noviembre 20, 2006

Cambio de Gobierno (3)


Lo valiente no quita lo cortés
©2006Milton Acosta

En su descarnado análisis de la sociedad colombiana, Germán Puyana afirma que los colombianos "… para conseguir el objetivo de cambiar a Colombia, siempre hemos creído lograrlo sólo con cambiar su Constitución política, copiando o adaptando las de otras naciones, falsa ilusión que nos lleva a ignorar los grandes esfuerzos que todos tendríamos que hacer para transformarla, empresa suprema que nos exigiría, entre otros, profundos cambios en nuestra idiosincrasia y cultura." Es decir, "... a los colombianos nos apasionan mucho más las apariencias legalistas que la auténtica justicia,” la cual requiere que cambiemos nosotros.[1]

Eso parece ser lo que pensó también Israel cuando pidió rey. La última parte de la respuesta de Samuel a la petición de un rey es una verdadera cátedra de liderazgo. En esencia Samuel les dice tres cosas: 1) que aunque hayan cometido este desatino, todavía pueden seguir sirviendo a Dios; 2) que Dios, por causa de su nombre, no desamparará a su pueblo; y 3) que él (Samuel) los seguirá acompañando en consejo y oración.

Con algún conocimiento de historia (bíblica) y un poco de reflexión (teológica) es relativamente fácil “cantarle cuatro verdades” al que está equivocado. En algunos momentos será necesario, pero si eso es todo lo que sabemos y podemos hacer, hay que aprender de Samuel, un auténtico maestro y ejemplo de liderazgo.

Después de declarar su probidad, el estado de la situación, y de hacer un breve recorrido por la historia de lo que Dios ha hecho para sostener a Israel (1 Samuel 12:1–18), el líder saliente se prepara para cerrar su discurso (1 Samuel 12:19–25). Samuel nos deja aquí un modelo de cómo enfrentar la conducta de un pueblo que está equivocado en algo fundamental, pero que es el pueblo heredero de las promesas de Dios y del cual él forma parte.[2] El último diálogo se puede representar en forma de quiasmo/espejo:

A Siervos de Dios piden oración para no morir por cometer el mal de pedir rey (v.19)[3]
B No teman (aunque mal han hecho) sirvan a Yavé de corazón (v.20)
No se aparten para ir tras ilusiones que no salvan (v.21)
C Yavé no abandonará a su pueblo por causa de su gran nombre y porque los eligió por su gusto (v.22)
C’Yo no cometeré contra Yavé el mal de dejar de orar por ustedes;
al contrario, los instruiré en el camino recto y bueno (v.23)
B’ Teman a Yavé y sírvanle de corazón pues han visto cuan grandes cosas ha hecho por ustedes (v.24)
A’ Si persisten en hacer el mal ustedes y su rey perecerán (v.25)

Esta estructura realmente habla por sí sola. Veamos los detalles de adentro (C-C’) hacía afuera. La talla del liderazgo y el carácter de Samuel son tales, que si no cometió injusticia en toda su vida de liderazgo, no lo va a hacer ahora después de viejo. Por eso, aún en la vejez, y en desacuerdo con la petición de un rey, él hará dos cosas esenciales para la supervivencia del pueblo: oración e instrucción. Igualmente, Samuel afirma que Dios no los abandonará, pero por razones superiores a cuestiones de gobierno: su gran nombre y por (el motivo porque esta gente se había convertido en su pueblo) su puro gusto. Así pues, sea cual fuere la forma de gobierno, el pueblo no debe temer, sino servir a Dios de corazón; no debe apartarse para irse tras ilusiones que no salvan, como su nueva forma de gobierno (¡la monarquía!).[4] Por que si no, se cumplirá lo que temen: perecerán con todo y su rey (si persisten en hacer el mal). Sea gobierno de uno (monarquía) o gobierno de asamblea, o de presbíteros, o de 70, o de 12, o de diez, temamos y sirvamos al que ha hecho grandes cosas para salvarnos y no corramos tras las vanidades de las modas, sean cananeas, coreanas, alemanas o colombianas. Las iglesias y los países cambian cuando cambia su gente. Samuel tuvo la valentía de decir la verdad, y el afecto (la cortesía) de mantenerse orando e instruyendo al pueblo de Dios según sus necesidades.

[1]Germán Puyana García, ¿Cómo Somos? Los Colombianos: Reflexiones sobre nuestra Idiosincracia y Cultura, 3 ed. revisada y ampliada (Bogotá: Panamericana Editorial, 2005), 113–14, 87. Tal vez algo parecido se podría decir de otros países latinoamericanos. Sufrimos de una ingenuidad que se expresa en diversos ámbitos incluyendo el eclesiástico y el electoral: “si cambia el gobierno cambiará el país” o “si cambiamos las leyes cambiarán las cosas,” “si cambiamos la estructura, cambiará la iglesia.”
[2]Tal vez no es exactamente un caso de apostasía como el que se ve más adelante en los relatos de Elías y Eliseo en el reino del norte y con reyes como Manasés en Judá, pero es un caso serio que requiere dos respuestas tanto claras como contundentes.
[3]Para captar la construcción literaria y la fuerza del mensaje, debe leerse A con A’, B con B’ y C con C’, notando la correspondencia (sea sinónimo o contraste) entre las palabras escritas en bastardilla.
[4]Para apreciar cuán acertado estaba Samuel no hay sino que leer 2 Samuel, Reyes, Crónicas y los profetas.
©2006Milton Acosta

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