noviembre 06, 2010

Serie Jonás—Temporada 2010—“No sonreiré para esta foto”

Cuarto Episodio
Tienes ciento veinte mil seguidores 

Milton Acosta, PhD


Descartes, al igual que Platón, finalmente concluyó que Dios no puede engañar a nadie puesto que la voluntad de hacer tal cosa sería una señal de malicia o debilidad, lo cual Dios no tiene.[1] Pero hay gente que sí se engaña. Mr. Bean sale de su casa para meter por el buzón de la puerta de su propia casa tarjetas de Navidad que él mismo se ha escrito; luego al entrar de nuevo a su casa y encontrar las tarjetas, se sorprende, se emociona y se alegra porque alguien se ha acordado de él en Navidad.
Las redes sociales les sirven a muchas personas para engañarse con la idea de que tienen miles de amigos. Los buscan con lista en mano para añadirlos y luego mostrar a los demás cuán populares son.
A Jonás le pasaba exactamente lo opuesto. Resultó con ciento veinte mil seguidores que no quería y a quienes les predicó de mala gana. Jonás puso la peor cara, dijo unas cuantas palabras de juicio, y en un sólo día logró captar la atención de tal cantidad de personas que hubiera sido la envidia de Lady Gaga.
Jonás pareciera estar condenado a ser un predicador exitoso. Donde quiera que va, va dejando convertidos; cumple su misión sin culpa. Primero fueron los marineros del barco; ahora son los ninivitas. Los predicadores se esfuerzan por el contenido, la presentación, las ilustraciones, el tono de la voz, para que su mensaje sea claro, bíblico y contundente. Jonás predica a regañadientes y la gente se arrepiente.[2]
El mensaje del profeta Jonás fue el más corto que haya predicado profeta alguno en la Biblia: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida” (3:4); en hebreo son apenas cinco palabras (‘od ’arba‘im yom venineveh nehpaket). Más largo fue el edicto del rey donde ordena el ayuno y arrepentimiento de todo el mundo, por si de pronto Dios se compadecía de ellos. Y así fue (3:7–10).
La mejor noticia para los ninivitas es la peor noticia para Jonás: Dios no lleva a cabo la destrucción de Nínive. Jonás entonces le dice a Dios: “¡¿No te lo dije?! No ves que por eso es que yo no quería predicarles y salí huyendo para Tarsis. Yo sabía que tú eras un Dios bondadoso y compasivo” (4:1–2). Como quien dice, “a qué Dios en su sano juicio se le ocurre tener misericordia de gente tan mala. Dios debería tener compasión solamente de gente buena, como yo.” Jonás prefiere la muerte antes que tener que tolerar un Dios compasivo. En su arrebato de rabia habla como Condorito cuando le dijo al ladrón que lo amenazaba con un arma para robarlo: “Primero muerto antes que perder la vida.”
Hay gente que detesta el juicio de Dios; Jonás detesta su compasión; y se lo reclama cual marido herido de mujer infiel. Jonás no se da cuenta de la compasión de Dios con él porque está acostumbrado a ella; es lo normal. Lo absolutamente inaceptable para Jonás es que Dios perdone a los enemigos de Israel.
La reacción de Jonás es cómica y trágica.[3] Hay personajes bíblicos que en medio de sufrimiento extremo desearon no haber nacido. Pero se trataba de individuos rectos. Jonás pretende meterse en el pellejo de Job, pero quedó desfigurado como paciente operado de cirujano estético falso. Es decir, Jonás no tiene derecho ni a querer morirse.[4]
Pero lo bonito de esta historia es que Dios le tiene tanto cariño a Jonás que le sigue la corriente y hasta se pone a discutir con él para sacarlo de su engaño. Además, lo somete a un corto tratamiento de belleza espiritual que mezcla disfrute con incomodidad, para que Jonás piense. El tratamiento es de plantas, gusanos, viento y sol; algo así como vacaciones en Aruba, caída de la bolsa, desempleo y deudas. Todo para que Jonás piense y se dé cuenta de que él también existe por la gracia de Dios. La tarea de la predicación sirve además para que la gracia y el perdón de Dios no se conviertan en paisaje. Esto se lo mostró Dios a Jonás dándole ciento veinte mil seguidores que el profeta no quería.©2010Milton Acosta
Próximo episodio: ¡Ay no te reconocía! ¡Cómo has cambiado!



[1]André Gombay, Descartes, Blackwell Great Minds (Oxford: Blackwell, 2007), 71.
[2]Una exposición más detallada de este punto puede encontrarse en Milton Acosta, El humor en el Antiguo Testamento (Lima: Ediciones Puma, 2009), 204–06.
[3]Otros autores han reconocido lo mismo; p. ej. Vicente Mora, Jonás, Cuadernos Bíblicos (Navarra: Verbo Divino, 1981).
[4]J. R. C. Cousland, "Tobit: A comedy in error?," The Catholic Biblical Quarterly 65 (2003): 538.

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