Dos lentes, un marco y unas gafas de sol
para leer una pandemia
Milton
Acosta, PhD
1 Dios y el
gallo
En la
novela El amor en los tiempos del cólera, el doctor Juvenal Urbino
afirma que “los gallos estaban malditos porque se habían prestado para que a
Cristo lo negaran tres veces.” Aunque chistosa, o precisamente por eso, se
trata de una afirmación instructiva y pertinente, como muchas otras cosas en
esta novela, interlocutora de la que entresacamos cuatro temas que usaremos de marco
para los lentes con que leeremos la Covid-19: 1) el agente: quién hizo esto y
qué tiene que ver Dios. 2) el liderazgo: cómo interactúan las buenas
intenciones, la ciencia y la incertidumbre. 3) las víctimas: por qué la peste
se ensaña con ciertas personas de manera desproporcionada. Y 4) el propósito: qué
aprenderá la humanidad y cómo cambiará el mundo
Dadas las inocultables
deficiencias de este lector, afinaremos la visión con dos lentes que primero
usaremos por separado, como si sufriéramos de un mal diferente en cada ojo y mirando
primero con un ojo y después con el otro; al final los ensamblaremos en las
gafas con las que intentamos entender el mismo fenómeno, porque comprobamos que
con los dos lentes se ve mejor. Además, por la intensidad de los hechos a ojos
vista, a estos lentes es necesario añadirles unas gafas literarias de sol, para
no ser encandilados y perdernos de ver. El primer lente será la Biblia, el
libro sagrado que al mismo tiempo es tan humano, forjado en medio de
incontables guerras, hambrunas, desplazamientos forzosos, pandemias y desastres
naturales. El segundo lente es un libro llamado “El gran ecualizador” (The
Great Leveler) de Walter Scheidel, un austríaco, profesor de historia económica
y social en la Universidad de Stanford, California. Y las gafas de sol, la
novela de García Márquez, El amor en los tiempos del cólera, que nos
ayudará a matizar lo que vemos. Es seguro, como ocurre siempre con la reflexión
hecha sobre la marcha, que la fórmula de estos lentes necesitará ajustes
periódicos. Está garantizado que oftalmólogos no nos faltarán.
Primer lente: Lectura bíblica de la pandemia
Dios y el gallo
Muchos
cristianos se preguntan cómo debemos entender la pandemia de la Covid-19 a partir
de la fe. Esta búsqueda de una explicación del mal y el sufrimiento humanos ha
ocupado a los creyentes desde tiempos inmemoriales. La razón de esta indagación
es natural y normal por la sencilla razón de que, para el creyente, Dios es el elemento
articulador de su existencia y que el sufrimiento es inherente a la vida humana.
Prohibirle al creyente preguntar es pretender amordazarlo cuando más necesita
hablar. Pero la pregunta es precisamente esa, cuándo es el momento para hacer
las preguntas y con qué otros recursos cuentan los creyentes para responder a
la tragedia y el dolor humanos, propios y ajenos. Una pandemia como la Covid-19
es de tal magnitud que no se puede pretender que todos los creyentes del mundo
respondan de la misma manera y mucho menos al mismo tiempo; empezando porque no
la experimentamos todos de la misma manera.
La pregunta
de muchos es si Dios es el causante de la pandemia y si esto es castigo divino.
Otros, un poco más informados, se preguntan si esta pandemia hace parte del cumplimiento
de las últimas cosas descritas en la Biblia, el principio de dolores, el
escatón. Pero, atribuirle a Dios la pandemia de la Covid-19 de esa manera es
como acusar al gallo de ser cómplice de Pedro en la negación de Cristo o como culpar
al reloj del campanario por todas las cosas malas que ocurren cuando marca la
medianoche o cualquier otra hora. Y si esto es el final, se sabrá al final.
Si bien una
de las formas bíblicas, del medio oriente antiguo y propias de la humanidad de
responder a la tragedia es el lamento, no es la única, ni tampoco cancela la
posibilidad de inquirir. Sin necesidad de afirmar que este sea el caso de la
Covid-19, en el libro de Lamentaciones, de manera simultánea se expresa el
dolor y se afirma que Dios destruyó Jerusalén por los pecados de sus habitantes.
Sin
embargo, según hemos entendido, lo que ha ocurrido con esta pandemia ha sido por agencia humana: un
virus de animales pasa a humanos porque los humanos, pudiendo comer otra cosa,
fueron a buscar estos animales para comérselos, los metieron en jaulas y los
amontonaron de manera insalubre en un mercado atestado de gente; allí adquieren
el virus y luego lo diseminan por todo el mundo, en aviones construidos por
seres humanos, porque todos dependemos de la mano de obra barata de ese país
que vivimos criticando por violar los derechos humanos. Estos animales (los
murciélagos y pangolines) quizá están más contagiados porque nosotros mismos
hemos destruido su hábitat y ahora viven en lugares más reducidos. En medio de
todo esto no faltan quienes creen que el virus ha sido fabricado en un
laboratorio científico o en las redes sociales y los medios. Igualmente, como
en El amor en los tiempos del cólera, hay quienes todo se lo atribuyen a
“la Divina providencia”, hasta la destrucción y traslado de una planta
eléctrica que no dejaba dormir a los ricos.
Las
preguntas que podrían invitar a una reflexión sobre la agencia divina en
relación con la pandemia de la Covid-19, no ahora, sino dentro de algunas
décadas, son, entre otras, por qué así y por qué ahora. En este momento sería
muy prematuro porque todavía no sabemos dónde vamos a llegar, cuándo vamos a
llegar, o si llegaremos a alguna parte. Lo único claro por ahora es que hay
mucho sufrimiento y que todavía falta por sufrir. Pero como al mismo tiempo que
transcurren las cremaciones despiadadas en lugares recónditos y los entierros
solitarios en fosas comunes, se están tomando decisiones que nos afectan a
todos, nos toca llorar compasivamente con un ojo y vigilar sagazmente con el
otro. Esto inevitablemente nos lleva a pensar en las decisiones que toman
nuestros líderes en tiempos de pandemia.©2020Milton Acosta
2 comentarios:
Gracias profe por la reflexión. Sin duda alguna creo que de las cosas importantes es no cerrar el ojo o desviar la mirada de las decisiones que toman los gobernantes, si es queremos seguir en democracia. Saludos.
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