octubre 05, 2009

Deus Confusus? [1]


La nación en la oración

Milton Acosta, PhD

¿Le gustaría saber cómo confundir a Dios? Muy fácil, reemplace a Israel y Judá por su país y aplíquelo al presente. Si los cristianos en cada país hacemos lo mismo, terminaremos confundiendo a Dios, especialmente si tenemos conflictos con los vecinos. Veamos cómo una situación antigua (2R 18–20; 2Cr29–32; Is 36–39) se puede relacionar con el presente y producir un Deus Confusus.

En el año 701 antes de Cristo, el pequeño reino de Judá, siendo gobernado por Ezequías, enfrentó una crisis de grandes proporciones. El poderoso e implacable imperio asirio no lograba saciar su hambre expansionista. Le toca el turno a Judá; Senaquerib, rey Asiria, le toca la puerta a Judá y dice por boca de su arrogante emisario tres cosas en tono de burla, en un lugar público para que todos escuchen: 1) ninguno de los dioses de los pueblos que hemos avasallado ha sido capaz de salvar a nadie; ¿Qué te hace pensar que el dios tuyo o una alianza con estos pueblos te salvará? 2) me río de Egipto; sé de tus conversaciones con ellos y 3) si te traigo dos mil caballos, ¿tendrás jinetes para montarlos? De modo pues, mi amigo Ezequías, no confíes en palabras de aire; sométete, págame el tributo y ahorrémonos esta guerra. La cronología de los eventos de esta historia es compleja, pero se puede ver con claridad que la situación es absolutamente crítica.[1]

Ante palabras y hechos tan serios, Ezequías hace una oración modelo, cuyos componentes bien vale la pena mencionar: 1) Reconocimiento de Dios como creador y Señor; 2) reconocimiento de la amenaza; 3) al cierre, una petición (Is 37:16–20). Dios escuchó y despachó a los asirios.

Ahora pasemos a historia actual. Supongamos que yo soy colombiano y me gusta ver los noticieros de televisión. Supongamos que escucho al presidente expansionista de un país vecino pronunciar discursos arrogantes con insultos y ataques contra el presidente de mi país. Supongamos que ese presidente de prospecto vitalicio ya domina a otros países alrededor. Supongamos que le pone a mi país un estado de sitio económico. Supongamos que se prepara para la guerra, compra aviones de fabricación rusa y procura armas nucleares. Ante todas estas suposiciones, un buen día yo leo en la Biblia la historia de Ezequías. ¿Cuál será mi tentación como devoto creyente de la Biblia? Haré un mutatis mutandis hermenéutico de la siguiente manera: Ezequías es el presidente de Colombia; Colombia es Judá; Venezuela es Asiria; y yo soy Isaías. Oraré para que el vecino sea destruido y seguiré viendo los noticieros esperando el cumplimiento de las palabras de la Biblia, las cuales indefectiblemente se cumplen. Esta será mi honesta aplicación de la Biblia.

Supongamos ahora que yo soy venezolano y me gusta ver los noticieros de televisión. Supongamos que un imperio del norte ostenta las fuerzas armadas más poderosas del mundo entero. Supongamos que tiene o usa bases militares en un país de al lado, cuyo presidente también tiene prospecto vitalicio. Supongamos que ese imperio del norte tiene en su haber una historia de invasiones a países cercanos y lejanos, de haber puesto, depuesto o extraído presidentes en el vecindario, y de haber anulado, estrangulado y socorrido a otros económicamente. Ante todo esto, que son puras suposiciones, un buen día yo leo en la Biblia la historia de Ezequías que acabamos de relatar, ¿Cuál será mi tentación como devoto creyente de la Biblia? Haré un mutatis mutandis hermenéutico de la siguiente manera: Ezequías es el presidente de Venezuela; Venezuela es Judá; Estados Unidos es Asiria; y yo soy Isaías. Oraré para que el imperio y mi vecino sean destruidos y seguiré viendo los noticieros esperando el cumplimiento de las palabras de la Biblia, las cuales indefectiblemente se cumplen. Esta será mi honesta aplicación de la Biblia.

Supongamos ahora que yo soy ecuatoriano... de Estados Unidos... de Honduras... de Cuba... de Irán... de Afganistán... un buen día yo leo en la Biblia la historia de Ezequías... Continuará..


[1]El profeta Isaías parece confirmar la tentación que tiene Ezequías de confiar en las alianzas militares con el otro imperio que podría hacerle frente a Asiria o a Babilonia, Egipto: “Ay de los que confían en ejércitos, carros y caballos y no en Dios” (Is 31).

1 comentario:

Varonilmente dijo...

Ja,ja!
No tardes en postear el otro, Milton!