octubre 30, 2010

Serie Jonás—Temporada 2010—“No sonreiré para esta foto”




Tercer Episodio: Una sonrisa sospechosa 
Milton Acosta, PhD


La frase más famosa de la filosofía es “Pienso luego existo” (latín: cogito ergo sum) de Descartes. La sonrisa más famosa del mundo es la de la Mona Lisa, de Da Vinci. La frase no tiene nada que ver con la sonrisa, pero ambas son “monumentos de nuestra cultura”; el cogito es “la Mona Lisa de la filosofía”.[1] Por eso pintor y filósofo han provocado incontables explicaciones, especulaciones y parodias. De la Mona Lisa se ha dicho que tiene un cierto guiño, que es un gay, que tiene bigote, que el problema eran los brackets.[2] Pienso que la sonrisa y el cogito son útiles para leer la oración de Jonás; luego verá por qué.
El mejor momento del profeta Jonás está en el capítulo dos: no está huyendo, ni está peleando con Dios, ni está actuando de mala gana. Podríamos decir que aquí el profeta sonrió para la foto: Alaba a Dios, le agradece profusamente por haberlo salvado del naufragio asistido y expresa su deseo ferviente de encontrarse con Dios en el templo. Pero, ¡espérese! Esta sonrisa tiene algo raro.
Así como para Descartes la prueba fundamental de la existencia es la capacidad del pensamiento, para Jonás la prueba fundamental de la piedad es la alabanza y el deseo de estar con Dios. Pero hay algo más en Descartes que nos ayuda a entender Jonás 2. Descartes pensaba que Dios era “el engañador supremo”, lo cual también es prueba de la existencia. Un autor traduce así las palabras de Descartes: “Para poder ser engañado, uno debe tener pensamientos, uno debe existir. Asumamos que Dios o un genio maligno me engaña; entonces tengo pensamientos; entonces existo. Pienso luego existo.”[3]
Quizá Descartes se engañaba a sí mismo, pero su convicción la necesitamos para interpretar la sonrisa de Jonás en la oración que eleva a Dios. Como con la Mona, nadie niega que sea una sonrisa. Jonás alaba a Dios y es agradecido, pero en su oración hay  algo sospechoso como la enigmática sonrisa de Lisa.
Una cosa es afirmar que Jonás esté engañado y otra que el escritor bíblico quiera engañarnos. Si nos cuesta aceptar que un texto bíblico sea engañoso, es posible pensar que algunas historias bíblicas por lo menos despistan.  Si el autor de Jonás tuvo o no la intención de hacerlo, es cosa que podemos deducir. La oración de Jonás despista y si lo hace muy probablemente esa fue la intención del autor sagrado. Esto lo confirmamos a la luz del retrato completo de Jonás, no de un hecho aislado en el relato.
La oración de Jonás demuestra que la falsa piedad existe. Se puede ser piadoso en contra de Dios. La alabanza, la gratitud y las promesas de Jonás a Dios están acompañadas de un indomable menosprecio por los seres humanos distintos a los de su religión. En los vv. 8 y 9 nos encontramos no solamente con la Mona Lisa, sino con el fariseo del Antiguo Testamento: “Los que siguen a ídolos vanos abandonan el amor de Dios. Yo, en cambio, te ofreceré sacrificios y cánticos de gratitud. Cumpliré las promesas que te hice.” Así oraba en el templo el fariseo al lado del publicano en la historia que Jesús contó.
En la historia de Jonás hay dos engañados, quizá tres. Jonás cree que su piedad es agradable a Dios. Sale del mar muy piadoso, pero su oración muestra que está lavado sólo por fuera. Sigue pensando que los ninivitas no merecen el perdón de Dios por ser paganos y que él sí lo merece por sus sacrificios y sus cantos de gratitud. Por eso la sonrisa de Jonás es sospechosa.
El otro posible engañado es el lector bíblico tipo aplanadora. La lectura aplanadora de la Biblia no ve los sistemas montañosos de la retórica bíblica y la complejidad del ser humano.
¿Qué piensa usted, que yo estoy engañado al pensar que Jonás se engaña a sí mismo y que usted se engaña al pensar que Jonás no lo está ni usted tampoco? ¿O piensa que yo estoy tratando de engañarlo a usted al hacerlo creer que usted está engañado porque no cree que Jonás lo esté?©2010Milton Acosta
Próximo episodio: Tienes ciento veinte mil seguidores

[1]André Gombay, Descartes, Blackwell Great Minds (Oxford: Blackwell, 2007), viii.
[2]Hillel Halkin, "Why Jews Laugh at Themselves," Commentary 121, no. 4 (2006): 47.
[3]Gombay, Descartes, 31.

octubre 23, 2010

Serie Jonás—Temporada 2010—“No sonreiré para esta foto”

