junio 09, 2011

Mi Predicador Favorito: La Secuela [2]


Regalos costosos
Milton Acosta, PhD



 La solución de Pablo al tema tarifario genera otro problema en su relación con los corintios; ellos se ofenden y lo tiene por menos; creen que le falta amor y los ha menospreciado;[1] en consecuencia, le pagan con la misma moneda. Siempre se considera una grosería rechazar la generosidad de otro. Así, la humillación de Pablo se convirtió en ofensa.
Es muy sabroso recibir regalos generosos y disfrutarlos; pero no siempre se puede recibir todo, ni de todos, sea usted predicador o no. Si a mi me regalaran un Lamborghini, no podría aceptarlo; o gustoso lo aceptaría, pero tendría que correr a venderlo sin siquiera prenderlo. No es sólo el mantenimiento del carro, sino el seguro, la ropa que habría que ponerse para manejarlo, el garaje que habría que tener y la casa en que vivir para no hacer el ridículo. Sería un regalo demasiado costoso de mantener. Así son algunos regalos, un encarte; vivimos para mantenerlos.
En la Biblia hay varios casos de individuos que rechazaron la generosidad de otros cuando percibieron que si aceptaban los regalos quedaban empeñados. Abraham prefirió pagar un precio alto por un terreno para enterrar a Sara, antes que recibirlo regalado de los hititas;[2] el profeta Eliseo rechazó los regalos que le ofreció Naamán al ser sanado de la lepra, a pesar de que él y los demás profetas pasaban necesidades (2R 2–8).[3]
Da la impresión que estas personas percibieron que al recibir la generosidad de otros estaban vendiéndoles su alma y su independencia de pensamiento. Hay personas que hacen favores para luego cobrarlos. El problema es que nunca hay pago que les satisfaga. Siempre les deberás.
¿Cometemos errores al aceptar ciertos favores? No, porque no siempre es posible conocer las intenciones de las personas. Hay muchos casos en la Biblia donde las personas aceptan gustosas la generosidad de otros. Abraham recibió regalos, Eliseo también lo hizo; Jesús mismo recibió donaciones para su ministerio; Pablo también.
La decisión de Pablo con los corintios fue entonces fruto de su discernimiento. Su conclusión fue: de esta gente no se puede recibir plata, así les sobre y así se ofendan.
Ahora mire usted lo que son las cosas; mi amigo pastor del que les contaba, decidió no invitar al predicador con sermones de distinta tarifa; y mi amigo predicador que no fue invitado por no tener una tarifa, a raíz de la experiencia decidió poner una modesta tarifa. ¿Cuál de los dos te parece que actuó bien? ©2011Milton Acosta                                                                                                                                                   Fin


[1] David E. Garland, 2 Corinthians (B&H Publishing Group, 1999), 478.
[2] Gn 23. No se sabe cuáles hititas son estos, pero es probable que Efrón se aprovechó de la situación de Abraham al verlo encartado con su muerta y le vendió, no sólo la cueva, sino todo el terreno, el cual quizá ni siquiera era suyo. Kenneth Kitchen, On the reliability of the Old Testament (Wm. B. Eerdmans Publishing, 2003), 325–328. No estoy tan seguro, como dicen Kessler y Deurloo, que sea tan importante comprar el terreno por su significado para el cumplimiento de la promesa de la tierra, puesto que en todo el Pentateuco la tierra es don de Dios; no es tierra que Israel compra. Martin Kessler y Karel Adriaan Deurloo, A commentary on Genesis: the book of beginnings (Paulist Press, 2004), 136–137. Aunque el terreno no es barato, el que Efrón se lo ofrezca como regalo “en presencia de todos ellos”, en esa cultura implica que Efrón enriquece a Abraham, y que toda su vida le deberá el regalo.
[3] Milton Acosta, “The role of the poor and marginal characters in the book of Kings: A rhetorical Analysis of 2 Kings 2-8 and 13:14-21” (Ph.D., Trinity Evangelical Divinity School, 2004).