Milton Acosta Benítez, PhD
Las cartas de Pablo son instructivas no
sólo por lo que dicen, sino también por lo que hacen. Pablo es para los
tesalonicenses un pastor ausente, pero no es indiferente ni desentendido. Los
pastorea desde la distancia, por correo y por medio de emisarios. Las cartas
que les escribe son una muestra de su labor pastoral, una tarea que el apóstol
asumió con generosidad a pesar de la adversidad. Miremos brevemente 1Ts 3.
La necesidad del cuidado pastoral
Notamos en este capítulo dos razones
fundamentales por las cuales la iglesia necesita instrucción y cuidado pastoral:
primero, porque el tentador puede inducirlos al mal (v. 5); y segundo, porque
la fe tiene un contenido que es necesario saber (v. 10); para no ser engañados,
ya que hay gente que por negocio o por ignorancia, distorsiona el evangelio.
El resultado
Este capítulo respira hermandad y cariño
por todas partes. Es posible entresacar de allí por lo menos cuatro resultados
del cuidado pastoral. Primero, relaciones fraternales duraderas entre los creyentes
y de los creyentes con su pastor (vv. 6, 11-12); segundo, la firmeza de los
creyentes en medio de la tentación y la distorsión del evangelio (vv. 8, 13);
tercero, la salud espiritual del pastor cuando éste sufre padecimientos (vv. 7-10);
y por último, la formación de la siguiente generación de pastores en la tarea
de afianzar y animar a los creyentes (vv. 2, 5-6). Los dos capítulos anteriores
de esta carta describen el fundamento de esta relación y los dos siguientes
desarrollan con más detalle las instrucciones dadas aquí en el cap. 3.
Las circunstancias
Una pregunta que todo creyente debe
hacerse es quién es su pastor y quiénes sus hermanos. Eso es relativamente
fácil de determinar. Pastor y hermano es aquel que se preocupa por tu bienestar
en presencia o en ausencia tuya o de ellos. Es decir, alguien con quien te ves
regularmente y que cuando no se ven se escriben o se llaman; lo mismo que con
los amigos y la familia. Si tu pastor no hace eso; si te ausentas y nadie se da
cuenta, entonces no tienes pastor, nadie te cuida. De este mismo modo, el
pastor sabrá quiénes son realmente sus ovejas, observando qué personas son
objeto de su cuidado en presencia o en ausencia.
El pastor podrá decir “sabes que estaba
ausente y mi amor no ha cambiado” (como canta Joe Arroyo en “El ausente”), pero
el silencio lo dice todo. La ausencia acompañada de desatención es la prueba de
que el pastor no pastorea. Algunos dirán “pero es que el Señor es mi pastor,
nada me faltará”; bien, indiscutible; eso es verdad. Pero pregúntese para qué
puso Dios a los pastores y ministros en la iglesia; no fue para que les dijeran
a los creyentes “el Señor es tu pastor, que te pastoree él”. Si eso fuera así, hasta
la Biblia sobraría.
Reflexión
La invitación de esta reflexión no es a
la crítica inmisericorde contra los pastores. Tampoco se trata de hacer el
experimento de perdernos de la iglesia para ver si alguien se da cuenta, como
el que subió al edificio más alto para ver cómo se veía la ciudad sin él. Más
bien, esta carta invita a los pastores, los líderes y los creyentes en las
iglesias a preguntarse qué es ser iglesia, qué significa ser una comunidad
cristiana, y a ser autocríticos, con el fin de determinar si nuestros modelos
de iglesia conservan un carácter bíblico, o si se han convertido en clubes
sociales, sistemas piramidales, espectáculos públicos o estructuras empresariales.
El criterio: “tienen muchas ganas de vernos, como nosotros a ustedes” (v. 6). ©2014Milton Acosta
1 comentario:
Muy buena reflexión!
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