septiembre 30, 2013

El nini, la hormiga y el pájaro



El nini, la hormiga y el pájaro 
Milton Acosta PhD




A partir de cierta edad, y dependiendo de la familia de origen, comenzamos a preocuparnos por el sustento diario. Solucionado esto, nos preocupamos por nuestro bienestar y por el futuro. Cuando tenemos hijos, nos preocupan estas tres cosas por ellos.
El asunto depende de la familia porque existen los jóvenes trabajadores y existen los “ninis”. Se les llama ninis a los jóvenes que ni estudian ni trabajan; sólo consumen. Consumen modas y tecnología, chisme y charlatanería; consumen a sus padres, a otros habitantes de su casa y del planeta. Sus vidas parecieran estar inspiradas en Jesús, quien dijo: “No se preocupen por su vida, qué comerán o qué beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ... Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ...” (Mt 6:25-27).
Cuando los ninis oyen estas palabras de Jesús, escuchan allí la voz de Dios diáfana y directa. Ellos son las aves del cielo y los lirios del campo, bien alimentados y bien vestidos, sin sembrar ni cosechar ni almacenar; no se preocupan por su vestido, no trabajan ni hilan; sin embargo, comen platos y usan marcas que Salomón jamás soñó.
Las palabras de Jesús parecieran desautorizar a Salomón, quien arremete contra el perezoso y lo ridiculiza diciéndole que observe a la hormiga y aprenda a trabajar (Pr 6:6-11). La hormiga hace todo lo contrario de las aves del cielo y los lirios del campo: recoge y almacena alimentos en época de abundancia para tener qué comer en tiempos de escasez; y hace todo eso sin que nadie la mande ni la gobierne. Sin embargo, parece que, aunque Salomón se inspiró en la hormiga y aseguró su futuro y el de sus hijos, mejor le ha ido al pájaro del cielo y al lirio del campo, porque Dios los alimenta y los viste mejor de lo que logró Salomón con todo su esfuerzo. Ante esto, el nini se alegra y la persona responsable se desconcierta. ¿Qué hacemos?
Varias de las enseñanzas de Jesús, planteadas de forma absoluta, deben entenderse en términos de proporcionalidad, no de tomar una cosa y eliminar la otra. Por ejemplo, Jesús dijo que para poder seguirlo a él un discípulo suyo debía “aborrecer” (gr. misei) padre, madre, mujer, hijos, hermanos y hermanas (Lc 14:26). El verbo griego (miseo) es claro; se trata de odiar, de detestar. Sin embargo, ninguno de los discípulos de Jesús tomó la decisión de exterminar a su familia. Las palabras tienen que ver con valorar más una cosa (Jesús) en comparación con otra (familia). Por eso, algunas versiones traducen este texto como “sacrificar el amor a” (NVI) en vez de “aborrecer”, para evitar la violencia intrafamiliar en el nombre de Jesús. Además, Jesús insistió en las responsabilidades de los creyentes con su familia (Mr 7:11-13).
Jesús era conocido como carpintero, no como nini. Sus discípulos trabajaban en toda clase de oficios. El tema en el Sermón del Monte no es el dilema de trabajar o no trabajar; tampoco es la previsión. El tema es la angustia que produce la falta de confianza en Dios, la desintegración que resulta de valorar más las posesiones que las relaciones, el desorden emocional que trae ignorar el valor que tenemos delante de Dios, la inseguridad que viene cuando desconocemos que nuestro futuro está en las manos de Dios, y el sentido de la vida. Por eso nuestra mayor preocupación debe ser buscar el reino de Dios y su justicia. En eso hay que ocuparse, al tiempo que nos ganamos el sustento.
Por cierto, hay que ver lo que trabajan un pájaro y una planta para obtener su alimento. Las plantas trabajan las 24 horas y los pájaros inician labores antes de salir el sol. Las hormigas se quedan quietas cuando baja la temperatura. Pero la hormiga sigue siendo modelo de diligencia, mientras que las aves del cielo y los lirios del campo lo son de confianza en Dios.
En síntesis, no es que la hormiga no confíe en Dios y que el pájaro sea un holgazán. Jesús no fue el fundador de la cultura nini, ni calló a Salomón. El tema de Jesús no es si somos hormiga o pájaro. Los temas son la confianza en Dios, la cual se alimenta del conocimiento del valor que tenemos sus hijos para él, y el reino de Dios y su justicia, lo cual muestra que Dios es real y está entre nosotros.©2013Milton Acosta

agosto 09, 2013

David y Urías: Dime tú qué harías (1)




David y Urías: Dime tú que harías (1)
Un borracho en su sano juicio
Milton Acosta, PhD

Normalmente el borracho se caracteriza por ser una persona que está fuera de sí, que no tiene pleno control de sus acciones (es decir, es casi una persona) y que muchas veces, pasada la borrachera, no se acuerda de lo que ha hecho. Los chistes de etílicos abundan, pero también las historias trágicas.

Como en todas partes y en todas las épocas, en el mundo bíblico también hay borrachos, también dan risa y también son objeto de ilustraciones: “Andan a tientas en medio de la oscuridad, y se tambalean como borrachos” (Job 12:25). Sin embargo, en la Biblia hay una historia de un soldado extranjero en el ejército israelita, que aún estando borracho es capaz de actuar con el más sano de los juicios. Su antagonista es el rey de Israel, quien, sin necesidad de tomarse un solo trago, actúa de manera vergonzosa y después no se acuerda de nada (2 Samuel caps. 11–12).

