enero 22, 2007

Profecía, Teología y Matemáticas


En qué se parecen la lotería, los políticos y algunos predicadores populares
©2007Milton Acosta

Las loterías, los políticos y algunos predicadores populares utilizan dos estrategias consistentemente: le prometen (profetizan) a la gente lo que la gente quiere oír y cuentan testimonios para demostrar que lo que dicen es cierto. Nada hay de malo en hacer promesas de cosas buenas ni tampoco en contar testimonios. Ambas cosas son hasta bíblicas. El problema está cuando al asunto se le mete matemáticas.

La estrategia funciona más o menos así. Los tres grupos mencionados dirán: “compre” (la lotería), “vote” (por el político), “envíe dinero” (al predicador popular); “y como resultado”, ahora sí en coro todos dirán: “saldrá de la pobreza.” Para asegurar que el público hará lo que ellos piden (algunos predicadores lo ordenan ¡bajo amenaza de maldición!) es necesario comprobar la veracidad de sus palabras. La prueba es el viejo, tradicional y universal método del testimonio.

El testimonio es el medio como los pueblos han construido sus historias, sus culturas, sus identidades. En el testimonio en sí no hay ningún problema.[1] La dificultad en nuestro caso es cuando el testimonio usado como prueba de la veracidad de lo que prometido se contrasta con los porcentajes donde “se cumple”. Si miles o millones de personas compran la lotería y sólo unas pocas personas (a veces una sola ¡o ninguna!) se la ganan, diremos que así es porque es un juego de azar. La gente lo sabe y por eso le ponen “fe”, superstición y todo aquello de lo que puedan asirse para que les “caiga” a ellos. El que no se la gana es por “mala suerte”.

Si el político trata de comprobar la eficacia de su gestión presentando sus testimonios, que de hecho son ciertos, pero las estadísticas demuestran que sus promesas beneficiaron a menos del 10 por ciento de la población y dejaron a más del 90 por ciento por fuera, entonces diremos que el político ha manipulado la evidencia a su favor y ha distorsionado la realidad.

Si un predicador trata de comprobar la eficacia de sus promesas y profecías presentando sus testimonios, que de hecho son ciertos, pero las estadísticas demuestran que sus promesas y profecías se cumplen sólo en unas cuantas personas pero en la gran mayoría no, ¿qué diremos? Tenemos que decir varias cosas: 1) ha utilizado la estrategia de la lotería para conseguir (el dinero de sus) adeptos; 2) ha manipulado la evidencia a su favor y ha distorsionado la realidad; y 3) según la Biblia, es un falso profeta y un abusador.

Aunque el predicador popular argumente que a la gente “le faltó fe”, el peso de la prueba, según la Biblia, descansa sobre él, no sobre la gente. Los falsos profetas tienen una indigna, pero larga historia. Jeremías 23 advierte que una forma peligrosa de usar el nombre de Dios en vano es prometer y ofrecer futuros idílicos que Dios no ha prometido. Igualmente Deuteronomio (18:22), libro del cual se nutre Jeremías, dice: “Cuando un profeta hable en el nombre de Yavé y no ocurre lo dicho y no se cumple, ésa es palabra que Yavé no ha hablado. Con soberbia la habló el profeta; no tengas temor de él.”

Así como mucha gente se cansa de comprar la lotería y otros dejan de votar por políticos mentirosos, igualmente a la vuelta de unos años cantidades de asiduos seguidores de predicadores populares se dan cuenta que ni las profecías ni las promesas que han hecho se cumplen en la mayoría de los casos. El resultado es una decepción y abandono total de Dios y de la iglesia. Estas personas quedan literalmente vacunadas contra el evangelio debido a la irresponsabilidad de algunos movidos por el hambre de poder y de reconocimiento. De modo pues que en el actual clima de “mercado libre” hermenéutico y eclesiológico se cumplen las palabras de Goffman: “La actividad de charlatán profesional de una década a veces se convierte en una ocupación legítima y aceptable en la siguiente.”[2]
©2007Milton Acosta

[1]En los estudios bíblicos el testimonio recientemente ha empezado a ocupar un lugar más digno del que ha tenido en los dos últimos siglos. Para el estudio del Nuevo Testamento, véase, por ejemplo, N. T. Wright, The New Testament and the People of God, Christian Origins and the Question of God, vol. 1 (Minneapolis: Fortress Press, 1992). Samuel Byrskog, "Jesus the Only Teacher," Tyndale Bulletin 45, no. 2 (1994). Samuel Byrskog, Story as History-History as Story: The Gospel Tradition in the Context of Ancient Oral History (Boston and Leiden: Brill Academic Publishing, Inc., 2002).
[2]En Colombia le llamaríamos “culebrero” al "charlatán profesional." Véase Erving Goffman, The Presentation of Self in Everyday Life (Garden City, New York: Doubleday/Anchor Books, 1959), 64.

4 comentarios:

Unknown dijo...

CON TODO RESPETO Y CARIÑO INVITO AL COLUMNISTA PARA QUE SE ACERQUE A UNA DE LAS OBRAS DE LA IGLESIA MINISTERIAL DE JESUCRISTO INTERNACIONAL Y SE DE LA OPORTUNIDAD QUE SEA EL MISMO DIOS HABLANDOLE, PROMETIENDOLE BENDICIONES Y CUMPLIENDOLE, Y SEA USTED MISMO QUIEN COMPRUEBE SI DIOS CUMPLE O NO, SI ESTÁ DENTRO DE LAS ESTADISTICAS DE LAS CUALES HABLA. VISITE www.webiglesia.net Y QUE HAGA UNA COLUMNA SOBRE ESTO

Anónimo dijo...

con respeto opino lo mismo q raul yo hace muchos años busco a dios estuve en la iglesia evangelica y ahora asisto a la iglesia ministerial uno tiene q ver para opinar creo.a mi me ha cumplido muchas cosas sin merecerla yo he visto la mano de DIOS.

Aarón M.R dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Aarón M.R dijo...

yo estoy de acuerdo con Milton, Dios no cumple antojos ni endereza jorobados, (a excepción de la mujer que sano en la sinagoga, jeje) Creo yo que debemos seguir al Señor mas por intereses morales, es decir: que tengan que ver mas con lo espiritual; pues claramente dice la Palabra que no hagamos tesoros en la Tierra donde la polilla y el orín corrompen. bendiciónes a todos ....