octubre 23, 2009

Los “Cristianos” y la Política

De la apatía a la vergüenza

Milton Acosta, PhD

Uno de los peores desaciertos que han cometido los cristianos evangélicos en América Latina recientemente ha sido la incursión en la política con los mal llamados “partidos políticos cristianos”. Es un error gravísimo con múltiples aristas, tanto teológicas como sociológicas. Veamos algunas.

Primero vamos con lo teológico. Esa idea de que “Colombia será para Cristo” ni es bíblica ni va a ocurrir. No olvidemos que hasta hace muy poco Europa era un continente “cristiano.” La Biblia dice que el evangelio será proclamado en todas partes, pero en ninguna parte afirma que todo el mundo se va a convertir en cristiano; todo lo contrario. El evangelio en general es y será rechazado porque el ser humano prefiere vivir a sus anchas sin pasar por las angostas de la ética cristiana, la de Jesús.

El primer error teológico es doble: pensar que todos se van a convertir a Cristo en el país, y que con gobernantes cristianos habrá justicia, paz y felicidad. Eso no ha ocurrido en ninguna parte y nunca va a ocurrir. Lea el Nuevo Testamento y verá cuán humanos son los cristianos.

El segundo error teológico es la peligrosa mezcla de religión con política, especialmente cuando el político que se llama cristiano es de formación tanto teológica como política poco estructuradas. La madurez de pensamiento no se logra en tres días, como si fuéramos plátanos.

Muchos cristianos evangélicos, sin darse cuenta, tienen una mentalidad constantiniana y medieval del poder (reino de Dios = control del gobierno); la misma que los cristianos evangélicos tanto le han criticado a la iglesia católica romana. ¡Qué ironía! Pero no se dan cuenta, precisamente por la falta de conocimiento de la historia, de la teología y de la política. ¡Qué peligro!

En cuanto a lo sociológico, uno no pasa del miedo al agua a una competencia intercontinental de veleros de la noche a la mañana. En Colombia, los cristianos evangélicos hace dos décadas eran o liberales o apáticos a la política. Esto último por una escatología apocalíptica, más hollywoodense que bíblica. ¿Qué se podía esperar? Cuando se les habló de las lecciones de la historia y de la inviabilidad de su empresa, respondieron con altiva ignorancia: “eso no nos va a pasar a nosotros.”

Los males que cometa el político cristiano evangélico y su partido serán sobredimensionados, exagerados, y publicitados como ningún otro en la sociedades latinoamericanas mayormente católicas, por una sencillísima razón: los políticos cristianos evangélicos cayeron en su propia trampa, movidos por la ambición, la teología distorsionada y la ignorancia crasa. Su discurso se olvidó que son seres humanos y arrogantemente descalificaron a los demás. Se declararon diferentes y resultaron iguales.

El hecho de que la gente haga tanta leña de estos árboles caídos muestra que los críticos tienen un sentido de lo correcto y, más aún, una vara ética más alta para medir a quienes ejercen cargos públicos no como ciudadanos, sino como cristianos. Por eso la factura tan elevada.

La necesidad más urgente en nuestro continente en términos de política es la cultura ciudadana. Cuando tengamos ciudadanos con cultura democrática, entonces podremos decir que tenemos democracia. Hasta el momento tenemos sólo maquinarias políticas y uno que otro caso aislado de verdaderos votos de opinión. Eso explica por qué es posible seguir eligiendo corruptos con tan poca participación ciudadana.

No vamos a decirles hoy a los mal llamados políticos y partidos cristianos evangélicos lo que le dijo Maradona a sus críticos. Tampoco eso sería muy cristiano. Pero sí es necesario advertirle a la gente de lo irresponsable y arrogante que es hablar de “partidos políticos cristianos.” Si alguien anhela ser político, gánese los votos en franca lid, no utilizando las maquinarias de las iglesias que a última hora en nada difieren de las maquinarias políticas que tanto hemos criticado.

La franca lid es el trabajo honesto y dedicado por el bien público, desde abajo. A la hora de votar, el elector vota por la historia pública del candidato y su partido, no por una religión. No confundamos elección de ministros religiosos con elección de ministros de gobierno.

