¡Qué locura!
Milton Acosta, PhD
Empecemos con la descripción del predicador. Para Pablo el predicador en la iglesia no es estrella, ni ícono, ni héroe, ni personaje, sino servidor, colaborador, ayudante y administrador. Merece respeto como ser humano y como ministro, pero sin olvidar que trabaja para un Señor y a éste obedece. No predica un mensaje propio ni es propietario de la iglesia. Por lo tanto los feligreses no “son de” ni “pertenecen a” ningún predicador o pastor. La iglesia es de Cristo porque él fue quien murió en la cruz y en su nombre son bautizados los creyentes.
Al llamar al predicador “administrador”, Pablo no tiene en mente al gerente de una multinacional, sino al empleado que le rinde cuentas a su jefe, en este caso a Dios. La medida con la que será evaluado no es la elocuencia, ni la sabiduría, ni su gran capacidad de liderazgo, ni el número de seguidores, sino el que sea digno de confianza; o mejor, que cuando su amo le pida cuentas haya sido fiel en lo que se le encomendó y según los dones que recibió; que esté a la altura ética y moral del mensaje de Jesucristo que predica. Lo que el predicador administra son los misterios de Dios revelados en Jesucristo (1Cor 2:1-21).
La iglesia cae en seria contradicción cuando gira alrededor de personas distintas a Cristo, como hicieron los corintios. Organizaron en la iglesia grupos rivales de fans: el grupo de fans de Pablo, los fans de Apolos, el grupo de Pedro. Pablo les voltea la pirámide que les da la cultura greco-romana, donde los maestros y oradores eran persona libres, respetables y de alto estatus social que se disputaban los primeros lugares del rating a punta de retórica y elocuencia; vivían de la plata y de la adulación de sus fans. Los corintios trasladaron esa forma de pensar a la iglesia y se la pusieron a los predicadores.
El asunto es serio porque “Dios destruirá la sabiduría no sólo de la gente común y corriente, sino la forma más alta de la sabiduría, la sabiduría de los considerados 'sabios'. La aniquilación de su sabiduría acabará con el fundamento mismo de su encumbrada posición como sabio de este mundo.”1 Esto no significa que la Biblia esté en contra del conocimiento en sí; a menos que se levante como redentor de la humanidad. Ciencia, conocimiento y tecnología tenemos hoy de sobra; y mire cómo estamos.
La iglesia de Corinto tiene dos alternativas: confiar en palabras de sabiduría humana o confiar en el poder de Dios (1Cor 2:4–5). La cultura choca con el evangelio porque la esencia del evangelio a la sabiduría humana le parece un sinsentido, una locura. ¿Un redentor crucificado como un delincuente? Es decir, si un predicador maquilla o esconde la locura del evangelio y en cambio pone su confianza en su capacidad de persuación, en técnicas psicológicas y en estrategias de mercadeo, podrá sumar y multiplicar fans y seguidores; pero suyos, no de Cristo, porque habrá dejado de predicar el evangelio.
Necesidades emocionales aparte, todo predicador procura presentar un mensaje claro, verdadero y eficaz. El tema debe llegar al corazón y las necesidades de la gente; el mensaje se fundamentará en la Biblia; y el contenido se comunicará con palabras, imágenes e ilustraciones que la gente comprenda. Así, con oración, lectura, estudio, reflexión y creatividad, el predicador puede aspirar a comunicar la verdad del evangelio con gracia, claridad y eficacia. El predicador no es un improvisador. De hecho, la forma como Pablo le escribe a los corintios es una demostración de elocuencia y retórica.
Cuando Pablo dice que a él no le preocupa lo que piensen de él, es posible que se refiera un par de cosas: al fundamento que él puso (1Cor 3:10-17) y a que Dios juzga según lo que le asignó a cada uno (1Cor 3:5). Esto se aplica tanto a la evaluación positiva como a la negativa. Lo que importa no es lo que piense la gente, sino lo que piensa Dios. Esto no quiere decir que no importa lo que la gente piense, sino que en últimas, el juicio que cuenta es el de Dios. A la hora de la renovación del contrato, lo que importa para el músico no es lo que piensen sus amigos sino el director de la orquesta. En otras palabras, Pablo invita a los corintios a que no juzguen según las categorías greco-romanas de sabiduría, sino según la locura del evangelio, sabiduría y poder de Dios.©2011Milton Acosta
Cuando Pablo dice que a él no le preocupa lo que piensen de él, es posible que se refiera un par de cosas: al fundamento que él puso (1Cor 3:10-17) y a que Dios juzga según lo que le asignó a cada uno (1Cor 3:5). Esto se aplica tanto a la evaluación positiva como a la negativa. Lo que importa no es lo que piense la gente, sino lo que piensa Dios. Esto no quiere decir que no importa lo que la gente piense, sino que en últimas, el juicio que cuenta es el de Dios. A la hora de la renovación del contrato, lo que importa para el músico no es lo que piensen sus amigos sino el director de la orquesta. En otras palabras, Pablo invita a los corintios a que no juzguen según las categorías greco-romanas de sabiduría, sino según la locura del evangelio, sabiduría y poder de Dios.©2011Milton Acosta
Continuará . . .
------------ 1John Paul Heil, The rhetorical role of Scripture in 1 Corinthians (BRILL, 2005), 19-20.
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