10).[6] En otras palabras, el no haber tomado el buey y el asno de nadie quiere decir que a nadie ha arruinado ni le ha quitado los medios de subsistencia. De haberlo hecho hubiera caído en opresión y maltrato.

Siguiendo con el quiasmo, la otra actividad ilícita que va con la toma de un buey o un asno de alguien es el soborno en el ámbito legal, otra manera de aprovecharse del puesto y de la cual hay abundantes advertencias y denuncias en la Biblia.[7] La respuesta del v. 4 elimina todos los detalles y recoge la esencia de la pregunta: “a nadie has oprimido ni maltratado, ni has tomado nada de la mano de nadie.”

Impresiona la capacidad del escritor bíblico de decir tanto con pocas palabras y de manera estilizada: así como Samuel reconoce sus limitaciones, el pueblo debe reconocer la integridad de Samuel. En esencia, Samuel está afirmando y el pueblo está reconociendo que Samuel no ha sido como se advierte en 1 Sam 8:11–18 que serán los reyes: tomará de lo mejor del pueblo y el pueblo se lamentará.

¿Qué nos enseña esto? Entre otras cosas, que el carácter (integridad) de un líder nacional es tan importante como sus credenciales (idoneidad demostrada en hechos concretos) y su competencia (fuerza física y espiritual) para el cargo. ¿Cuántos candidatos a puestos públicos se atreverían a desafiar a sus electores con preguntas como las de Samuel? Pero falta todavía…(Continúa en “Cambio de Gobierno 3”)

[1]Cp. Iain W. Provan, 1 and 2 Kings, New International Biblical Commentary (Peabody, Mass.: Hendrickson, 1995), 56.
[2]El mismo verbo (qv[) se traduce como “extorsionar” en Levitico 5:21, 23 y como “oprimir” en Levitico 19:13; Deuteronomio 24:14; 28:29; 28:33. Es pues mucho más fuerte que “defraudar,” como aparece en algunas versiones.
[3]La descripción de su gestión contrasta con la que él mismo ha hecho de los reyes en 8:11–18. Cp. Lucas 19:1–10.
[4]Exod. 20:17; 21:33; 22:4, 9; 23:4, 12; Deut. 5:14, 21; 22:4, 10; 28:31; Jue. 6:4; Job 6:5; Isa. 1:3; 32:20; Lc. 13:15
[5]En Jueces 6, p.ej., los madianitas que llegaban a Israel para destruirles su economía atacaban al buey y al asno. Pero, mucho antes en la Biblia, el buey y el asno son de las cosas que no se deben codiciar en los diez mandamientos.
[6]Para más detalles sobre animales bíblicos, véase Edwin Firmage, "Zoology," in Anchor Bible Dictionary (New York: Double Day, 1992).
[7]Exod. 23:8; Deut. 10:17; 16:19; 27:25; 1 Sam. 8:3; 1 Re. 15:19; 2 Re. 16:8; 2 Cron. 19:7; Job 6:22; 15:34; Sal. 15:5; 26:10; Prov. 6:35; 17:8, 23; 21:14; Isa. 1:23; 5:23; 33:15; 45:13; Ezeq. 16:33; 22:12; Miq. 3:11.
©2006Milton Acosta

noviembre 06, 2006

Cambio de Gobierno (1)

Cambio de Gobierno (1)
Qué tiene que ver la crianza de los hijos con la seguridad nacional
©2006Milton Acosta

En la Biblia hay varios discursos de despedida, incluyendo los de Moisés, Josué, Samuel, Jesús y Pablo. Estas “últimas palabras” cierran una etapa y abren una nueva en la historia del pueblo de Dios y de las comunidades específicas a las que se habla. Una diferencia curiosa de la despedida de Samuel con respecto a otras es que Samuel se despide (1 Samuel 12), pero no se va enseguida (muere en el capítulo 25).

En 1 Samuel 12 encontramos pues el discurso[1] del último de los jueces, Samuel, quien además es el primer gran profeta después de Moisés. La reflexión es para dos épocas: al final de los jueces y al inicio de la monarquía. El lugar del discurso en el libro sin duda agua la fiesta del final del capítulo 11, donde Israel celebra las victorias que les ha dado su nuevo y flamante rey Saúl. El texto es una mirada al pasado y al futuro con el presente como plataforma.

