septiembre 18, 2008

Un Insulto para Jesús (2) Un buen mal ejemplo

Milton Acosta PhD

Las actitudes de quienes se encontraron con Jesús se pueden resumir en tres grupos: los que creyeron,[1] los que lo rechazaron y los que dijeron “hablamos más tarde” (cp Hechos 16:32–34). Estamos hablando aquí del segundo.

Se puede suponer que las etapas de la relación de este grupo de judíos con Jesús es más o menos así: (1) escuchan los rumores de lo que Jesús dice y hace; (2) van a ver para cerciorarse; (3) le hacen preguntas para entender mejor o para ponerle trampas; (4) entienden, pero como no pueden aceptar lo que oyen, discuten; (5) cuando no les quedan más argumentos recurren al insulto y al abuso; (6) lo amenazan de muerte porque ven a Jesús como una amenaza de proporciones religiosas y políticas peligrosas; (7) se confabulan con el poder de turno para acabarlo.

El mérito de los que insultan a Jesús llega apenas hasta la cuarta etapa. Son personas fieles a unas tradiciones teológicas sólidas y serias,[2] que han considerado las implicaciones de la persona y mensaje de Jesús, y, aunque lo que resulta es un insulto, se trata de conclusiones teológica pensadas. Es decir, este insulto no es malo del todo. No hablan por hablar; no repiten como loros rumores que andan por ahí; no son perezosos mentales.

La recomendación del texto para nosotros es clara: antes de insultar a Jesús, hay que oír y examinar para no hacer el ridículo que hace mucha gente que rechaza con argumentos de academia barata como la del Código Da Vinci, o por lo que dicen los segmentos de farándula en los noticieros amarillistas de televisión. Tampoco es mejor hacerse el “educado” que dice: “ah sí, Jesús me parece muy interesante.” Los que insultan a Jesús en Juan no son turistas de la fe. Son gente que busca a Jesús, lo ha escuchado con atención, y concluyen que lo que dice es ofensivo para ellos. Por eso lo insultan.[3] Así que si estos judíos fueron atrevidos, por lo menos se tomaron el trabajo de escuchar y pensar. Igual o más atrevido es quien insulta a Dios sin pensar y sin piso, que el que lo hace por convicción. En otras palabras, estas personas que insultaron a Jesús en Juan 10–12, aunque se hayan equivocado, son ejemplares.

Si Dios existe, y si Jesucristo es Dios, obviamente no se le debe insultar. La pregunta es cómo llegaron estas personas en Juan al insulto. Mejor dicho, si alguien va a insultar a Jesús y a descalificarlo, que no lo haga desde una ignorancia maquillada con medio semestre de universidad, si no a partir de una reflexión basada en un examen serio y pausado de quién es Jesús y de las implicaciones de su persona y su mensaje. Por ejemplo, una persona que no ha leído ni estudiado la Biblia, no tiene ningún derecho intelectual ni teológico ni razonable para rechazar a Jesús o burlarse de sus seguidores, porque no sabe de qué está hablando; habla por hablar. ¡Y hay que ver cuánta gente lo hace! Es ridículo. ¿Cómo puede uno llegar a conclusiones sobre el calentamiento global sin haber estudiado el tema? Pero todo el mundo se cree experto en calentamiento global así como se cree experto en Dios y en la Biblia.

Al que piensa, le sirve para analizar el razonamiento de las primeras personas que rechazaron a Jesús con argumentos. Al que no piensa, le sirve para preguntarse si al rechazar a Jesús y no seguirlo, sabe lo que está haciendo. Sería el colmo de la desgracia que un individuo se perdiera de conocer a Dios sólo porque le dio pereza investigar y pensar o porque “por ahí dicen.” No se trata de decidir si el iphone es bueno y necesario, se trata de Dios, quien, si es cierto que existe, es la consideración más importante de la vida.

