Pacto Pacto Pacto (1)
Cristo Cristo Cristo
El pacto es un tema que atraviesa la Biblia de lado a lado, desde la creación en Génesis hasta la nueva creación en Apocalipsis. Es, por lo tanto, un tema importante pero a la vez complejo. Por lo importante lo abordamos, pero por lo complejo lo hacemos con la conciencia de que lo que abarcaremos aquí será mínimo. La necesidad de tratar el tema surgen de una seria preocupación: Desde muchos púlpitos (y ahora también desde butacas en televisión) de América Latina se tergiversa y explota impunemente la teología bíblica del pacto. Duele ver cómo se trata el pacto en términos de compra-venta. Duele porque los pactos bíblicos están mediados por la gracia de Dios, no por dinero. Duele porque se lee el Antiguo Testamento como si Cristo no hubiera venido.
Fórmula para memorizar: Pacto + promesas + dinero = engaño
Algunos negocios son más rentables que el narcotráfico, gracias a la torsión y distorsión de la teología bíblica del pacto y la ‘siembra.’ Una forma eficaz de edificar edificios teológicos y de mejorar la cuenta bancaria de manera rápida es: grandes deseos de tener dinero fácil, habilidad en el uso de una concordancia, mucha imaginación y parla de petardista. Pero estos edificios se caen solitos con el tiempo; están mal hechos; una vez habitados aparecen las grietas y los habitantes tienen que salir corriendo. Cierto es que con una concordancia en las piernas se puede hablar horas y horas y aparentar mucha erudición bíblica girando alrededor de un tema gracias a las referencias al margen del texto. Pero, por útiles que sean las concordancias, tal teología es de poco fiar.
Pacto no es otra cosa que los términos sobre los cuales se establece una relación entre dos o más partes. Cada uno se compromete a algo. Veamos un instructivo episodio del Antiguo Testamento. Jeremías predicó a un pueblo que había quebrantado el pacto con Dios (Jer 7:21–34; 11:1–17; 30:12–15; cp. Deut 28); es decir, había desobedecido. Pero a diferencia de Moisés (Ex 32–33), a Jeremías se le prohíbe que ore (Jer 11:14). La situación había llegado a un punto en el cual no era cuestión de orar, sino de hacer cumplir los términos del pacto. Ante la apostasía prolongada y sostenida de Israel, a Dios le quedan dos alternativas: dar por terminada la relación o renovar el pacto. Dios decide renovarlo; pero con el mismo fundamento: el amor de Dios (Cp. Os 2:23). La renovación también incluye las antiguas promesas dadas a Abraham (Exod 6:7). Ese es el tema de Jeremías 31:31–34, el nuevo pacto. Los vv. 31–34 son el centro de los últimos cinco oráculos de salvación en el llamado “Libro de la Consolación”.(1)
Lo que Jeremías dice es revolucionario, especialmente por la reverencia con la que se ha tenido la ley y a los ministros de ella hasta la fecha, y por el lugar tan importante que adquirió en la época del exilio. Por otra parte, en Deut 31:26 dice que el libro de la ley (Torá, ‘instrucción’) se mantenga al lado del Arca, pero Jeremías 3:16 promete que, en el futuro, después de restaurada la ciudad de Jerusalén, el Arca será obsoleta.(2) Así, la ley no estará en un sitio, sino en el corazón. Estas revolucionarias palabras están en continuidad con la circuncisión del corazón (Deut 30:6–8). Las palabras también se deben leer en el contexto de ministros y líderes corruptos. A finales del siglo séptimo, el rey Josías hizo una gran cantidad de reformas sociales y religiosas, pero si algo demostró su empresa es que los cambios en el culto no son suficientes para cambiar los corazones.(3)
Continuará...
Adivinanza: En la ceca se labran las monedas, y en la cesta las recogen; quien la centena de promesas por plata promete, en lazo de resmas enlaza al incauto
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