Uno para cada ocasión
Milton Acosta, PhD
En la Biblia hay 57 registros de besos. Estamos hablando de los besos en la Biblia, no de besar la Biblia. Los besos ocurren en escenarios diversos: bendición y unción (Gn 48:9–10; 1S 10:1), recepción cortesana (2S 14:33; 15:5), tributo a una divinidad (1R 19:18; Sal 2:12; Job 31:27; Os 13:2), encuentros y despedidas (Rut 1:9, 14). El beso de David y Jonatan es de afecto mezclado con emociones profundas, incluyendo el dolor; así otros: Esaú y su hermano Jacob (Gn 34:4), José y sus hermanos (Gn 45:15).
La práctica de besar objetos de culto es antiquísima. En una situación cúltica, el beso comunica gran reverencia, es sinónimo de “adorar”. Jehú en Israel fue un matón, pero, como el mico sabe en qué palo trepa, en el famoso Obelisco Negro (Museo Británico) aparece postrado en el piso, besándole los pies al Salmanasar III, rey de Asiria. Eso se hace en señal de lealtad cuando se paga tributo (Sal 2:12).
Los besos apasionados también son parte de la cultura bíblica. En el Cantar de los Cantares los amantes expresan su deseo de besarse (Cant 1:2; 8:1; cp. Prov 7:13). También se encuentra en la Biblia el beso del político en campaña. Absalón maquina un golpe de estado contra el rey David, su padre (2S 15:5). Como es costumbre, el político en campaña busca todos los medios para que su potencial seguidor (y víctima a fin de muchas cuentas y cuentos) sienta al político como su igual, como alguien cercano y que lo comprende. Absalón hace tres cosas que se practican hasta el día de hoy: critica el gobierno actual, no permite reverencias, y saluda a todos de besos y abrazos. El método funcionó y sigue funcionando. Curiosamente, David y Absalón se habían reconciliado antes con un beso (2S 14:33).
Como lo atestigua un texto del segundo milenio a.C, “Hubo una ciudad”, los babilonios también se besaban. ¿Se puede imaginar usted la Ley del Talión por un beso ilegal? No conozco evidencia de tal ley, pero conociendo las otras, no es difícil imaginársela mutatis mutandis; le habrían cortado el labio al infractor; si era el superior, el reo quedaba con sonrisa permanente, pero sin poder volver a besar.
Pasando al Nuevo Testamento, Jesús le reclama a un fariseo que no lo besó cuando llegó a su casa; en contraste con la mujer “pecadora” que le besó los pies (Lc 7:45). Jesús les lavó los pies a los doce y uno de ellos le dio un beso traidor. El hijo pródigo es recibido a besos por su padre (Lc 15:20); besos de perdón, bienvenida y reconciliación. Falta que hacen éstos. En la iglesia primitiva se practicaba “el beso de la paz”. Después de la resurrección de Jesús, los discípulos no permitían que les hicieran venias ni se inclinaran ante ellos. La parafernalia alrededor de los ministros se gesta cuando el cristianismo constantiniano se imperializa de la mano de Roma: besar el anillo, inclinarse, hacer la venia, entre otras.[1]
En una ocasión intenté darle un beso de felicitación a una amiga asiática en su grado. Me frenó en seco y me dijo “¡Si me besas tienes que casarte conmigo!” Siendo yo apenas un estudiante universitario y por ende, de pocos ingresos, decidí que era mejor dejar los labios en reposo. Hay otras culturas donde el beso es considerado una porquería. “¡Qué asco!” Así lo ven muchos niños... hasta cierta edad. Y no es para menos; con tanto virus y bacteria, el beso pierde las connotaciones amorosas y adquiere otras mortíferas. Resulta mejor maleducado saludable que amable hospitalizado o cremado. Y si la manera de neutralizar los virus gripales posmodernos es la careta, el beso hasta podría extinguirse. Alguien ha definido el beso como “intercambio de microbios.” Pero para eso hay productos tipo “Baygon bucal” que se usan como antibiótico para el aliento. El ajo es bueno y barato, pero es repelente.
La Biblia habla del beso como expresión cultural de afecto. Sin embargo, en culturas donde tales prácticas son inaceptables, hay dos extremos que se deben evitar: imponer el beso (“si eres mi hermano en la fe tienes que darme un beso y dejarte besar”) y cambiar la traducción de la Biblia (“saludaos unos a otros con un estrechón santo de manos”). Lo importante es la expresión de afecto, no el medio por el cual esta se hace. Si bien la traducción de la Biblia debe ser fiel al texto en forma y contenido, hay otra traducción que hacer, la de la práctica. En cualquier caso, lávate las manos con aguan y jabón.
[1]Al emperador romano, por ejemplo, sus súbditos le besaban el borde de su vestido. Hugh Elton, "The Transformation of Government under Diocletian and Constantine," en A Companion to the Roman Empire, ed. David Potter (Malden: Blackwell Publishing, 2006), 199.