No podemos terminar sin decir algo de la última etapa: los intereses políticos y religiosos que cuidaba la élite: “Si lo dejamos seguir así [dijeron los jefes de los sacerdotes y los fariseos], todos van a creer en él, y vendrán los romanos y acabarán con nuestro lugar sagrado, e incluso con nuestra nación” (Jn 11:48). Es decir, para ellos no es solamente lo teológico y las tradiciones las que están en juego, sino su propia existencia como nación. Otra vez, y aunque no estemos de acuerdo con sus métodos, estas son razones de peso para ellos. Claro tampoco vamos a decir que hay que matar a aquel con el que no estamos de acuerdo, como hicieron estos líderes religiosos y como hacen muchos trogloditas en el mundo. En eso sí son un mal ejemplo. Pero fíjese que esto ya no obedece a razones teológicas, sino a cuestiones políticas. En conclusión, rechazar a Jesús sin haber reflexionado seriamente y sin saber por qué es también un insulto para Jesús.
©Milton Acosta
[1]Algunos, aún en contra de sus tradiciones y de la presión de grupo, llaman a la sensatez: “Estas palabras no son de un endemoniado. ¿Puede acaso un demonio abrir los ojos a los ciegos?” (10:20–21). Tal vez la misma discusión ayudó algunos entendieran y creyeran. Siendo así, los cristianos no debemos huirle a los críticos; como ha dicho un autor, si hay gente que piensa que la Biblia está equivocada, yo estaría particularmente interesado en saber dónde piensan ellos que está el error. John Goldingay, Israel's Gospel, Old Testament Theology, vol. 1 (Downers Grove, Illinois, Estados Unidos: IVP, 2003), 24.
[2]Pero, según la Biblia, las tradiciones son precisamente el velo que no les deja ver y entender las Escrituras en las cuales supuestamente se basan sus tradiciones (cp 2 Cor 3:12–18). Para un excelente análisis de los problemas intrínsecos en las tradiciones (cristianas en este caso), véase Kevin J. Vanhoozer, The Drama of Doctrine: a canonical-linguistic approach to Christian theology (Louisville: Westminster John Knox Press, 2005), 160–165.
[3]No todo el que insulta es “malo”, pues “al NT han llegado muchos como ladrones y se han quedado para ser peregrinos.” N. T. Wright, The New Testament and the people of God, Christian origins and the question of God v.1 (London: SPCK, 1992), 3–4.

septiembre 12, 2008

Un Insulto para Jesús (1) Un buen mal ejemplo

Milton Acosta PhD

¿Lo han insultado alguna vez? ¿Cuál es el insulto que más recuerda? ¿Qué le dijeron? ¿El insulto apelaba a algo físico o a su carácter? ¿Tenía razón el agresor en algo? ¿Había allí otras personas en el momento? ¿Cómo se sintió usted? ¿Qué hizo? Pues le tengo muy buenas noticias: usted no es el primero, ni el último, ni la persona más importante que han insultado en este mundo.

Tenemos en la Biblia lo que podríamos llamar un “buen insulto”; el problema es que se lo dijeron a Jesús, en su cara y en público. Atrevidos los tipos como el que más, pero así fue. Pues estos tipos hoy nos sirven de ejemplo de algo que no se debe hacer y algo que se debe hacer.

En un largo diálogo entre Jesús y “los judíos”, a Jesús lo tildaron de “samaritano” y de “endemoniado” (Juan 8:48). El insulto es apenas lógico para ellos. ¿Cómo puede alguien en su sano juicio decir que ha visto a Dios, que ha venido de Dios, que Dios lo envió a la tierra, que no tiene pecados, que vive desde antes de Abraham, y ser normal? (Juan 8:31–59). No puede, concluyen ellos, a menos que esté endemoniado.[1] Es curioso que al grupo que discute aquí con Jesús se le identifique como “los judíos que habían creído en él” (8:31). Pero cuando Jesús los desafió sobre su falsa seguridad como descendientes de Abraham, reaccionaron violentamente.[2]

Uno entiende que se le llame loco a alguien que diga que es Dios, especialmente si las convicciones teológicas no lo permiten. Pero ¿por qué lo tildan de “samaritano”? En la región de Samaria vivían personas de distintas etnias y que no necesariamente tenían las mismas creencias, pues en Samaria en el siglo primero había también judíos, entre otros grupos. Así las cosas, “samaritano” se puede entender en tres sentidos: geográfico, étnico y religioso. ¿Con cuál de los tres insultan a Jesús? La pregunta no es inoficiosa porque si no sabemos cuál de los tres es, tampoco sabemos en qué consiste el insulto y si no sabemos eso tampoco entendemos la Escritura.

