Dos lentes, un marco y unas gafas de sol para leer una pandemia
Primer lente: Lectura
bíblica de la pandemia
4 Propósito: qué aprenderá la humanidad y cómo cambiará el mundo
Milton Acosta,
PhD
Hay muchas personas que han encontrado un nuevo
propósito en la vida a raíz de la pandemia. Otros han descubierto nuevas
aficiones y hobbies como,
panadería, jardinería, cocina; de
todo, menos
planchar. Otros se
están reinventando como personas y
reinventando sus negocios; estamos en la reingeniería a la fuerza: reinvéntate
o perece. También se han reinventado los
corruptos, los políticos (que muchas veces son los mismos) y todos los que pagan salarios de
hambre. Sin
embargo, el hecho de que haya gente que encuentre nuevos propósitos y que otros
se reinventen para poder seguir iguales, no
significa que la pandemia tenga un propósito o que si lo tiene todos estemos de acuerdo en cuál es.
Los cristianos enfrentamos
desafíos teológicos formidables en la pandemia actual. Si uno lee la Biblia
encuentra muchos casos donde las invasiones militares, la destrucción de la
economía y las enfermedades son intervenciones divinas cuyo propósito es
explícito: detener la maldad en el mundo. Es decir, Dios envía males y
sufrimientos para frenar a los malos y su maldad en contra de otros (Job
12:13-25); es decir, para salvar a las víctimas. En ocasiones el mal es ocasionado
por una nación (Egipto en Éxodo), las naciones o Israel y Judá (Am 1; Is 13-23,
Jer 28, 49, Ez 25, etc). Esto es comparable lo que hacen las (buenas) autoridades
de cualquier país que, según la Biblia, reciben autoridad de Dios para detener
el mal, encarcelar al delincuente, hacerlo pagar multas y demás frenos. Aunque
es innegable que estas historias y palabras proféticas de juicio y castigo están
en la Biblia, muchos cristianos no se atreven a decirlo, sea porque sienten que
cae mal, o porque no les gusta esa teología, o porque consideran que este no es
el momento para hablar de eso así. De todos modos, es una teodicea frecuente en
la Biblia, pero no es la única.
También existe en la Biblia
el lamento y dentro de este la protesta. No es necesario afirmar que Dios es un
monstruo abusivo e impredecible, como dicen algunos, para reconocer que en la
Biblia hay creyentes que le protestan a Dios ante la calamidad que sufren, como
lo hace el salmo 44. Se mantiene aquí la idea de que la invasión del enemigo es
acción de Dios, porque la cosmovisión del orante así lo exige, pero no por eso se
acepta. De modo que algunos rechazan la primera parte y aplauden la segunda o al
revés, aplauden el juicio y rechazan la protesta del creyente ante Dios. El
hecho es que en este salmo se reconoce la soberanía de Dios y al mismo tiempo
se levanta una voz de protesta. Es decir, en el salmo 44 no se apela a las
frases gastadas “Dios está en control” o “los propósitos de Dios son inescudriñables”
o que son “designios de la divina
providencia” (como dicen en El amor en los tiempos del cólera).
En tercer lugar, en la Biblia
hay experiencias de calamidad que no provocan una teodicea ni una protesta, sino
que desencadenan una respuesta humanitaria de los creyentes orientados por sus
líderes. Cuando Pablo estaba en Antioquía (Hch 11:19-30), un profeta llamado Agabo
anunció que venía una hambruna en todo el mundo. No dice que es castigo divino ni
que tenga un propósito o que sea una conspiración. El poder de Dios está con
ellos, la gente se convierte, el Espíritu Santo revela cosas, pero viene la
hambruna. ¡Qué cosa! Eso ameritaría otra protesta, pero no. Ante el anuncio de
Agabo, la iglesia enseguida activó el GRI (grupo de reacción inmediata), cuya misión
consistía en recaudar dinero para la gente más pobre. Dada la urgencia de la
situación, Pablo y Bernabé ofrecieron el servicio de courier. A este asunto de
la recolecta de dinero para los pobres se refiere Pablo en casi todas sus
epístolas. Allí encontramos la teología de pedir para otros.
En cuanto al título de este
artículo, unas pocas palabras desconsoladoras bastarán. Dicen
los historiadores económicos y de
epidemias y pandemias (Scheidel, Mcmillen) que quienes más les temen a las pandemias son los
ricos, incluyendo a los que ayudan a los pobres. Pero no le temen a la pandemia porque la
enfermedad los mate, sino porque si llegara a morir un número suficiente de
pobres, entonces la mano
de obra barata que los enriquece ya no
sería barata, la riqueza se redistribuiría y el orden económico y social se
alteraría en favor de los pobres. Es decir, ayudar a los pobres, sí, pero hasta cierto punto,
porque igualados, tampoco. En otras palabras, si los muertos son pocos, las instituciones se mantienen y los estados no colapsan, entonces no esperemos mucho.
En síntesis, cuando
un predicador o un teólogo afirma que la
Biblia dice tal o cual cosa, probablemente no se equivoca. Sin
embargo, eso no significa que las doctrinas se
pueden regurgitar a cualquier hora, a todo el mundo y en cualquier
circunstancia. Puede ser que en algunos
casos sea demasiado prematuro para elaborar discursos sobre los propósitos de
Dios. Mientras tanto, queda la protesta, como en el salmo 44 y la acción, como
en Hechos 11. Y ambas cosas ocurren en la presencia de Dios, sin que su poder
sea disminuido y, para que los creyentes aprendamos qué es lo que más importa
en los propósitos de Dios. ¿Necesita la iglesia cristiana reinventar su
teología, su estructura y su acción en el mundo?
2 comentarios:
Una mirada rápida desde cualquier perspectiva dará cuenta de cambios sociales, políticos, culturales y muchas veces personales. Pero ¿cuál será el cambio de la iglesia? Y con esto no me refiero al cambio de la relación que cada hijo de Dios debe tener por su relación con su Padre, me refiero al cambio estructural religioso que de alguna manera queda demostrado que se puede ser iglesia sin las estructuras de poder y las conveniencias para sostener ciertos cultos que en realidad no afrecen una conversión genuina sino un aumento de proselitos enceguesidos o cegados por lo que dichas comunidades ofrecen. Claro que es Juicio, claro que hay un clamor de protesta(naturaleza humana) y un mover a la solidaridad;pero creo que el gran llamado de Dios es a SER el pueblo que el quiere que seamos. Muchas gracias por la reflexión.
Profe, seguimos esperando el segundo lente. Un abrazo.
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