Segundo Episodio: Mi foto de perfil 

Milton Acosta, PhD



En las redes sociales nos toca poner una foto de perfil, igual como lo hacemos en la sala de nuestra casa. Esa foto hay que escogerla muy bien. Será una foto que nos gusta. La foto pretende comunicar algo permanente de nosotros para dejar una buena impresión en los visitantes. Es importante mostrar alegría, seguridad, inteligencia, bondad. Por eso gastamos mucho tiempo buscando esa foto y tomando la decisión. Un factor fundamental en la selección es que hayamos quedado bien. En síntesis, buscamos una foto donde no nos veamos feos, o por lo menos, no tanto. Si la foto tiene alguna imperfección (la foto, no uno), le haremos algunos retoques, como hacen los profesionales con las fotos que ponemos en la sala.
En cuestiones de la fe también existen formas de darnos a conocer de cierta manera. Ese papel lo juegan en parte los credos. Los credos son la foto oficial del grupo, de los cristianos juntos; cuando uno los recita dice “este soy yo”. En los credos comunicamos aspectos esenciales de lo que somos como seres humanos y con respecto a Dios. Por su brevedad, los credos apenas contienen lo esencial de la fe. Los credos son además producto de la mezcla entre contenido bíblico y circunstancias históricas. Por eso es una verdadera tragedia que tantas iglesias evangélicas en América Latina hayan abandonado o nunca conocido los credos. Hay una relación directa entre la ignorancia de los credos y la distorsión de la Biblia, ya que los credos también son marcos hermenéuticos importantes,[1] sin ser los únicos.
Veamos el caso de Jonás. Cuando el capitán del barco sorprende a Jonás durmiendo plácidamente en las entrañas del barco, le da un merecido regaño. Los marineros deciden que lo mejor es echar suertes para ver quién es el culpable de la tormenta.  La suerte cae sobre Jonás; entonces le preguntan cuál es su identidad y cuál es su responsabilidad en la gran tormenta que amenaza con despedazar el barco (Jon 1:8). Como creyente que es, Jonás tiene a su disposición todo un ramillete de credos en la liturgia bíblica; escoge uno que afirma grandes y hermosas verdades, pero resulta ser una foto de perfil.
Jonás responde: “Hebreo soy; a Yavé Dios de los cielos yo temo, que hizo el mar y la tierra firme” (Jon 1:9). Todo esto es cierto. Pero hay algo que no es cierto del todo. Se trata de “temo a Yavé Dios”.[2]
Se podría decir que Jonás sí teme a Yavé, Dios de Israel, en el sentido de “mi Dios es Yavé y no otro” (Marduk o Baal, por ejemplo). La afirmación podría entenderse así y pasar desapercibida en boca de otro en otro momento; pero no en esta historia. Temer a Dios en la Biblia es sinónimo de obedecer a Dios, y eso es precisamente lo que Jonás no está haciendo en ese momento. Jonás actúa como la reina que mantiene en su perfil la foto del día cuando le pusieron la corona, aunque hoy pesa cincuenta kilos más.
Pero, el asunto no quedó allí. Jonás tuvo que admitir que había otras fotos, pero poco dignas para el perfil. Así que, en un diálogo que se ha omitido, confesó que estaba huyendo de Dios.[3] Esto causa todavía más pánico en los marineros pues se confirma lo que la suerte ya había dicho.
Quizás Jonás respondió mecánicamente. Hay quienes dicen que ese es el problema de los credos y que por eso no los recitan; hasta dicen que Jesús estaba en contra de recitar oraciones cuando habló de las “vanas repeticiones”. Nadie puede negar que eso puede ocurrir con todo lo que se repite: se vuelve mecánico y pierde sentido. Pero la Biblia ni Jesús en ninguna parte prohibieron recitar credos y oraciones. El credo cumple una función práctica que quizá le ocurrió a Jonás. Al recitar su credo se dio cuenta que decir “Yo temo a Dios” no era cierto en su vida en ese momento. Al recitar el credo confesó su falta.
Pruebe con “perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden” y tendrá que tomar una decisión, ser hipócrita o ser auténtico; ser religioso o ser discípulo de Cristo. A fin de cuentas, es importante escoger bien la foto del perfil.©2010Milton Acosta         

Próximo episodio: Una sonrisa sospechosa


[1]Patrick D. Miller, "Rethinking the First Article of the Creed," Theology Today 61 (2005): 500.
[2]Según Radday, Jonás 1 es un quiasmo cuyo centro es el v. 9. Yehuda Radday, "Chiasmus in Hebrew biblical literature," en Chiasmus in Antiquity, ed. John W. Welch (Hildesheim: Gerstenberg, 1981; reprint, Research Press, 1998), 60.
[3]Raymond F. Person, In conversation with Jonah: Conversation analysis, literary criticism, and the book of Jonah (Sheffield: Sheffield Academic Press, 1996), 74.

