abril 13, 2009

Apocalipsis Now [2]

Apocalipsis Now [2]

Entre la desesperanza y la alegría

Milton Acosta, PhD

Ezequiel profetizó a judíos que probablemente excavaban canales de irrigación para Babilonia, el imperio de turno.[1] ¿De qué manera da esperanza una visión apocalíptica a un exiliado? Junto con la desaparición del reino del norte, el exilio de los judíos en Babilonia es el hecho histórico más devastador para la identidad de ese pueblo en el Antiguo Testamento. No se fueron todos, ni se quedaron exiliados por siempre, pero el testimonio bíblico refleja un insoportable sentido de pérdida, desorientación y desesperanza. Sin embargo, precisamente estas circunstancias se convirtieron en terreno fértil para una gran cosecha teológica y literaria, parte de la cual es precisamente la literatura apocalíptica.

Hay dos condiciones mínimas para que lo visto por Ezequiel tenga sentido para un exiliado del siglo sexto a.C. y para cualquier creyente en situación de abandono: (1) familiaridad con las imágenes y (2) con los referentes de dichas imágenes: la majestad de Dios y a la acción de Dios en la tierra y en la historia. Si falta lo primero, las imágenes se hacen presa del capricho, la especulación infundada hasta quedar distorsionadas e irreconocibles; si falta lo segundo, es decir, si Dios realmente no hace nada, quedan en ridículo el profeta y quienes tales historias creen y cuentan. No se trata ni de monstruos inventados por mentes primitivas pre-científicas, ni de gente que se consolaba con cuentos raros sabiendo que Dios ni ha hecho ni va a hacer nada por ellos. En otras palabras, la apocalíptica “funciona” si se entienden las imágenes y si se tiene la convicción de la acción de Dios aquí y ahora. Por eso es fundamental esta literatura en momentos críticos de la historia del pueblo de Dios. La “visión apocalíptica de la historia”, dice von Rad, “quiere ser también un mensaje directo, en una situación histórica concreta.”[2]

Los cuatro seres de Ezequiel 1, con sus cuatro rostros y tantas alas apuntan a los cuatro puntos cardinales o “esquinas de la tierra” o los cuatro vientos. La visión declara que este Dios es adorado por las cuatro criaturas, que es soberano sobre toda la tierra y en todas partes. Su presencia está en todos lados, literalmente como un rayo.[3] Las imágenes son altamente significativas para el sacerdote judío exiliado en Babilonia. Mientras el exilio es derrota, ausencia y abandono de Dios, fin de las instituciones que alimentan la fe y la esperanza, la visión de Ezequiel es todo lo contrario: no estamos perdidos, Dios está presente ¡hasta en Babilonia!, no nos abandona, sigue reinando en su trono sobre la tierra y en su gloria indescriptible lo acompañan sus siervos celestiales.

Como lo muestra el relato que hace Ezequiel de su visión, el profeta está muy impresionado con lo que vio. Apenas si puede describirlo. Todo es “como”, “semejante a”, “como figura de”. El mensaje para los exiliados no es de terror sino todo lo contrario, de esperanza. Para ellos era claro, son las imágenes de su mundo utilizadas y expresadas en su lenguaje. A ambas se puede acercar el creyente hoy para ver de qué manera recibe esperanza en estos tiempos cuando muchos vivimos exiliados o como exiliados y sentimos que Dios nos ha abandonado. Así pues, a nadie le vendría bien un poco de apocalipsis de vez en cuando.

Como Ezequiel 1, el salmo 97 contiene nubarrones, fuego, relámpagos, trono y truenos; además, el salmo 97 pareciera explicar en sus 12 versículos qué significa todo eso, como lo hace Ezequiel en sus 48 capítulos. El marco literario del salmo (vv.1 y 12) es la alegría. Así, la majestuosidad de Dios, con truenos y todo, es para el creyente motivo de alegría. En el interior del salmo 97 y de todo el libro de Ezequiel están las razones para la alegría: Dios es recto y justo, no tiene enemigo que le dé la talla (incluyendo Babilonia y todas sus réplicas), ama a los justos y protege a sus fieles.

Eso entendió Ezequiel; pero como muestra su libro, no fue de un solo golpe. Necesitó pensar y meditar en lo que había visto, requirió explicaciones, para luego hablarle a unos exiliados cargados de derrota, desilusión y abandono de Dios. Eso hace la apocalíptica: dar esperanza a marginados, extranjeros, desplazados y desubicados. Los imperios de maldad caen y seguirán cayendo, mientras Dios permanece sentado en su trono y muy pendiente de la justicia en la tierra.[4] De ahí la importancia de la apocalíptica hoy.
©2009Milton Acosta

[1]Véase John Ahn, "Psalm 137: Complex communal laments," Journal of Biblical Literature 127, no. 2 (2008): 268; Rainer Albertz, Israel in Exile. Trad. David Green (Atlanta, Georgia, EEUUA: Society of Biblical Literature, 2003), 100; William M. Schniedewind, How the Bible became a book: the textualization of ancient Israel (New York: Cambridge, 2004), 157.

[2]Gerhard von Rad, Teología del Antiguo Testamento, I. Trans. Victorino Martín Sánchez (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1969), 213.

[3]Detalles en Christopher J. H. Wright, The message of Ezekiel (Downers Grove, Illinois, Estados Unidos: InterVarsity Press, 2001), 47–50.

[4]Véase J. J. M. Roberts, "The enthronement of Yhwh and David: The abiding theological significance of the kingship language of the Psalms," The Catholic Biblical Quarterly 64 (2002).