¡Que viva el presidente!
Milton Acosta, PhD
Empecemos con una
adivinanza: ¿Qué tienen en común el austríaco Walter Scheidel (profesor de historia
de Stanford University), el escocés Angus Deaton (premio Nobel de economía en
2015 y profesor de Princeton University), el francés Thomas Piketty (profesor
de economía en la EHESS de París) y el Judeano Amós de Tecoa (profeta y profesor
de justicia social en el antiguo Israel)? Detalles al final de esta emisión; quédese
con nosotros; no se vayan; aguántense.
El título de este escrito
aparece en la Biblia pero con una diferencia, no gobierna un presidente, sino un rey;
entonces, ¡Que viva el rey! (Sal 72:15). Pero, antes de que se lance a corearle
vivas y vítores al presidente que sale o al que entra, como lo hicieron muchos
con sus reyes y candidatos en Israel (Saúl, 1S 10:24; Absalón, 2S 16:16;
Adonías, 1R 1:25; Salomón 1R 1:39; Joás, 2R 11:12; ¡ya basta!) que fueron
claramente malos o nunca siquiera llegaron a gobernar, el salmo 72 describe cuál
es el gobernante digno de tales vivas: el que practica la justicia y el derecho
expresados en la defensa de los pobres y la lucha para que la prosperidad
alcance al mayor número de habitantes en su territorio, lo cual dará como
resultado la paz. La vara es alta (cp. Dt 17:14-20). Rey
así no lo hubo jamás en Israel. Estos
vivas se reservan para los gobernantes que en algo se aproximan. A los demás
podemos saludarlos amablemente y desearles un buen día.
A pesar de ser este
un salmo real (en el sentido de realeza), ora en contra del círculo social al
que pertenece el mismo rey, los ricos, y a favor de sus víctimas, los pobres.
El salmo entonces, se podría leer como hipócrita, porque distorsiona la
realidad, ¿cuándo han defendido los ricos a los pobres? ¿qué prosperidad puede
tener un rey si no es “a expensas de sus súbditos”? (Houston 2008, 142-44). Sería comparable a los políticos en campaña que
hablan de justicia social pero solamente como demagogia populista para
arrancarle al elector el voto y después lo demás.
El hecho, como hemos
dicho, no es que haya habido rey así, sino que apunta a un ideal que a su vez
desnuda la realidad en la que están inmersos los poderosos. Así, la batalla más
importante y más difícil de ganar para todo presidente es la lucha contra la
pobreza, la marginación y la desigualdad; es decir, defender a los pobres de los
opresores. Pero, si el presidente es muy cercano a los gremios económicos,
íntimo de los dueños de los grandes capitales, amigo de los poderes económicos,
es decir, los que por costumbre oprimen al pobre, se puede deducir que le resultará
muy difícil, si no imposible, gobernar a favor de los pobres.
Para describir el trato
que recibe el pobre, salmo 72:14 utiliza la palabra más fuerte en hebreo para opresión, ḥamas (חַמַס), que se traduce como
violencia, pero además tiene la connotación de rapiña (Houston 2008, 142). Ese
lenguaje de opresores de pobres, liberación y justicia social, que a algunos
les suena izquierdoso, sedicioso y fastidioso, es el que usa el salmo 72 de
manera copiosa, como tantos otros textos bíblicos. No es un invento reciente ni
propiedad de ninguna ideología ni partido político; es lenguaje divino, tanto
que estamos invitados a inspirarnos en este salmo para orar por nuestros
gobernantes, mediado por Jesús, que no se valió de la violencia para poder
decir “el reino de Dios ha llegado”.
Como ningún rey alcanzó la medida del salmo 72 (ninguno, eso es claro), y como la historia de la mayoría (incluyendo a los más venerados como David) corresponde
más a la descripción que hace Samuel del rey depredador real, (en el sentido de
verdadero, 1S 8) que a la del rey ideal de Deuteronomio (Dt 17:14-20), muchos intérpretes han concluido que este es un salmo mesiánico (Broyles 1997, 24). De este modo se resolvería la incongruencia de la
que habla Houston. ¿Houston, me copia?
"Ya casi terminamos", dijo el predicador. Lo curioso del salmo
72 es que, a pesar de ser muy cercano al ministerio de Jesús, incluyendo el
pacifismo (bueno, casi en el salmo), no se cita directamente en el Nuevo Testamento para
argumentar que Jesús es el Mesías (hay ecos, Broyles 1997,
28-29). En cambio, los salmos que sí se citan para esos
propósitos son en general militaristas (Salmos 2 y 110, p. ej.), cosa que Jesús
no fue.
De todos modos, un
asunto muy importante en el Salmo 72, y ahora le copio yo a Houston, es que el
texto “destruye la doctrina de los derechos divinos del rey” al “reemplazar el
requisito formal de la elección divina con el requisito material de la justicia”
(Houston 2008, 148). En las naciones democráticas el requisito formal es
el número de votos que da la victoria, que por cierto algunos elevan a derecho
divino. Pero el salmo 72 muestra que por encima de la formalidad hay un
requisito más importante, la materialización de la justicia social. Entonces,
las preguntas son, el presidente que se va, ¿disminuyó la pobreza? ¿contribuyó
a la paz? ¿combatió la corrupción? Si no le pegó a ninguna, pues, grave. Pero, ¿qué
fue lo que más hizo, por qué causas luchó como pudo, aun si no lo logró del
todo?
Para finalizar, una
imagen bonita en este salmo es la de la lluvia que riega la tierra y la hace florecer.
Nada más valioso en una región semidesértica como la lluvia. Por eso a la
lluvia se la compara con dos asuntos fundamentales de la fe bíblica: la palabra
de Dios (Dt 32) y la justicia social que trae la paz (Sal 72). Sin estos dos no
podemos vivir, como no podemos vivir sin el agua y sin la comida. No es
casualidad entonces que Jesús haya llamado bienaventurados a los que tienen
hambre y sed justicia (Mt 5:6); justicia que por cierto es mucho más grande que
castigar a quien viola la ley, como dicen el salmo 72 y Amós. ¿Cómo oraremos y
viviremos en estos desiertos de injusticia social?
Solución
de la adivinanza: ninguno de los cuatro creyó en la economía de
goteo (trickle-down economics), según la cual si a los ricos les va bien
a los pobres también.©Milton
Acosta 2018
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