septiembre 29, 2006

La Privatización del Espíritu


La Iglesia Evangélica de América Latina retrocede 500 años de teología en una década
©2006Milton Acosta

En los tiempos del Antiguo Testamento los ungidos y los que recibían el Espíritu de Dios eran pocos: reyes, profetas, sacerdotes y algunos individuos en especial. La unción y la presencia del espíritu se entendían como un don especial de Dios a ciertos individuos escogidos para unas labores específicas. La unción representaba la presencia especial de Dios en tales individuos. Pero, en tiempos del Antiguo Testamento también, el profeta Joel anunció algo extraordinario, la democratización del Espíritu: Y sucederá que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones. Y aun sobre los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en esos días (Joel 3:1–2).[1]
Siglos después, en tiempos del Nuevo Testamento, Pedro vio el cumplimiento de las palabras de Joel en el día de Pentecostés: el Espíritu Santo se reparte a toda carne indiscriminadamente (Hechos 2:13-18). En este nuevo orden se recibe el espíritu sin distinción: “de edad, ‘ancianos y jóvenes’; de clase social, ‘siervos y siervas’; de sexo, ‘hijos e hijas’; y de nación, toda carne.[2] Así pues, el Espíritu Santo deja de ser privilegio de unos pocos para ser dado a la gente común de los judíos y de los gentiles. El Espíritu sigue siendo requisito para la misión, pero no distingue entre predicadores (Pedro, Juan) y servidores de las mesas (Esteban, et al.).
Con el tiempo y muy paulatinamente, el Espíritu volvió a privatizarse y quedó en manos de los jerarcas de la iglesia. No se les llama ungidos, pero son los únicos ministros y mediadores de la gracia de Dios. Así se conformó la iglesia de la Edad Media. El sacerdote intercede por los creyentes porque él es quien tiene la investidura del Espíritu para hacerlo.
El Espíritu vuelve a democratizarse en la Reforma con la teología del sacerdocio de todos los creyentes. Lutero ciertamente no eliminó los oficios de los pastores y ministros, pero sí les quitó el poder espiritual absoluto que ostentaban los sacerdotes y los jerarcas de la iglesia. Todo esto lo argumentó Lutero desde el Nuevo Testamento porque eso es lo que asume todo el Nuevo Testamento (Rom 5:5; 1 Cor 12:13).[3]
En las últimas décadas y muy rápidamente, el Espíritu se está volviendo cada vez más cosa de unos pocos supuestos ungidos. No es extraño escuchar que fulano o zutano “sí tiene la unción,” o que hay que enviarles a ellos nuestras peticiones, “porque ellos sí tienen el Espíritu.” Estas son afirmaciones aparentemente afirmativas de ciertos individuos, pero son absolutamente negativas con respecto a los demás cristianos y totalmente contrarias a las Escrituras. El Espíritu Santo lo tenemos todos los cristianos porque todos hemos sido ungidos con ese Espíritu. Entre otras cosas, tal forma de referirse al Espíritu en el Nuevo Testamento no es tan común (2 Cor 1:21; 1 Juan 2:20, 27), y por cierto, no es para revelar nuevas verdades (cp. Juan 14).
¿Por qué sucede hoy este fenómeno de la privatización del Espíritu? Hay por lo menos cuatro razones. Primero, por la ignorancia de las Escrituras. Segundo, por el uso caprichoso de las Escrituras; en este caso se hace teología del Antiguo Testamento y se aplica a la actualidad como si Cristo y el Espíritu no hubieran venido ya como dice Hechos. Tercero, porque la teología católica de las jerarquías eclesiásticas resulta bastante atractiva. Y cuarto, porque así como hay personas que anhelan poderes absolutos sobre los creyentes, también hay creyentes cuyo desarrollo moral les pide jerarquías con poderes absolutos sobre ellos.
Es bastante curioso lo que está ocurriendo. Hace unas pocas décadas muchos predicadores Protestantes, Biblia en mano, descalificaban la iglesia católica por sus jerarquías y la infalibilidad del Papa. Hoy se ve en círculos supuestamente herederos de la Reforma, la jerarquización de las iglesias a partir de una malentendida unción que los hace infalibles, les da poderes exclusivos y un carácter especial que reparten a otros cual Moisés o Elías. Así pues, el Espíritu que se democratizó en el siglo I después de la resurrección de Jesucristo, ahora pretenden privatizarlo. Este es un retroceso teológico de por lo menos 500 años, si no 2000.
[1]En Números 11 hay un antecedente, cuando Dios reparte su Espíritu a un grupo de setenta ancianos en vista de las dificultades que tiene Moisés para administrar solo todo el pueblo. Pero nótese que es para un grupo específico de personas, setenta ancianos. Lo que anuncia Joel es algo más democrático todavía.
[2]Luis Alonso Schokel, J. L. Sicre Díaz, Profetas 2, 2da ed. (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1987), 943. Es cierto que en Joel la presencia del Espíritu se limita a profecía, sueños y visiones, pero en el Nuevo Testamento vemos que abarca mucho más que eso (1 Cor. 12).
[3]Charles H. H. Scobie, The Ways of Our God: An Approach to Biblical Theology (Grand Rapids: Eerdmans, 2002), 281–297.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Detrás de la privatización del Espíritu Santo se encuentra también
una tensión histórica que el autor alemán Cristian A. Schwarz en su libro ·Cambio de paradigma en la Iglesia· denomina ·la lucha entre el espiritualismo y el institucionalismo".

