marzo 18, 2011

Así Hablaba Zalamero

Un personaje indeseable con una larga historia


Milton Acosta, PhD

Zalamero conoce bien su oficio. Su arte consiste en decirte lo que a su agudo juicio tú quieres escuchar para hacerte sentir bien, importante y amado. Posee un surtido y letal arsenal verbal acompañado de gestos y miradas estudiadas. Con su estrategia puede conseguir empleo y hasta podría durar algún tiempo laborando, o mejor dicho, lagarteando. Zalamero es un profesional de la lagartería. Por eso Zalamero escogerá cuidadosamente su objetivo para ejercer su arte de lagarto.1Zalamero puede sobrevivir lagarteando porque “tienen su contraparte, es decir a los vanidosos y ególatras que reciben con gusto sus lisonjas y cumplidos, muchas veces sin importar lo que pidan a cambio. De no ser así tal vez estas especies se habrían extinguido al tiempo con los dinosaurios.”2 De modo que a la larga, la víctima lo es con gusto.
Zalamero tiene una larga historia; hasta aparece en los clásicos. En su obra Caracteres, Teofrasto3 describe al lagarto griego de su época así: exalta a su patrón hasta donde no puede más; le quita los pequeños sucios del abrigo con gran delicadeza; manda a callar a todo el mundo cuando su patrón va a hablar y es el primero en aplaudir cuando termina; le lleva regalos al patrón y a su familia; exalta la inteligencia y belleza de sus hijos; le hace mandados; alaba las comidas y bebidas que le ofrece su patrón; ofrece traerle al patrón su abrigo y hasta se lo pone; le dice cosas al oído. En pocas palabras, está dispuesto a decir y hacer cualquier cosas con tal de ganarse el favor de su patrón.4
Zalamero hay de dos clases, según Teofrasto; siguiendo a su maestro Aristóteles Teo hace una distinción entre dos tipos de zalameros: el que busca beneficios económicos y el que sólo desea ser popular. Aquí nos estamos refiriendo al primero. Ese zalamero tiene un estilo que raya en el servilismo, pero sólo como estrategia calculada para la auto-promoción. Por eso usa sus artimañas en ciertos lugares y con ciertas personas nada más, especialmente con su “patrón”,5 pues persigue una mejor posición social. Mantiene el cepillo a la mano para sacudirle el saco y brillarle los zapatos del orgullo a su patrón.
Zalamero usa su estrategia donde, cuando y con quien la necesita. Está convencido de la infalibilidad de su actuación, pero solamente caen en sus fauces las almas sedientas de afecto, adulación y admiración; incapaces de verle las escamas al lagarto. Con sus víctimas Zalamero establece una conexión emocional que en pocos días se convierte en lazos añejos de afecto y lealtad irrompibles.
Zalamero es calculador y puede ser peligroso. Por eso hay que cuidarse de ellos dentro y fuera de la iglesia: “Tales individuos no sirven a Cristo nuestro Señor, sino a sus propios deseos. Con palabras suaves y lisonjeras engañan a los ingenuos” (Rom 16:1718).
Zalamero no convence a todos. “Nadie es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo”, decía mi abuela; y tenía razón. Pero, ciertos individuos le dan a uno mala espina. Uno no sabe por qué; técnicamente esta persona no nos ha hecho nada. No se sienta mal. Existe una buena explicación.
Zalamero está en el diccionario. La Real Academia Española de la Lengua lo define así: “Que hace zalamería”. Eso ya lo sabíamos. Nos toca buscar zalamería: “demostración de cariño afectada y empalagosa”. Una definición perfecta que merita un breve análisis. Diferencias personales aparte, la demostración de cariño es zalamería cuando es “afectada”, que quiere decir 1) “falta de sencillez y de naturalidad”; y 2) “extravagancia presuntuosa en la manera de ser, de hablar, de actuar, de escribir, etc.” Por todo eso Zalamero nos da tan mala espina.
Zalamero es pues falso. Siendo así, puede haber falsedad en todo lo que afirma, sugiere y nos hace creer de sí mismo: estudios, títulos, cargos que ha desempeñado, razones por las que dejó su último empleo, metas de su vida. Por eso se dice de él: “Como baño de plata sobre vasija de barro son los labios zalameros de un corazón malvado; ... la lengua lisonjera lleva a la ruina” (Pr 26:23, 28). “En sus palabras no hay sinceridad; en su interior sólo hay corrupción (Sal 5:9).
Zalamero lanza a sus víctimas adulaciones premeditadas; va más allá del elogio simple y sincero, pues ha hecho un estudio de la situación y de su víctima para lanzarle despiadadamente su empalagosa verborrea; es decir, es una adulación “calificada”. Se necesita, madurez, malicia y mucha auto-estima para no caer.
Zalamero habla así: “Tú siempre tan querida y tan amable”. Esta “es una frase que se escucha en las conversaciones cotidianas. Se trata de un halago que sin lugar a dudas robustece la vanidad de quien lo recibe y aumenta la autoestima de quien lo da, porque lo hace sentirse querido y apreciado. ... Entre sus armas [las del lagarto] más efectivas está la amabilidad, la simpatía, el don de gentes. ... En el caso de los lobos lagartos, o del lagarto trepador, como el lector lo prefiera, la estrategia es debilitar a la víctima a costa del estímulo de su vanidad. ”6 Algunos pretenden usar con Dios las estrategias de Zalamero; lo alaban de labios para afuera, pero sólo para obtener ganancias (Ez 33:31). Lo más probable es que Dios note la falta de naturalidad. ©2011Milton Acosta


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1Para un estudio detallado del fenómeno en Colombia y una explicación de estos términos técnicos especializados, véase Antonio Montaña, Fauna social colombiana (Ediciones Gamma, 1987); Alfredo Iriarte, Abominaciones y denuestos (Espasa-Calpe, 1994).
2“El arte de lagartear” n.d., http://www.semana.com/noticias-gente/arte-lagartear/14007.aspx (accesado el 11 de marzo de 2011).
3 De los dos candidatos que tenía para sucederlo, Aristóteles escogió a Teofrasto, un lesbiano (de Lesbos), por haberle traído un mejor vino que el que le trajo Eudemo, el otro potencial sucesor. Perry Leon Stepp, Leadership Succession in the World of the Pauline Circle (Sheffield Phoenix Press Ltd, 2006), 39.
4Teofrasto y Charles Pinot Duclos, Caracteres morales de Teofrasto: Reflexiones filosóficas sobre las costumbres de nuestro siglo (por Don Miguel Escribano, 1787), 5-8.
5Theophrastus, Theeophrasti Characteres: with notes by J.G. Sheppard, 1852, 63.
6“El arte de lagartear” n.d., http://www.semana.com/noticias-gente/arte-lagartear/14007.aspx (accesado el 11 de marzo de 2011).

1 comentario:

Anónimo dijo...

HONESTAMENTE CIERTO