febrero 20, 2009

¿Profeta yo? [3]

¿Profeta yo? (3)

Claro que no y claro que sí

Milton Acosta, PhD

Aunque en el Nuevo Testamento no hay profetas al estilo de los del Antiguo Testamento (excepto, hasta cierto punto, Juan y su Apocalipsis), sí hay personas llamadas profetas, hombres y mujeres: Zacarías (Lc 1:67), Ana (Lc 2:36), Caifás (Jn 11:49–51), Agabo (Hc 11:27–30; 21:10), los profetas y los que profetizaron (Hc 13:1; 15:32; 19:6–7), las cuatro vírgenes (Hc 21:8–9); además, existe el don de profecía (1 Cor 12:31; 14:5, 12). Pero, (1) son escasos; (2) no formaron jerarquías ni dominios; (3) no ejercieron ministerios proféticos con continuidad como los profetas del AT y (4) ¡no hay registro de lo que dijeron al profetizar! (excepto Zacarías, Caifás y Agabo). En cambio, (1) predicaron el evangelio (Hc 26:16–18)[1] y (2) animaron a los creyentes en su fe (1 Cor 14:3, 24).[2]

¿Por qué se llaman profetas entonces? Algunos textos del NT hablan como si todos los creyentes recibieran el don de profecía (Hc 2:17, 38; 4:31; 10:46; 19:6), pero aparentemente se les llamó “profetas” a los que profetizaban con regularidad. Aunque Lucas nunca presenta a Pablo profetizando, sino siempre enseñando o predicando,[3] de todas maneras, la profecía es sumamente importante para Pablo pues es el único don que aparece en todas sus listas (Rom 12, 6-8; 1 Co 12, 8-10. 28 ss.; 13, 1-3. 8 ss.; 14, 1-5. 6 ss. 26-32; Ef 4, 11; 1 Ts 5, 19-22). Así entonces, no se puede negar que existe la profecía en el Nuevo Testamento. Pero, tampoco se debe “distinguir demasiado netamente profecía y enseñanza: Una vez reconocido que la enseñanza incluye la interpretación, la línea divisoria entre las dos desaparece virtualmente.” No se debe olvidar que en la Escritura la enseñanza también es carismática porque ser maestro es un don del Espíritu y el que enseña debe estar lleno del Espíritu.[4] Ojalá que todos los predicadores y maestros de la Escritura nos esforzáramos más por conocer las Sagradas Escrituras para poder decir con Pablo: “Nada de lo que yo digo está fuera de lo los profetas y Moisés dijeron que iba a suceder” (Hc 26:22; cp. 3:24; 28:23 ). [5]

Pablo no condena los dones. ¡De ninguna manera! El problema que Pablo observa es que hay personas que piensan haber alcanzado en la tierra “el estado máximo de la existencia espiritual” y se olvidan que los dones espirituales son temporales y parciales, porque “ahora vemos como por espejo”. Esto lo dice Pablo no para devaluar los dones espirituales, sino para ponerlos en la perspectiva escatológica apropiada (642).

La profecía cayó en desprestigio a manos, o mejor bocas, de muchos por las mismas razones que cae en desprestigio hoy: el abuso.[6] Los más famosos son Montano y sus profetizas en el siglo segundo, quienes llegaron a creer que podían prescindir de las Escrituras, por aquello de que “si tenemos el Espiritu Santo, la Biblia sobra.” La falsa profecía y los falsos profetas siempre han existido. ¿Cuándo es falso? Cuando (1) se le dibuja el signo de dinero en la frente ($, £, €, Bs, ₡); (2) llama la atención sobre sí mismo y su espectáculo; (3) se le ve a leguas que es tramposo (sin olvidar los lobos en traje de oveja); (4) te hace sentir que tu vida depende de él o ella; (5) ofrece milagros como mercancía en subasta; y (6) distorsiona las Escrituras para beneficio propio. Cuando Dios los llame a cuentas por sus engaños van a decir como dijeron en el libro de Zacarías “¿profeta yo?” (Zac 13:5).

El llamarse alguien hoy “profeta” y creerse un Isaías o un Habacuc hoy, pone en peligroso la cristología porque la manera como entendemos la profecía determinará cómo entendemos la obra misma de Cristo y su carácter definitivo. Jesucristo reúne en sí los grandes pilares de la fe veterotestamentaria: ley, profeta, sacerdote, tierra, templo y rey. No podemos utilizar la Biblia a la topa tolondra; es necesario observar cuidadosamente la secuencia de la revelación, al igual que la continuidad y discontinuidad que se da entre el AT y el NT. La Biblia es una, es toda y es secuencial. La venida de Jesús es tan definitiva en la historia de la salvación que se puede decir: ¡ya llegamos![7] Y si ya llegamos, ¿qué más profecía y profetas necesitamos? Solamente los que anuncien que ya llegó y ya llegamos.

El profesor carismático Gordon D. Fee dice lo siguiente: Cuando Pablo habla de profecía en 1 Corintios 14, “no se refiere a un sermón preparado, sino a “una palabra espontánea dada al pueblo de Dios para la edificación de todos.” Fee recomienda a las iglesias carismáticas y pentecostales que no se les olvide probar los espíritus para asegurarse que la palabra profética es verdaderamente para la edificación, exhortación y consuelo de la comunidad,[8] lo cual es la esencia de la profecía. Entendido así, el don de profecía es vital para la salud de la iglesia[9] (cp 2P 2).

Pero por otro lado, estamos llamados a ser profetas y ejercer los dones a lo bien, a lo bíblico y a lo sano. No por nosotros, ni por la cuchara, ni por el espejo, sino para que otros se vean mejor, se alimenten mejor y glorifiquen a Dios; el Dios de toda verdad, consolación y esperanza.

©2009Milton Acosta

[1]Véase el comentario de Fitzmyer, donde conecta el ministerio de Pablo con el de los profetas. Fitzmyer, 212.

[2]Véase también Leland Ryken, James Wilhoit, and Tremper Longman, ed., Dictionary of Biblical Imagery (Downers Grove: IVP, 1998).

[3]James D. G. Dunn, Jesús y el Espíritu: Un estudio de la experiencia religiosa y carismática de Jesús y de los primeros cristianos, tal como aparece en el Nuevo Testamento (Salamanca, España: Ediciones Secretariado Trinitario, 1981), 277–279.

[4]Ibid., 300–301.

[5]Esta forma de referirse al Antiguo Testamento aparece más que todo en Lucas (Lc 16:31; 24:27, 44). Por eso a Lucas lo han llamado “el teólogo de las Escrituras por excelencia.” Véase Fitzmyer, 146–147. La excepción es tal vez Juan 1:45.

[6]Dunn, 561–562.

[7]Véase Walter Kasper, Jesus, el Cristo, 2 ed. (Salamanca, España: Sígueme, 1978), 84.

[8]Gordon D. Fee, The First Epistle to the Corinthians (Grand Rapids, Michigan, Estados Unidos: Eerdmans, 1987), 660. Cp. Dunn, 380.

[9]P. G. Heltzel, "Prophecy," in Global Dictionary of Theology, ed. William Dyrness and Veli-Matti Kärkkäinen (Downers Grove, Illinois, USA: InterVarsity Press, 2008), 712.