En esta Navidad ¡Vámonos pa' la finca!
Milton Acosta, PhD
Dos de las actividades favoritas de los colombianos en vacaciones son ir a una finca o ir a la playa. En la mayoría de los casos la decisión está determinada por el presupuesto y por los amigos. Si uno no vive cerca al mar y si no tiene amigos con finca, tiene que pensar en actividades menos favoritas. El consuelo del plan B es que “todo depende de la actitud y de la compañía”.
La finca es una de las metáforas favoritas en la Biblia para referirse a la humanidad y a Israel en especial (Dt 32:32); como Israel es tierra de viñedos, la finca es la viña. En la Biblia, la tierra no le pertenece a los gobernantes, como en Asiria y Babilonia, sino a Dios. Israel y la humanidad no son dueños de la tierra; la han recibido para labrarla y rendir cuentas a su propietario.1
Todo buen patrón invierte en su finca y la acondiciona con el fin de recibir fruto de ella. Tan importante es esto, que según una ley en Deuteronomio (20:6), quien acaba de plantar una viña está excento del servicio militar, lo cual entre plantar y cosechar significaba unos cinco años.2
Uno de los mensajeros que Dios mandó a la finca para recibir su parte del producto fue Isaías (cap. 5). Pero, Isaías se llevó una gran decepción; esperaba cosecha de uvas de calidad y lo que encontró fueron uvas silvestres, agrias, como para hacer vinagre, no vino. Isaías no fue por plata; se trataba de un fruto mejor, porque plata dan hasta los impíos más perversos para sentirse bien.
El fruto que Dios espera de su pueblo se resume en dos palabras: Justicia y rectitud. El mensajero de Dios encontró lo opuesto: ríos de sangre y gritos de angustia (Is 5:7b). La decisión de Dios es quitarle a esta finca su protección y especial cuidado; esta es una metáfora para el exilio.
Las injusticias que denunciaron Isaías y otros profetas tenían nombres y autores; son actividades comunes hoy en día: los acaparadores de casas y de tierras, los que se la pasan comiendo y bebiendo de banquete en banquete, los que se dedican al engaño y la maldad, los editores de la verdad, los que saben más que Dios, los que pagan y reciben sobornos para absolver al culpable y negarle los derechos al indefenso. Espero que usted no se encuentre en esta lista porque quienes practican estas cosas son los enemigos de Dios. Todo esto lo sabíamos antes de Wikileaks.
Jesús, como sabemos, fue a la playa y a la finca. Él fue enviado como último recurso cuando los encargados de la finca maltrataron y mataron a todos los mensajeros enviados a buscar el fruto. Cuando les contó esta misma parábola de Isaías a los dirigentes judíos de su época, obviamente se ofendieron (Marcos 12); y no era para menos pues la parábola termina diciendo que la finca le será entregada a otros ya que los primeros quisieron adueñarse de la finca y mataron al hijo único del patrón. Por eso aquello de que “los últimos serán los primeros y los primeros últimos”, el injerto de los gentiles en la vid, la limpieza del templo, y otra cantidad de hechos y palabras conexos.
Así entonces, la Navidad es un llamado a la práctica de la justicia, a darle a Dios el fruto que espera de su pueblo y de toda la humanidad. Es muy sencillo. Recibir a Jesús es practicar la justicia de su reino. Es bueno ser solidarios, dar regalos y alegrarse en Navidad, pero sería un grave error reducir el evangelio y la venida de Jesús a eso y a una fecha del año.
Yo no sé qué pensará Dios de la Navidad, pero es muy raro que en la celebración de un cumpleaños se olvide que la persona no se quedó siendo un bebé toda la vida, sino que creció, tuvo una vida y una muerte. “Para eso es Semana Santa”, dirá usted. Es cierto; pero lo que ocurre en la realidad es que nos quedamos con un Jesús que salta de la cuna a la cruz y nunca va a la finca.
“Yo soy la vid.” “Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todo lo demas les será añadido.” Si va a una finca en esta Navidad, espero que encuentre mucho fruto, especialmente si es su finca. Quien busca el reino de Dios busca su justicia. La Navidad es salvación también en el sentido de ser liberación del egoísmo que nos impide dar fruto como individuos y como colectividad. Un país de cristianos es entonces sinónimo de un país donde se cosecha el fruto de la justicia. Así que en esta Na(vida)d, invitemos a Jesús también a la finca y entreguémosle nuestros frutos de justicia y rectitud. La finca es grande, hay trabajo para todos. ¡Anímese! ¡Vamos! ©2010Milton Acosta
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1Ronald Bergey, “The song of Moses (Deuteronomy 32.1-43) and Isaianic Prophecies: A case of early intertextuality?”
2David L. Baker, Tight fists or open hands?: wealth and poverty in Old testament law, 105-107.
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