octubre 18, 2010

Jonás la Serie--Temporada 2010--"No sonreiré para esta foto"

Primer Episodio: Huir, Dormir, Callar
Milton Acosta, PhD


Las fotos y los videos muestran cómo éramos y qué hicimos en un momento de nuestra vida. ¿Tienes una foto que no te gusta en algún documento de identidad? ¿Han circulado tus amigos fotos en Facebook donde no quedaste bien? ¿Has visto el video de Evo Morales propinándole un rodillazo a un contrario en un partido de fútbol? Por mucho que insistamos en dar explicaciones, ahí está la evidencia de ese momento. Quisiera proponer algo así para el libro de Jonás. Queremos entender por qué salió así el profeta Jonás en este retrato literario que nos presenta la Biblia.
A Jonás no se le llama “profeta” en el libro que lleva su nombre. Quizá porque en el libro, Jonás no se portó como un profeta; peor aún, Jonás es el antagonista de Dios. Fuera del libro de Jonás, sí se le llama profeta (2R 14:25; Mt 12:39).
Cuando recibe su comisión de ir a predicarles a los ninivitas, Jonás no hace como otros profetas que se excusaron ante Dios diciendo que eran niños, que no sabían hablar, que buscaran a otro (Moisés, Ex 4:10; Jeremías, Jr 1:6). Jonás simplemente sale disparado en la dirección contraria a donde Dios lo mandó. No discute, no pelea, no se hace el modesto, no dice una sola palabra. Jonás simplemente huye.
Al final del libro, él mismo dice por qué no quiere predicarles a los ninivitas: sabe que Dios puede perdonarlos. Lo que el libro no dice es por qué Jonás no tolera que Dios tenga misericordia de Nínive.
Nínive es pueblo pagano y lejano. Aquí hay una gran diferencia con respecto a los demás profetas. Una cosa es predicarles a quienes creen en el mismo Dios, y otra predicarle a los paganos; una cosa es predicar localmente, y otra muy distinta dejar todo para irse a tierras desconocidas.
Sin embargo, Jonás no tiene problemas con los viajes ni con los paganos en general. Hasta parece viajero frecuente con muchas millas náuticas acumuladas. El solo viaje en barco asustaría a más de uno. Jonás, en cambio, en medio de una tormenta en alta mar, se siente como si su mamá lo estuviera meciendo en la cuna: duerme plácida y profundamente; nada mejor para recordar el tierno amor de mamá que dormir en un barco en medio de una gran tormenta. ¿No te parece tierno? Cuando lo despiertan, Jonás es capaz de conservar la calma y conversar con los paganos; tendrá sus sentimientos contra ellos, como veremos, pero es un hombre civilizado. ¿Cuál es entonces el problema de Jonás con Nínive?
Nínive no es solamente lejano y pagano; es pueblo enemigo. Jonás será profeta, pero también es humano. Una cosa es para un profeta predicarle a su propio pueblo, y otra predicarles a los enemigos; una cosa es predicar la destrucción inminente de los enemigos y otra muy distinta predicarle al enemigo para que se salve de la destrucción. De modo que el mar emocional que Jonás tiene que navegar es tan turbulento como la tormenta que azota al barco. Dios le ha pedido a Jonás que realice un viaje imposible.
El problema es pues mucho más grande que el etnocentrismo y la exclusividad. Pero este problema no se ve en el libro; Nínive se presenta como una “gran ciudad”, con gente necesitada de salvación y de perdón. Sin embargo, para el israelita Nínive es otra cosa. Es el imperio enemigo cruel y despiadado que sólo merece el castigo divino y el exterminio. Ese es el problema de Jonás; un problema que aparece mucho antes del exilio.[1] Así lo exige la coherencia narrativa del libro.
Los asirios son poderosos, crueles y arrogantes. Sometieron un pueblo tras otro hasta convertirse en el imperio que dominó el Medio oriente por varios siglos. Los grandes museos del mundo están llenos de textos, monumentos, relieves y artefactos donde Asiria despliega el trato a sus enemigos: cortan manos, pies, cabezas y los exhiben como trofeos para que todos sus enemigos vean y teman; con este terrorismo psicológico comunican que las amenazas del imperio no son retórica vacía; hay que someterse.
Nahum, otro profeta, no puso resistencia cuando Dios lo mandó a predicar contra Nínive. La caída de Asiria es la fiesta de los oprimidos, incluyendo a Israel. Es mucho más fácil ser Nahúm que ser Jonás. Por eso a Jonás no le queda más remedio que huir, dormir y callar.©2010Milton Acosta
Próximo episodio: Mi foto de perfil


[1]Para una extensa defensa de esta lectura, véase Thomas M. Bolin, Freedom beyond forgiveness: the book of Jonah re-examined (Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997).