El insulto no es por lo geográfico ni por lo étnico. En el Nuevo Testamento nunca se apela a la etnia de los samaritanos, a eso de “casta impura”,[3] sino siempre a lo religioso. Incluye dos elementos principales: el sitio de culto y las Escrituras. Los samaritanos sólo reconocen el Pentatéuco como Escritura y afirman que el lugar de culto es Gerizim y no Sión. De modo que si alguien tiene ideas teológicas raras, samaritano será.[4]

La dificultad teológica de los judíos con Jesús es tenaz: ¿Dios-hombre? O se es una cosa o la otra, pero no las dos a la vez, les dice su teología del Antiguo Testamento y sus tradiciones. Pero, debemos preguntar también por qué muchos, siendo judíos, y habiendo sido criados y enseñados lo mismo, todavía creyeron en Jesús y en vez de tratarlo de samaritano o endemoniado, de loco o blasfemo, lo siguieron.

La discusión con los contradictores de Jesús se calienta todavía más y quieren eliminarlo. Jesús les pregunta que por cuál de sus obras quieren matarlo. Ellos le responden que no es por eso, sino por blasfemar, porque “siendo hombre” se “hace pasar por Dios” (Jn 10:33). Jesús otra vez los remite a las obras como garantía de que el Padre está en él, como dijeron otros judíos en 10:21. Es curioso también que después de la discusión Jesús diga que Juan el Bautista “nunca hizo ninguna señal milagrosa”, pero todo lo que dijo acerca de él era verdad. El resultado final es que “muchos en aquel lugar creyeron en Jesús” (10:42). ¿Ayudaron las respuestas a los contradictores de Jesús a aclarar las cosas para los indecisos? Y ¿qué tienen de bueno todos estos insultos?
Continuará. . .
©Milton Acosta
[1]No le dicen más samaritano, pero de nuevo lo tratan de endemoniado, y le añaden loco y blasfemo por iguales razones (Jn 10:1–42).
[2]Samuel M. Ngewa, The Gospel of John (Nairobi, Kenya: Evangel Publishing House, 2003), 168.
[3]Josefo refleja algo de los sentimientos negativos hacia los samaritanos. Algunos historiadores, según Meier, dicen que los deportados de Samaria fueron la élite, así como ocurrió en Jerusalén posteriormente. Y que los extranjeros traídos de afuera a Samaria fue la clase dirigente y eran también pocos. Pero, ¿no dicen tanto las fuentes bíblicas como las asirias que los deportados fueron decenas de miles? Antigüedades 9.14.3; cp 2 Reyes 17. Véase también John P. Meier, "The historical Jesus and the historical Samaritans: What can be said?," Biblica 81 (2000): 209s. Meier nos recuerda que cuando Josías intentó incluir Samaria en sus reformas, no se menciona nada parecido a lo que encontramos en el Nuevo Testamento. Cp Deut 11:29 y 27:12.
[4]Carson dice que recurren al abuso personal cuando se han quedado sin argumentos teológicos. Puede ser que lo acusen de traidor por adoptar posturas teológicas inaceptables para los judíos. Tal vez concluyen que sólo a un samaritano o aun endemoniado se le ocurriría negar que un judío sea hijo de Abraham. D. A. Carson, The Gospel According to John (Grand Rapids, Michigan, Estados Unidos: Eerdmans, 1991), 354–355.

septiembre 05, 2008

Teología de Migajas y Teología de Perros (3)

Mateo 15:21–28

Milton Acosta PhD

Continuación...

