enero 15, 2009

¿Profeta yo? (2)

¿Profeta yo? (2)

No, pero sí

Milton Acosta PhD

La Biblia no se puede leer como Condorito: en cada página una obra completa (un chiste). No; en la Biblia las cosas tienen un orden y una secuencia. Así como la historia de la humanidad se divide en a.C. y d.C., así también se debe hacer teología bíblica. Hay cosas que sólo son a.C., otras que sólo son d.C. y otras que son a.C. y d.C. Ese orden y secuencia es fundamental en el gran drama de la salvación. Por eso los maestros de la Escritura se preparan y estudian la Biblia con diligencia, como lo han hecho los maestros judíos y cristianos siempre. Uno no puede ser su propio maestro. El eunuco etíope lo sabía (Hc 8:26–40).

Ud. dirá, “sí, pero cuántas barbaridades no han dicho los grandes eruditos de la Biblia.” Y habrá que contestarle: “tiene toda la razón.” Pero antes que ud. diga “ah, se da cuenta”, hay que decir que así como la alternativa a los malos médicos no es montar un quirófano en cada esquina y hacer cirugías con cuchillos oxidados, la alternativa a los malos maestros no es la ignorancia caprichosa y atrevida. La alternativa es estudiar y con la ayuda de Dios ser un buen maestro.

En la historia de la salvación, entonces, los profetas (tipo Isaías) son cosa del pasado: “Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo” (Hb 1:1–2). El apóstol Pedro añade: “Recuerden las palabras que los santos profetas pronunciaron en el pasado, y el mandamiento que dio nuestro Señor y Salvador por medio de los apóstoles” (2P 3:2). Eso significa que Jesucristo es el clímax de la revelación de Dios. No hay más que añadir ni que inventar. Por eso, Peter Wagner camina en aguas supremamente peligrosas al sugerir que Dios continúa hoy dando nuevas revelaciones.[1]

En la teología bíblica, los profetas del Antiguo Testamento cumplieron una misión única para un tiempo específico que ya pasó.[2] Si el uso del término “profeta” persiste en la iglesia hoy, será en un sentido metafórico y limitado, muy limitado. Así como no llevamos coronas de reyes ni hacemos sacrificios de animales por ser llamados los cristianos “reyes y sacerdotes” (1P 2:9), así tampoco los profetas y apóstoles después de Jesucristo pronuncian oráculos como lo hicieron los profetas del Antiguo Testamento.

Del Nuevo Testamento aprendemos algunas lecciones al respecto. Los escritores del NT en vez de autoproclamarse profetas y de andar profetizando maridos y riquezas a diestra y siniestra; se dedicaron a escuchar a Jesús y a estudiar los profetas del Antiguo Testamento para ver de qué manera éstos anunciaban al Cristo y de qué manera en Jesús se cumplía lo que los profetas del Antiguo Testamento habían dicho (Hc 3:24–25; 8:26–40). [3] El único escritor del NT que dice ser profeta es Juan en Apocalipsis.

“Profeta” después de Jesucristo, no representa una condición, ni títulos, ni unciones especiales, ni nada distinto a anunciar a Jesucristo muerto y resucitado por nuestros pecados (1 Cor 14:24, 37; 1P 2:9). El predicador es un profeta porque anuncia la palabra de Dios. Los misioneros son apóstoles porque Dios y la iglesia los envían a anunciar el mensaje de Cristo. Pablo habla de profecía como un mensaje de Dios emitido en el poder del Espíritu Santo “en una lengua que entienden tanto el que habla como el que escucha.”[4]

Si una persona dice hoy que Dios le dio una “revelación”, entonces esas palabras deberían añadirse a la Biblia, ¿no es cierto? Pero como eso no se puede, entonces cualquier cosa que alguien hable en nombre de Dios, debe salir de la Biblia, de lo que ya ha sido revelado, y de la coherencia interna de la revelación. Y si ese es el caso, entonces hay que tener cuidado con eso de “Dios me dijo”; primero porque los latinoamericanos arrastramos la excesiva reverencia al brujo y al cura; y segundo porque si lo que supuestamente “Dios le dijo” está en la Biblia, ¿qué necesidad tiene de maquillarlo de una espiritualidad superior? Cuidado debe tener quien lo dice y quien lo escucha. Resulta arrogante pensar que la Biblia no es suficiente como para necesitar que venga Dios ahora a decirle a una persona nuevas revelaciones. Sin embargo, y a pesar de todo lo que hemos dicho, y para ser absolutamente honestos, debemos reconocer que en el Nuevo Testamento sí hay profetas. ¡¿Cómo?! Así es.        Continuará
©2009Milton Acosta

[1]Peter Wagner, "Power Ministries," in Evangelical dictionary of world missions, ed. A. Scott Moreau (Grand Rapids, Michigan, EUA: Baker, 2000).

[2]Véase el argumento sintáctico en Daniel B. Wallace, Greek grammar beyond the basics. An exegetical syntax of the New Testament (1996), 285–286.

[3]En Qumrán y en Josefo la idea de David como profeta es más amplia. Véase Joseph A. Fitzmyer, Los Hechos de los Apóstoles (Salamanca, España: Sígueme, 2003), 350. Hasta el rey David es llamado “profeta” porque comprendió el tema del Mesías (Hc 2:29–31; cp. Sal 16). Y en Lucas ¡Abel está en una lista de profetas! (Lc 11:49–51).

[4]F. F. Bruce, Paul, Apostle of the Heart Set Free (Grand Rapids, Mich., Estados Unidos: Eerdmans, 1977; reprint, 1999), 272.