En el fondo de los espiritualistas hay un deseo de autonomía del individuo, estar en control, por ello privatizan el Espíritu Santo. Necesitan controlar al Espíritu y no dejan que sea el Espíritu el que los controle a ellos.

El hombre de este siglo usa el estabilizador de voltaje para controlar la energía,así mismo algunos cristianos de este siglo pretenden controlar al Espíritu Santo y su obra porque en el fondo rechazan su guía, dominio y soberanía para remplazarla por su capacidad de autodeterminación. La única forma de poder lograrlo es evidenciar que se tiene el poder absoluto de los dones del Espíritu Santo, tanto para adquirirlo como para dárselo a otros.

Por el otro lado, se encuentran los cristianos institucionalistas, que por miedo a salir de su zona de seguridad, ignoran la obra del Espíritu Santo para no tener que luchar con ella. El problema es que dejan todo el espacio para que otros tomen el control, y esos otros están haciendo mucho daño a la iglesia.

Ni los unos ni los otros presentan una solución: ni el control o autonomía, ni la evasión o zona de seguridad ayudan a dar respuesta a esta urgente necesidad que hay de que el Espritu Santo sea conocido y disfrutado en este tiempo con todas las bendiciones que los profetas del Antiguo Testamento anunciaron para nosotros.

El Cuerpo de Cristo contemporáneo tiene una labor profética que hacer en el mundo: ser sal y luz en medio de este mundo de la globalización, pero no podrá realizar su labor con estrategias humanas solamente, deberá contar con el poder del Espíritu Santo para ello.

Entonces, mientras la iglesia esta confundida entre el control y la evasión al respecto de la obra del Espiritu Santo, quien está perdiendo fuerza profética es la misma Iglesia.

Divide y vencerás. Esta verdad nos está axfixiando nuestra capacidad de hacer la obra del Señor con el poder del Espíritu Santo y nos podemos volver inoperantes para la instauración del Reino de Dios.

¿Cómo podremos resolver este asunto? ¿Dónde está la solución? La situación se complica más cuando quienes tienen el recurso económico para llegar a los creyentes y no creyentes a través de los medios de comunicación son los que privatizan o controlan al Espíritu Santo.

Información es poder... y ellos tiene el poder de informar a la iglesia contemporánea. Creo que ha llegado la hora para que los que están en su zona de seguridad salgan a la luz pública, que dejen el miedo y que no evadan más su reponsabilidad de enseñar a la Iglesia de manera responsable las verdades de sobre el Espíritu Santo.

Los que tiene el conocimiento deben pedir la palabra para hablar la verdad y hacerle peso a los que han tomado la palabra, autodenominándose líderes nacionales e internacionales, pastores y guiadores del rebaño de Dios sin serlo. Son ladrones y salteadores que entraron al rebaño no por la puerta principal que es Cristo Jesús (Juan 10), sino por otra parte, son un fiel reflejo de Ezequiel 34.

Me alegro que hayas pedido la palabra, ahora vamos a apoyarte para que tu voz se escuche fuertemente en la Iglesia, porque creo que formas parte de la respuesta que comienza a gestarse en todas partes del mundo para los probleamas de la Iglesia... formas parte de una reforma que Dios está desarrollando.

Que el poder del Espíritu Santo te fortalezca en el intento y que Su sabiduría te acompañe en todas tus reflexiones a través de este medio, para que seas escuchado.

Estamos Q.A.P.

Anónimo dijo...

Gracias por la referencia a Schwarz. No estaba familiarizado con el autor, pero he visto su libro Cambio de Paradigma. Me parece que vale la pena referenciar algunos libros que se consiguen en español de Christian A. Schwarz:


1. DESARROLLO NATURAL DE LA IGLESIA. CLIE.
2. LOS TRES COLORES DEL MINISTERIO. CLIE.
3. COMPENDIO DE LA FE CRISTIANA. PATMOS.
4. CAMBIO DE PARADIGMA EN LA IGLESIA. CLIE.

Me pregunto, sin haber leído mucho, qué aplicación tienen sus estudios de iglesias a las iglesias en América latina.

Milton Acosta

Anónimo dijo...

Me llama la atención que quien está invitando a salir de la institucionalización y ser una voz profetica, no se identitifique. Esto es bastante contradictorio en sí mismo.
Sin embargo me parece certero el comentario respecto a la apropiación que algunos hacen del Espíritu Santo. Ya en la antiguedad Pablo combatió tal idea. Entre los Corintios había de esos que creen tener un mayor nivel de espiritualidad revelación,sin embargo, esto no es el evangelio que entendio Pablo, puesto que el evangelio bíblico, tiene que ver con la gracia, no sólo de recibir la salvación, sino que también con la de poder relacionarse con Dios directamente, y es más el Espíritu Santo viene a morar en el creyente para dar testimonio de esta realidad. La apropiación que algunos hacen del Espíritu Santo, radica en el desconocimiento de esta verdad.

Mat dijo...

Jeremias :

10:23 Yo sé, Señor,
que el hombre no es dueño de su camino,
ni está en poder del caminante
dirigir sus propios pasos.

Aarón M.R dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Aarón M.R dijo...
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