¿Soltará un pitbull su presa?
Milton Acosta, PhD
Todo cristiano interesado en la política supone,
sostiene y ostenta que sus afiliaciones en ese campo están claramente alineadas
con su fe y esta con la Biblia. Así, para cada decisión política que toma tiene
un texto bíblico con qué defenderla, desde el aborto hasta la guerra. Quien
esto escribe no es la excepción, lo cual se demostrará a continuación. Lo
haremos con el salmo 82, una oración comunitaria del llamado “cancionero hebreo”.
Pero no estamos ante cualquier cancionero, pues en la piedad bíblica, tanto
personal como comunitaria, hay lugar para los temas políticos, ya que la fe, no
solamente no es ajena a la política, sino que es intrínsecamente política. De
modo pues que los famosos cantores de Asaf, identidad que algunos compositores
cristianos hoy pretenden adoptar, les dedicaron algunos de sus cantos a los
políticos, de los cuales ciertamente no fueron sus compadres. ¿Se imaginan un
salmo que dijera, “A mi compadre Jeroboán, en Samaria, con mucho gusto, ¡ay
oooombe!”? No.
La estructura literaria del salmo 82 es sencilla:
Declaración:
Dios juzga como juez de jueces (1)
Llamado enérgico a defender a los
pobres de los poderosos (2-4)
Caída de los poderosos por injustos, ignorantes y peligrosos (5-7)
Caída de los poderosos por injustos, ignorantes y peligrosos (5-7)
Ruego: Dios juzgará todas las
naciones (8)
El salmo empieza y termina con el verbo šāp̲aṭ
usado en combinación con otro verbo que traduce “levantarse”, nāṣab̲ al
inicio y qûm al final. La declaración general de que Dios se levanta
para juzgar anima al orante a pedirle a Dios que se levante a juzgar la tierra.
En el centro del salmo hay dos secciones de tres versículos cada una. Los
versículos 2-4 se refieren a la injusticia que cometen los malvados contra los
pobres y lo que se debe hacer para terminar con esa situación, mientras que los
versículos 5-7 declaran cuál es el fin que les espera a los malvados. Entre los
versículos 1 y 2 hay un marcado contraste, pues pasa de la justicia de Dios a
la injusticia de los poderosos. Otro contraste se observa al final, entre los
versículos 7 y 8, donde se pasa de los príncipes que caen a Dios que se levanta
para juzgar sus actos perversos.
“Juzgar” es un verbo recurrente en la Biblia, pero no
solamente se refiere a los jueces de los estrados judiciales. El verbo hebreo šāp̲aṭ
abarca todas las relaciones, incluyendo el funcionamiento de la economía y la
defensa de los marginados, los cuales están representados por grupos de
personas descritas aquí con seis términos en singular; el salmista agotó los
sinónimos: desvalido, huérfano, humilde, necesitado, oprimido, pobre. Hacer
justicia es defender a estas personas del poder de los malvados, pero no
esperamos que los mismos que oprimen van a usar su poder para acabar con la
opresión. El primer reconocimiento al que llega toda persona que intenta hacer
política limpiamente es que el poder de los malvados es prácticamente imposible
de contrarrestar, especialmente en países tradicionalmente oligárquicos, es
decir, donde las familias con poder económico son pocas y son las mismas que
ostentan el poder político y dueñas de la tierra. ¿Cuándo se ha visto que tal
cosa ocurra? Es como pedirle a un pitbull que suelte su presa. Y bueno, así
como los hay políticos (Is 10), también los hay ministros (Ez 22).
A partir del versículo cinco, el salmo 82 se refiere a
la suerte que correrán los poderosos opresores, descritos con cuatro términos: dioses,
hijos del altísimo, hombres y príncipes. También son llamados rəšāʿîm (“malvados”).
Siguiendo la pista del paralelismo hebreo, diremos que así como los seis
nombres usados para las víctimas de la injusticia se refieren a un mismo grupo
de personas, los pobres y los marginados, también los cuatro términos usados para
los victimarios se refieren a un mismo grupo de personas, los ricos y los poderosos.
Su falta de conocimiento y entendimiento (v. 5) los pone en la categoría de los
necios (Pr 29:7; Sal 92:7). Del por qué son llamados “dioses” nos podemos
ocupar cuando resolvamos la pobreza.
El final del salmo 82 tiene un carácter mundial, lo
cual nos da pie para afirmar por lo menos cuatro cosas: 1) Dios está interesado
en que en el mundo exista un sistema económico justo que proteja a los
necesitados; 2) Dios es el enemigo número uno de los poderosos que tratan mal a
los pobres, a tal punto que los juzgará, es decir, se asegurará de su caída; 3)
es legítimo pedirle a Dios que los juzgue de esa manera; y 4) estos son los
criterios que deberían orientar los juicios y decisiones políticas de los creyentes.
¿Hasta cuándo patrocinaremos los cristianos tanta injusticia y favoreceremos a
los impíos? Note que los impíos del salmo son también creyentes.
Partidos estamos los cristianos actualmente gracias a
la política, lo cual sugiere que nuestra lectura está determinada por un
criterio hermenéutico externo a la Biblia. El criterio, que es ideológico y no
siempre consciente, determina cómo leemos la Biblia y la realidad. La ideología
se adquiere a lo largo de los años y se encarna en los políticos de nuestra
preferencia. Por cierto, ya ni partidos políticos quedan, sino empresas
electorales dirigidas por caciques políticos. Es decir, el criterio
hermenéutico para la lectura de temas políticos en la Biblia nos lo dictan los
políticos, no los pastores ni los teólogos. Esto no es ninguna novedad, pero vale
la pena recordarlo. En conclusión, el salmo 82 nos enseña a orar, analizar y decidir
con criterios claros. Y, por favor, cuídese de los perros (Fil 3:2).©Milton
Acosta 2019
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