Sin el ánimo de pretender mirar cada punto en detalle, examinaremos brevemente algunas cuestiones centrales del discurso,[2] cuales son: primero, qué ha hecho y qué no ha hecho Samuel; segundo, qué ha hecho Dios; y por último, una interpretación de la petición de un rey. El texto es un excelente modelo de cómo hacer teología de toda la Biblia para realidades actuales.

Los versículos 1 y 2 dan a entender que ya la decisión sobre el rey está tomada: pidieron rey y rey le han puesto. La declaración de Samuel aparece en una pequeña estructura quiástica:

A Y ahora, he aquí el rey andará delante de ustedes.[3]
B Yo estoy viejo y lleno de canas. He aquí mis hijos están con ustedes.[4]
A’ Y yo en andado delante de ustedes desde mi juventud hasta el día de hoy.
La cronología de la narración es futuro-presente-pasado. Lo normal sería pasado-presente-futuro, así como lo normal en Israel debería ser el reino de Dios y no de un rey ¡y menos uno como Saúl! Da la impresión que el relato cronológicamente invertido reflejara que las cosas en Israel también están al revés. De todas maneras, el presente está donde debe estar: Samuel está viejo y sus hijos ahí están. El líder saliente es realista: estoy viejo y lleno de canas. Eso es lo que ha precipitado un futuro con rey, a pesar de que el pasado (la vida de Samuel) sea irreprochable.[5]

Ese presente que es el centro tanto de la cronología como del quiasmo literario, parece ser también el centro del problema. A la inapelable vejez se le suma otra realidad que Samuel tampoco puede esconder: sus hijos. No es tan evidente por qué se mencionan y por qué en ese lugar. Alter sugiere que se trata de una “dinastía fracasada.”[6] Nos parece dudoso porque no ha existido el modelo dinástico en Israel hasta el momento: Josué no es hijo de Moisés ni dejó sucesor; los jueces carismáticos por definición no tenían sucesores; a Elí no lo sucedieron sus hijos. Entonces, ¿por qué habría de esperarse que la referencia fuera dinástica? Tal vez es mejor pensar simplemente en un problema compuesto. La vejez de Samuel, el desafuero de sus hijos y la amenaza de los filisteos son las tres razones por las que han pedido un rey. El pueblo erróneamente piensa que, como las demás naciones, estará mejor y más seguro con otra forma de gobierno, con otro tipo de líderes. Pero, como muestra el resto del texto, el problema central no es de estructuras y jerarquías. El asunto es más profundo… (Continúa en “Cambio de Gobierno 2”).

[1]El discurso tiene un alto contenido de teología deuteronómica (de Deuteronomio) y por eso algunos lo incluyen dentro de los discursos Deuteronomistas, del supuesto Historiador Deuteronomista que propuso Noth. Véase Martin Noth, Überlieferungsgeschichtliche Studien, Schriften der Konigsberger Gelehrten Gesellschaft. Geisteswissenschaftliche Klasse, 18 (Halle: Max Niemeyer Verlag, 1943). Martin Noth, The Deuteronomistic History, Jsotsup 15 (Sheffield: JSOT Press, 1981). José Luis Sicre, "La Investigación Sobre La Historia Deuteronomista Desde Martin Noth a Nuestros Días," Estudios Bíblicos 54 (1996).
[2]En este artículo estoy siguiendo, en parte, un excelente artículo sobre la “teología pública.” I. Howard Marshall, "Biblical Patterns for Public Theology," European Journal of Theology 14, no. 1 (2005).
[3]La expresión hebrea “andar delante de” hace referencia a un “funcionario público.” Véase Robert Alter, The David Story: A Translation with Commentary of 1 and 2 Samuel (New York: Norton, 1999), 65.
[4]¿Había tomado Samuel los correctivos a los problemas con sus hijos (cp 8:1–5)?
[5]Sin ser despedida, nótese la similitud de esta situación con la de Pablo y sus queridos, pero igualmente problemáticos corintios (2 Corintios 7:2–4)
[6]Alter, 65.
©2006Milton Acosta