David es el rey de Israel que en la Biblia es alabado por sus victorias militares y por su piedad. Urías es el extranjero que se ganó la ciudadanía pagando el servicio militar. Sin embargo, en el encuentro de estos dos hombres, el israelita de más alto rango es el malo, y el extranjero de bajo rango es el bueno. Pero, para colmo de todos los males, de las ironías, de las paradojas y de las cosas que no son como uno piensa que deben ser, Urías murió, y David siguió siendo rey. Y como si eso fuera poco, hasta se quedó con la mujer de Urías. Da como rabia todo esto.

La historia sorprende por varias razones. En primer lugar, justo antes de esto, el relato del libro de Samuel acaba de celebrar las victorias de David. El escritor bíblico parece tener gran admiración por su personaje. No es el giro que uno espera, pero eso es precisamente lo que caracteriza una historia bien contada, el giro inesperado. En segundo lugar, el escritor bíblico hasta aquí había hecho un gran esfuerzo para demostrar que David nada tuvo que ver con la muerte de sus enemigos; nos convence de que David no es un asesino para luego decirnos que sí lo es.

En tercer lugar, el escritor no se limita a contar que David tuvo un problema con uno de sus soldados por causa de una mujer para luego seguir con el relato del gran rey victorioso, sino que se ocupa de los detalles y la minucia de la maldad de David. La estrategia narrativa de este autor desconocido podría tener propósitos de suspenso (si uno está leyendo el texto por primera vez), ya que nos ha mostrado cómo la desobediencia condujo a Saúl a la pérdida del trono y a la muerte (1S caps. 15–31). ¿Pasará lo mismo con David? Y en cuarto lugar, sorprende porque es la historia del extranjero heroico y el israelita villano en la Biblia. Aunque, si uno ha leído la Biblia un poco, no se sorprenderá tanto. ¿Qué hará Dios con David?



Continuará…

enero 04, 2013

La soberana gana


La soberana gana

Milton Acosta, PhD

Cuando Bruce fue comisionado como “Dios interino” y se convirtió en Bruce “Todopoderoso”, se dio cuenta de que eso de ser Dios es un asunto muy complicado para un ser humano. Tener poderes puede ser útil y hasta divertido, pero administrar la historia y la vida de las personas es un barullo de grandes proporciones. No vamos a resolver el problema aquí, pero sí podemos proponer unas reflexiones.

Uno de los temas de mayor complejidad en la teología bíblica es precisamente ese que muestra la citada película,  la soberanía divina en relación con la responsabilidad humana. La Biblia afirma las dos cosas sin ponerle mucha tiza. Pero cuando uno se pone a pensar en el asunto, la lógica casi inevitablemente lo lleva a concluir que las dos cosas no pueden ser ciertas. ¿Cómo puede Dios tener todo determinado y al mismo tiempo el ser humano tomar decisiones libremente? O lo uno o lo otro, pero no los dos a la vez.

Decir que una cosa es que Dios sabe lo que va a ocurrir y otra es que lo determine podría parecer una solución. Sin embargo, la Biblia afirma las dos cosas, no sólo que Dios lo sabía, sino que lo determinó.

Uno de los personajes bíblicos que afirma estas cosas es Pedro. Ya arrepentido y restaurado de su profunda caída al negar que conocía a Jesús, Pedro se convierte en predicador evangelista y defensor de la fe en Cristo. Muchos fueron los convertidos por su predicación; lo cual sugiere que los oyentes entendieron su mensaje y que el Espíritu Santo actuó en ellos. El problema es cuando nosotros, que tenemos una forma de pensar distinta a los judíos del primer siglo, nos ponemos a examinar lo que Dijo Pedro.

Así interpreta Pedro la muerte de Jesús: (1) Este fue entregado según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios; (2) por medio de gente malvada ustedes lo mataron, clavándolo en la cruz; y (3) Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque era imposible que la muerte lo mantuviera bajo su dominio (Hech 2:23–24).

Dios tenía un propósito en la muerte de Jesús, la determinó y lo sabía. Pero, quienes mataron a Jesús no son títeres de Dios; son responsables por sus acciones, tanto los autores materiales como los que estaban detrás de esa muerte. Pero, hay cosas en las cuales los seres humanos no pueden intervenir de ninguna manera. Ninguna acción humana podía detener la resurrección de Jesús. Se trata de una realidad ontológica de la divinidad; es decir, por definición Dios está por encima de la muerte; no hay decisión humana con poder alguno contra la resurrección de Cristo.

Una pregunta que surge de esta discusión es si las tres afirmaciones de Pedro se aplican a todos los eventos de la historia y a todos los seres humanos de todos los tiempos en todas partes del mundo. La respuesta preliminar es que sí, que Dios sabe y determina la historia, que los seres humanos somos responsables por nuestras acciones y que los propósitos últimos de Dios no los detiene nadie. Si incluye a Judas (Jn 17:12), y a los que mataron a Jesús, entonces nada queda por fuera. En conclusión, somos libres para hacer lo que Dios ya determinó para poder cumplir así sus propósitos soberanos, los cuales son siempre los mejores. En otras palabras, somos libres para hacer lo que nos dé la soberana gana. ©2013Milton Acosta