abril 13, 2020

Dios y el gallo


Dos lentes, un marco y unas gafas de sol 

para leer una pandemia

 Milton Acosta, PhD
1 Dios y el gallo

En la novela El amor en los tiempos del cólera, el doctor Juvenal Urbino afirma que “los gallos estaban malditos porque se habían prestado para que a Cristo lo negaran tres veces.” Aunque chistosa, o precisamente por eso, se trata de una afirmación instructiva y pertinente, como muchas otras cosas en esta novela, interlocutora de la que entresacamos cuatro temas que usaremos de marco para los lentes con que leeremos la Covid-19: 1) el agente: quién hizo esto y qué tiene que ver Dios. 2) el liderazgo: cómo interactúan las buenas intenciones, la ciencia y la incertidumbre. 3) las víctimas: por qué la peste se ensaña con ciertas personas de manera desproporcionada. Y 4) el propósito: qué aprenderá la humanidad y cómo cambiará el mundo

Dadas las inocultables deficiencias de este lector, afinaremos la visión con dos lentes que primero usaremos por separado, como si sufriéramos de un mal diferente en cada ojo y mirando primero con un ojo y después con el otro; al final los ensamblaremos en las gafas con las que intentamos entender el mismo fenómeno, porque comprobamos que con los dos lentes se ve mejor. Además, por la intensidad de los hechos a ojos vista, a estos lentes es necesario añadirles unas gafas literarias de sol, para no ser encandilados y perdernos de ver. El primer lente será la Biblia, el libro sagrado que al mismo tiempo es tan humano, forjado en medio de incontables guerras, hambrunas, desplazamientos forzosos, pandemias y desastres naturales. El segundo lente es un libro llamado “El gran ecualizador” (The Great Leveler) de Walter Scheidel, un austríaco, profesor de historia económica y social en la Universidad de Stanford, California. Y las gafas de sol, la novela de García Márquez, El amor en los tiempos del cólera, que nos ayudará a matizar lo que vemos. Es seguro, como ocurre siempre con la reflexión hecha sobre la marcha, que la fórmula de estos lentes necesitará ajustes periódicos. Está garantizado que oftalmólogos no nos faltarán.

Primer lente: Lectura bíblica de la pandemia

Dios y el gallo

Muchos cristianos se preguntan cómo debemos entender la pandemia de la Covid-19 a partir de la fe. Esta búsqueda de una explicación del mal y el sufrimiento humanos ha ocupado a los creyentes desde tiempos inmemoriales. La razón de esta indagación es natural y normal por la sencilla razón de que, para el creyente, Dios es el elemento articulador de su existencia y que el sufrimiento es inherente a la vida humana. Prohibirle al creyente preguntar es pretender amordazarlo cuando más necesita hablar. Pero la pregunta es precisamente esa, cuándo es el momento para hacer las preguntas y con qué otros recursos cuentan los creyentes para responder a la tragedia y el dolor humanos, propios y ajenos. Una pandemia como la Covid-19 es de tal magnitud que no se puede pretender que todos los creyentes del mundo respondan de la misma manera y mucho menos al mismo tiempo; empezando porque no la experimentamos todos de la misma manera.

La pregunta de muchos es si Dios es el causante de la pandemia y si esto es castigo divino. Otros, un poco más informados, se preguntan si esta pandemia hace parte del cumplimiento de las últimas cosas descritas en la Biblia, el principio de dolores, el escatón. Pero, atribuirle a Dios la pandemia de la Covid-19 de esa manera es como acusar al gallo de ser cómplice de Pedro en la negación de Cristo o como culpar al reloj del campanario por todas las cosas malas que ocurren cuando marca la medianoche o cualquier otra hora. Y si esto es el final, se sabrá al final.

Si bien una de las formas bíblicas, del medio oriente antiguo y propias de la humanidad de responder a la tragedia es el lamento, no es la única, ni tampoco cancela la posibilidad de inquirir. Sin necesidad de afirmar que este sea el caso de la Covid-19, en el libro de Lamentaciones, de manera simultánea se expresa el dolor y se afirma que Dios destruyó Jerusalén por los pecados de sus habitantes.

Sin embargo, según hemos entendido, lo que ha ocurrido con esta pandemia ha sido por agencia humana: un virus de animales pasa a humanos porque los humanos, pudiendo comer otra cosa, fueron a buscar estos animales para comérselos, los metieron en jaulas y los amontonaron de manera insalubre en un mercado atestado de gente; allí adquieren el virus y luego lo diseminan por todo el mundo, en aviones construidos por seres humanos, porque todos dependemos de la mano de obra barata de ese país que vivimos criticando por violar los derechos humanos. Estos animales (los murciélagos y pangolines) quizá están más contagiados porque nosotros mismos hemos destruido su hábitat y ahora viven en lugares más reducidos. En medio de todo esto no faltan quienes creen que el virus ha sido fabricado en un laboratorio científico o en las redes sociales y los medios. Igualmente, como en El amor en los tiempos del cólera, hay quienes todo se lo atribuyen a “la Divina providencia”, hasta la destrucción y traslado de una planta eléctrica que no dejaba dormir a los ricos.


Las preguntas que podrían invitar a una reflexión sobre la agencia divina en relación con la pandemia de la Covid-19, no ahora, sino dentro de algunas décadas, son, entre otras, por qué así y por qué ahora. En este momento sería muy prematuro porque todavía no sabemos dónde vamos a llegar, cuándo vamos a llegar, o si llegaremos a alguna parte. Lo único claro por ahora es que hay mucho sufrimiento y que todavía falta por sufrir. Pero como al mismo tiempo que transcurren las cremaciones despiadadas en lugares recónditos y los entierros solitarios en fosas comunes, se están tomando decisiones que nos afectan a todos, nos toca llorar compasivamente con un ojo y vigilar sagazmente con el otro. Esto inevitablemente nos lleva a pensar en las decisiones que toman nuestros líderes en tiempos de pandemia.©2020Milton Acosta

2 comentarios:

Santiago Zuleta M dijo...

Gracias profe por la reflexión. Sin duda alguna creo que de las cosas importantes es no cerrar el ojo o desviar la mirada de las decisiones que toman los gobernantes, si es queremos seguir en democracia. Saludos.

Miguel David Bonilla dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.