Que la fe de la mujer sea loable, que luche por su hija, y que no se amilane ante la adversidad, nadie lo discute, pero ¿no es demasiado que la dejen sin nombre, que Jesús la ignore y que los discípulos [1] y hasta el mismo Jesús la traten con desprecio? “¡Exijo una explicación!”, dirá el lector indignado. Hagamos el intento de comprender.

1. Hay por lo menos dos posibilidades para explicar el anonimato de un personaje en la literatura: por menosprecio o para no convertirlo en héroe. Según la primera, el anonimato en una historia, en este caso bíblica, es una forma de opresión, reflejo de una cultura jerárquica y machista.[2] Esta alternativa no funciona en nuestro caso por tres razones: (1) los hombres del relato, aparte de Jesús, tampoco tienen nombre; (2) la mujer, aunque sin nombre, es exaltada; y (3) hay historias en el Nuevo Testamento con hombres sin nombre (Lc 7:9; Mt 8:10; 9:18–26; 19:16–30), así como historias de mujeres con nombre (Mt 28:1–10). De modo que la mujer sirofenicia, sin tener nombre ni título de “discípula”, es sin duda más discípula que los discípulos. [3] Poco importa el título si no hay la substancia.

Otra alternativa es que el escritor no quiere hacer del personaje un héroe inalcanzable. Al quedar sin nombre, el lector se puede identificar con el personaje[4] y sentir que él o ella puede ser ese personaje. Si aplicamos esto a los discípulos anónimos, ¿qué diremos si ellos son el mal ejemplo? Pues lo mismo, que el lector también puede identificarse con ellos en su mal proceder. Esto no nos debería costar mayor trabajo.

2. La segunda pregunta que nos provoca este texto es por qué Jesús no sanó la hija de esta mujer sin tanto rodeo. Es probable que quisiera probar la fe de la mujer, como lo hizo en otros casos con los discípulos; pero de todas maneras, por qué así, con un trato displicente y humillante.

3. Lo del trato es más complejo, pero hay alternativas interesantes. Algunos estudiosos de esta historia creen que Jesús necesitó de la insistencia de la mujer para cambiar de opinión con respecto a los gentiles. Es decir, Jesús pensaba como sus discípulos; era un judío etnocéntrico igual que todos.[5] Pero ¿qué sentido tiene eso si para Mateo Jesús es el Hijo de Dios, Dios hecho hombre? Ya ha atravesado la frontera de la divinidad a la humanidad, se junta con prostitutas, publicanos, samaritanos y toda clase de gente. Más aún, ¡los pone de ejemplo!

Es más probable que Jesús haya cruzado la frontera de Galilea[6] para enseñar una lección fundamental a sus discípulos: La misión de la iglesia no respeta etnia ni geografía, así como la justicia, que “no reconoce” ni “teme a ciertos rostros” (Deut 1:17). Jesús saca a sus discípulos de la comodidad y les da un pequeño tour geográfico y teológico:[7] (1) Acaba de discutir el tema de la impureza en el relato anterior y les explica cuán equivocados están al pensar que los ritos judíos son los que purifican a una persona. (2) El evangelio de Mt empieza con una genealogía donde se incluyen por lo menos 3 mujeres que los judíos llamarían “perros”. Y (3) el final de Mateo es la gran comisión a todos los pueblos de la tierra.[8] Con la historia de la mujer sirofenicia, Jesús les ilustra todo eso en vivo.