Tantos parecidos entre los mal llamados políticos cristianos con los políticos tradicionales sugiere que Pierre Bastian tiene razón: Muchos de los movimientos “cristianos” de América Latina no son más que una expresión de la religiosidad popular católica.©2009Milton Acosta

octubre 16, 2009

¿Deus Confusus? [2]



La nación en la oración

Milton Acosta, PhD

... Continuación de “¿Deus Confusus? [1]”

Cualquier observador de este circo dirá, “Con que ustedes son los que tienen a Dios confundido.” Con creyentes que así interpretan y aplican la Biblia, terminaríamos con un Deus confusus. La devoción es buena, pero mal orientada es peligrosa. El mal camino de esta devoción es que no está regida por toda la Biblia, sino por el nacionalismo perverso que utiliza pedacitos de la Biblia a su acomodo. La fe revuelta con nacionalismo produce un Dios confundido una vez que salimos de las fronteras de nuestro país. Es cierto que uno se preocupa cuando alguien al orar por la comida se sale de las fronteras del país. El hambre produce impaciencia y la comida se enfría. Pero si la oración cristiana no cruza ríos, montañas y mares, nos retrocede milenios en la teología.

Pero antes de empacar maletas, quedémonos con Ezequías otro ratico. Ezequías recibió mensajeros del babilonio Merodac Baladán disfrazados de compasión por los enfermos. Ese nombre por sí solo suena a algo malo: “Merodea la Maldad;” pero no está solo. En la geopolítica existen los azuzadores. Un país azuza a otro contra un tercero. Egipto instiga a un babilonio para acabar con Asiria, para poner fin a la opresión del imperio. Eso, aunque suena a música en oídos de pobres y oprimidos, termina en una rotación del poder, la riqueza y la pobreza. Sólo cambian de manos.

Ezequías comete un error: le mostró todo al babilonio; pero después resultó siendo él el bobilonio, porque los babilonios le quitaron a Judá lo poco que los asirios habían dejado un siglo después. ¿A quién se le ocurre mostrar las riquezas y el potencial económico de su país sabiendo que otros están alrededor como cocodrilo de Babilonia al acecho? ¡Hombre, no hay que dejar salir las babas tan rápido ni en tales cantidades! Pero así hubo, hay y habrá gobernantes. Mostrar para demostrar que uno no es menos puede resultar fatal. Para colmo, Ezequías se contenta porque las consecuencias de su falta no las sufrirá él, sino sus hijos. Qué extraña manera de consolarse.

Pero no todo fue malo. Ezequías también es famoso por el túnel que construyó para llevar agua a Jerusalén en caso de un estado de sitio (Isa 22:9–11; 2R 20:20; 2 Cr 32:30). Ese túnel, de 400 metros de largo, es hoy un gran hallazgo arqueológico porque hasta se localizó “la placa” (una inscripción) de inauguración del túnel, con el nombre de Ezequías. Todo un descubrimiento.[1]

Esto que acabamos de hacer (los cuentos de Ezequías) en literatura se llama digresión, que la Real Academia de la Lengua Española define como: “Efecto de romper el hilo del discurso y de hablar en él de cosas que no tengan conexión o íntimo enlace con aquello de que se está tratando.” Les faltó decir: “cuyas cosas el autor, y sólo él, piensa que son interesantísimas.”

Nuestro tema es la oración de Ezequías en un momento de seria amenaza. De esa oración nos interesa su teología. Esa oración registrada en Isaías 37 no está nada mal. En un momento de la revelación bíblica cuando la existencia de Israel como nación, y su templo son símbolos de la presencia de Dios, no resulta anormal pedir que el ejército asirio sea derrotado. Pero desde una perspectiva cristiana habría serios problemas para hacer esa oración hoy tal y como está.

Si la hiciéramos, no terminaríamos con un Dios confundido, sino con un dios tribal; como el de Europa en guerra: un pueblo clama a Dios en contra de otro pueblo que le clama al mismo Dios. Es decir, los europeos siguieron orando como Ezequías, como los judíos del tiempo de Jesús; y como si Cristo no hubiera venido, muerto y resucitado. Esa mezcla fue criticada por teólogos europeos como Karl Barth, Dietrich Bonhöffer y Jacques Ellul. Los europeos parece que aprendieron ya su lección después de las atrocidades de dos guerras devastadoras en menos de cincuenta años el siglo pasado. Claro, los europeos de hoy poco oran; están plagados de ateísmo y agnosticismo.

A los discípulos de Jesús, todos judíos, les costó dejar de lado su nacionalismo. A nosotros no nos resulta menos difícil, pero necesitamos aprender a orar como cristianos multinacionales. Los confundidos somos nosotros por causa del nacionalismo tribal. Continuará...

