El troleo asirio: La salvación no es gratis
Milton Acosta, PhD
La espada
del imperio asirio traía pintada en la punta una carita feliz. No sabemos si el
Rabsaces cargaba una libreta de apuntes a la vista de todos, si era canoso o si
tenía bigote copioso, pero por los relieves asirios, suponemos que
tenía el cabello largo y tal vez barba. Usaba brazaletes en la muñeca y encima
de los codos. El vestido era largo hasta los tobillos, calzaba algún tipo de
sandalias y al cinto la espada (Is 36-37 y 2R 18).
El imperio asirio
se mete con Judá porque allí tiene intereses económicos y geopolíticos que lo
fortalecerán, pero como eso no se dice y siempre es mejor parecer que se
quieren ahorrar muertos, pone de fachada el interés por el bienestar de los
ciudadanos oprimidos y carenciados. En ocasiones el imperio se servirá de algún
lacayo mandadero bien dispuesto, ingenuo y atrevido (lo que hoy llamaríamos
idiota útil, que cree que el imperio es su amigo), para comunicar el mensaje en
el idioma de la gente.
La oferta de
paz es en realidad una amenaza humillante, pero ofrece una vida próspera y
feliz para todos, especialmente los militares. A estos últimos les hablan de
amnistía total y mejor vida; solo tienen que cambiarse de bando y ya está, cosa
que los militares históricamente han hecho (2R 25:1-7). De paso se les hace saber
que ningún poder celestial ni terrenal podrá defenderlos. Sabido es que los poderes
de Egipto y Mesopotamia peleaban por y en la tierra de Siria-Palestina.
La oferta
de sometimiento al imperio, es decir, la amenaza, se hace en nombre de Dios y en
sitio público, de manera que la difusión sea rápida y produzca dos efectos
simultáneos, miedo para unos y esperanza para otros. El estanque del acueducto en
Jerusalén como tarima para el discurso del Rabsaces equivale al uso de las
redes sociales y la televisión hoy. Un toque de trompeta hubiera bastado para
tener la atención de toda la ciudad; los chasquis se encargarían del resto del
país.
El mismo
cuerpo cuya boca emana el discurso de apariencia amable lleva al cinto una
espada y tiene detrás un gran ejército. Para completar el cuadro, los palacios
asirios estaban llenos de representaciones de guerras para que todos los
vasallos en sus visitas oficiales al imperio vieran cómo el ejército asirio
hacía trizas a sus enemigos. Producir estos videos tomaba años. El margen de
maniobra para todas las partes (Ezequías, el ejército, los teólogos y el
pueblo) es bastante limitado. El estado de sitio de la época antigua equivale a
los bloqueos económicos actuales que asfixian al país más de lo que ya está por
causa de los malos gobiernos y la corrupción.
Ezequías
reinó a la sombra del gran imperio asirio; encima era inmaduro. Sin duda, el
rey de Judá es para Asiria un reyezuelo y Judá una especie de Judazuela. Para
colmo, le tocó oír el discurso de Senaquerib pasado por cinco bocas: de
Senaquerib al Rabsaces, de este a Eliaquim, Joa y Sebna, y de estos tres a
Ezequías. El título de Rabsaces no corresponde exactamente a duque en la
realeza asira, pero sí es un funcionario importante en la jerarquía. Es cierto
que Asiria no invadió a Judá después de este discurso, pero de que Judá fue exprimida
no hay duda. Hasta el oro que adornaba el altar pagano que Acáz había
construido en el templo de Jerusalén (2R 16:1-20) le sirvió a Ezequías para calmar
momentáneamente la imparable política expansionista de Asiria. ¡Y todavía la
gente cree que los templos paganos no sirven para nada! De todos modos, no fue
la primera ni la última vez que Israel y Judá pagaron tributo a algún imperio y
que el esplendor del templo fuera desmantelado.
Es muy
probable que mucha gente en Judá se hubiera entusiasmado con el discurso del
Rabsaces y sus términos. Es que el hambre la estaban pasando ellos, y en esa
desesperación, no veían la espada ni el tributo en el discurso, sino la carita
feliz, de cuán humana y salvadora era la mano que Asiria les tendía. A juzgar
por las profecías de Oseas y Miqueas, seguramente las lealtades con Ezequías no
estaban aseguradas. Pero, la ineptitud de los gobernantes de Israel no
convierte a Asiria en auténtico salvador.
La
situación de Judá es única en muchos sentidos, incluyendo el teológico, pero el
modus operandi de los imperios no lo es. Excepciones ha habido, pero el
interés de un imperio para intervenir o no intervenir territorios y gobiernos generalmente
está determinado por intereses económicos y geopolíticos. Por eso la primera
pregunta debe ser ¿qué trae al imperio por aquí que no lo llevó por allá?
Las
reacciones ante las amenazas de los asirios fue silencio, rasgadura de vestidos,
pérdida de la confianza en Ezequías y su capacidad para defenderlos, y finalmente,
indignación porque los asirios habían ofendido al Dios de Israel. Falta ver qué
dirá Isaías cuando le consulten qué hacer ante semejante amenaza. ¿Quién quiere
ser profeta en un momento así?©Milton Acosta 2019
1 comentario:
Cualquier parecido con la actualidad sociopolítica y geopolítica de muchos de nuestros países sólo es coincidencia. Excelente análisis Doc.
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