Algunos autores sugieren que las duras palabras de Jesús van acompañadas de un guiño en su rostro. El guiño no se ve en el relato, pero se puede suponer. Es decir, Jesús le habla a ella como ella esperaría que le hablara un judío. Pero el propósito es, como en las parábolas, “voltear la torta” y darles una vergonzosa estocada teológica a los discípulos, incluyendo los lectores. Pareciera hacerles creer que él piensa como ellos para luego darles la sorpresa. La prioridad de Israel con respecto a los gentiles es histórica, no psicológica ni social. Y lo que reciben los gentiles de la salvación tampoco son migajas. Al trascender cultura y nacionalidad, Jesús invita a sus discípulos a hacer lo mismo.[9]

“Por ser parte de nuestra crianza y ambiente, [la cultura] también es parte de nosotros, y nos resulta muy difícil pararnos fuera de ella para evaluarla cristianamente. Sin embargo, eso es lo que debemos aprender a hacer porque, si Jesucristo ha de ser Señor de todo, nuestra herencia cultural no puede estar excluída de su señorío. Y esto se aplica tanto a las iglesias como a los individuos.”[10] Dios no tiene cultura favorita (Ap 21:26–27), ni siquiera la judía.

En conclusión, si no creemos en un reino de Dios multiétnico y multicultural, entonces tampoco podemos creer en Dios ni en su palabra. Al cruzar fronteras el creyente muestra cuánto conoce a Cristo. Si su posición y cultura son para usted lo más preciado y en su pedestal se sube para menospreciar a otros, Cristo lo invita a que se baje y sea más como él. Salga de su círculo, búsquese una sirofenicia, un “perrito” quizá de otro color y re-conozca el evangelio. Fin



[1]Tal vez los discípulos intentan despachar a la mujer porque pensaron que a Jesús le había molestado. Con esto le devolverían a su maestro la tranquilidad. R. V. G. Tasker, Matthew (Leicester, Reino Unido: InterVarsity, 1961), 150–151.
[2]Véase, p.ej., Janis Jaynes Granowski, “Polemics and Praise: The Deuteronomistic Use of the Female Characters of the Elijah-Elisha Stories” (Ph.D. diss., Baylor University, 1996).
[3]Hay otras posturas con respecto al asunto. Véase p.ej. W. R. Telford, The theology of the Gospel of Mark (Cambridge: Cambridge University Press, 1999), 230–234.. Se debe notar también que, aunque se especifica la región, no dice exactamente en qué ciudad están. Véase también P. Bonnard, Mateo (Madrid: Cristiandad, 1976), 348.
[4]Para la versión feminista completa, véase Patricia Daniel, "Feminism," in The Blackwell companion to postmodern theology, ed. Graham Ward, Blackwell companions to religion (Oxford: Blackwell, 2001), 438.
[5]Esta separación se ve también en Qumrán. Cp. Bonnard, 350. Aunque existe la posibilidad del favor de Dios para los gentiles amigos de Israel (Cp. Christopher Rowland, The open heaven: A study of Apocalyptic in Judaism and Early Christianity (Londres: SPCK, 1982), 174), el judaísmo oficial del primer siglo no acepta que los gentiles traspasen una sola de las 13 entradas a los predios del templo. Véase Jerome Murphy-O’Connor, The Holy Land, 5a ed., Oxford Archaeology Guides (Oxford: Oxford University Press, 2008), 88–89.
[6]Quizá la frontera entre los discípulos y esta mujer no es económica. Probablemente el idioma en el que se comunicaban era griego y eso no lo hablaba sino la gente que tenía algo de medios y educación.
[7]Quizá un viaje de meses. Leon Morris, The Gospel according to Matthew (Grand Rapids, Michiga, EEUUA: Eerdmans), 404–405.
[8]Cp. Theresa Okure, "The global Jesus," in The Cambridge companion to Jesus, ed. Markus Bockmuehl (Cambridge: Cambridge University Press, 2001).
[9]Bonnard, 351; R. T. France, Matthew (Leicester, Reino Unido: InterVarsity, 1985), 247. Morris también afirma que las palabras de Jesús solas suenen duras, pero tal vez lo dijo con una sonrisa. Cp. Morris, 404–405.
[10]John Stott, Making Christ known: historic mission documents from the Lausanne Movement, 1974-1989 (Grand Rapids, Michigan, EEUUA: Eerdmans, 1996), 40–41. No se trata de abandonar toda la cultura ni perder el aprecio por las cosas buenas que ésta tiene.