©2009Milton Acosta

[1]Más detalles en William M. Schniedewind, How the Bible Became a Book (New York: Cambridge, 2004), 72–77.

octubre 05, 2009

Deus Confusus? [1]


La nación en la oración

Milton Acosta, PhD

¿Le gustaría saber cómo confundir a Dios? Muy fácil, reemplace a Israel y Judá por su país y aplíquelo al presente. Si los cristianos en cada país hacemos lo mismo, terminaremos confundiendo a Dios, especialmente si tenemos conflictos con los vecinos. Veamos cómo una situación antigua (2R 18–20; 2Cr29–32; Is 36–39) se puede relacionar con el presente y producir un Deus Confusus.

En el año 701 antes de Cristo, el pequeño reino de Judá, siendo gobernado por Ezequías, enfrentó una crisis de grandes proporciones. El poderoso e implacable imperio asirio no lograba saciar su hambre expansionista. Le toca el turno a Judá; Senaquerib, rey Asiria, le toca la puerta a Judá y dice por boca de su arrogante emisario tres cosas en tono de burla, en un lugar público para que todos escuchen: 1) ninguno de los dioses de los pueblos que hemos avasallado ha sido capaz de salvar a nadie; ¿Qué te hace pensar que el dios tuyo o una alianza con estos pueblos te salvará? 2) me río de Egipto; sé de tus conversaciones con ellos y 3) si te traigo dos mil caballos, ¿tendrás jinetes para montarlos? De modo pues, mi amigo Ezequías, no confíes en palabras de aire; sométete, págame el tributo y ahorrémonos esta guerra. La cronología de los eventos de esta historia es compleja, pero se puede ver con claridad que la situación es absolutamente crítica.[1]

Ante palabras y hechos tan serios, Ezequías hace una oración modelo, cuyos componentes bien vale la pena mencionar: 1) Reconocimiento de Dios como creador y Señor; 2) reconocimiento de la amenaza; 3) al cierre, una petición (Is 37:16–20). Dios escuchó y despachó a los asirios.

Ahora pasemos a historia actual. Supongamos que yo soy colombiano y me gusta ver los noticieros de televisión. Supongamos que escucho al presidente expansionista de un país vecino pronunciar discursos arrogantes con insultos y ataques contra el presidente de mi país. Supongamos que ese presidente de prospecto vitalicio ya domina a otros países alrededor. Supongamos que le pone a mi país un estado de sitio económico. Supongamos que se prepara para la guerra, compra aviones de fabricación rusa y procura armas nucleares. Ante todas estas suposiciones, un buen día yo leo en la Biblia la historia de Ezequías. ¿Cuál será mi tentación como devoto creyente de la Biblia? Haré un mutatis mutandis hermenéutico de la siguiente manera: Ezequías es el presidente de Colombia; Colombia es Judá; Venezuela es Asiria; y yo soy Isaías. Oraré para que el vecino sea destruido y seguiré viendo los noticieros esperando el cumplimiento de las palabras de la Biblia, las cuales indefectiblemente se cumplen. Esta será mi honesta aplicación de la Biblia.

Supongamos ahora que yo soy venezolano y me gusta ver los noticieros de televisión. Supongamos que un imperio del norte ostenta las fuerzas armadas más poderosas del mundo entero. Supongamos que tiene o usa bases militares en un país de al lado, cuyo presidente también tiene prospecto vitalicio. Supongamos que ese imperio del norte tiene en su haber una historia de invasiones a países cercanos y lejanos, de haber puesto, depuesto o extraído presidentes en el vecindario, y de haber anulado, estrangulado y socorrido a otros económicamente. Ante todo esto, que son puras suposiciones, un buen día yo leo en la Biblia la historia de Ezequías que acabamos de relatar, ¿Cuál será mi tentación como devoto creyente de la Biblia? Haré un mutatis mutandis hermenéutico de la siguiente manera: Ezequías es el presidente de Venezuela; Venezuela es Judá; Estados Unidos es Asiria; y yo soy Isaías. Oraré para que el imperio y mi vecino sean destruidos y seguiré viendo los noticieros esperando el cumplimiento de las palabras de la Biblia, las cuales indefectiblemente se cumplen. Esta será mi honesta aplicación de la Biblia.

Supongamos ahora que yo soy ecuatoriano... de Estados Unidos... de Honduras... de Cuba... de Irán... de Afganistán... un buen día yo leo en la Biblia la historia de Ezequías... Continuará..


[1]El profeta Isaías parece confirmar la tentación que tiene Ezequías de confiar en las alianzas militares con el otro imperio que podría hacerle frente a Asiria o a Babilonia, Egipto: “Ay de los que confían en ejércitos, carros y caballos y no en Dios” (Is 31).