junio 13, 2018

Reina sobre nosotros [3]

Las matemáticas, el meñique y el reino de Dios


Milton Acosta, PhD
“No te han rechazado a ti, sino a mí, pues no quieren que reine sobre ellos” (1S 8)

Las palabras que le dijo Dios a Samuel son clave para entender este momento y gran parte de la historia de Israel. La descripción que se da de Israel aquí (1S 8:6-9) es la misma que aparece al inicio del libro de Jueces: Israel ha abandonado a su Dios para adorar a otros dioses (Jue 2). Deuteronomio (17:8-20) y los salmos (p. ej., Sal 72) describen al gobierno y los gobernantes ideales, mientras que 1-2 Samuel y 1-2 Reyes los muestran como son en la realidad.

La tercera y mejor alternativa que tiene Israel para salir de su crisis social, moral, política y económica es el reino de Dios. En términos prácticos significa transformarse; es decir, cambiar ellos. Pero esa opción no les gustó, al igual que no le gusta a la mayoría de los pueblos del mundo, excepto después de haber sufrido una gran destrucción y les toca levantarse de las cenizas. El cambio que Israel quiere es de forma, no de fondo. Así podrán seguir practicando la injusticia social, solo que ahora será de manera oficial y más organizada.

El tema del reino de Dios es de los más grandes y ricos en la Biblia. Nos interesa aquí el fundamento de ese reino: la justicia y el derecho; es decir lo que hoy llamamos justicia social. Ese mismo fundamento de la justicia y el derecho se aplica a los gobernantes. En pocas palabras, una marca del pueblo que imita a su Dios es que se indigna ante la desigualdad, procura salvar la brecha entre los privilegiados y los que están en situación vulnerable y en desventaja, como por ejemplo los siete millones y medio de desplazados internos que tiene Colombia.

Si el pueblo de Dios no quiere que Dios reine sobre ellos es porque no le interesa practicar la justicia y el derecho, ni exigírselo a sus gobernantes, simplemente porque el pueblo y sus líderes no pueden exigirles a los gobernantes lo que ninguno está dispuesto a practicar. Y no lo hacen porque presupone conversión y transformación, lo cual implicaría sacrificios, especialmente para los que tienen más riqueza y más poder. No es casualidad que quienes más poder tienen compren los mejores y más grandes pernos para atornillarse por generaciones a las sillas donde están sentados. En países clientelistas las maquinarias cuidan muy bien sus tornillos.

A Samuel le interesa la totalidad de Israel, no sus intereses personales o los de su familia. Tanto es así que está dispuesto a hacerse a un lado para darle al pueblo lo que quiere. ¡Qué ejemplo! El mismo Samuel ungirá más adelante a Saúl, el rey que querían, el cual fue un fracaso total (1S 15). Lo siguió David, quien no fue idólatra, pero terminó cometiendo delitos graves y sometido a los generales del ejército (2S 3:39); después le siguió su hijo Salomón, quien no solo introdujo cultos paganos en Israel, sino que asfixió al pueblo con los impuestos y terminó siendo la causa de la división del reino, nada menos (1R 12).

Los líderes son encarnación de los pueblos en el sentido de que reunen en una persona los sentimientos, aspiraciones y el modo de ser de una colectividad. Quizá por eso se diga que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen. Los líderes, entonces, literalmente representan al pueblo que los elige y los apoya; el líder es el pueblo encarnado. Así, Israel en un momento es Saúl, en otro momento es David, también es Salomón, y así. Se dan los casos, como Josías, que intentó hacer grandes reformas durante su gobierno, pero apenas murió, el pueblo volvió a lo mismo. Es decir, Israel nunca fue Josías, como fue David.

Hay quienes como Salomón y su hijo Roboán nunca aprendieron bien las matemáticas; nunca aprendieron a sumar ni a multiplicar; solo saben restar y dividir. Hacen política dividiendo y, cuando están en el poder, acusan de apátridas a quienes no les siguen la corriente. Esto hacen porque su interés verdadero no consiste en construir un proyecto de unidad nacional sólida y verdadera, sino en mantener los privilegios de las minorías a expensas de las mayorías. Con todo, tienen la desfachatez de pedir el apoyo de esas mayorías, las cuales increíblemente lo hacen, hasta que se revienta la pita. Los países son como el fútbol; si no se juega como equipo, la derrota de un pueblo, como nación, está garantizada. De esta manera, Roboán, el hijo de Salomón, una vez en el poder rechazó el clamor del pueblo (del pueblo, no de los ricos) de que le bajaran los impuestos. Roboán, respondió que su dedo meñique era más grueso que la cintura de su padre (1R 12:1-20). Aquí se cumplieron las palabras de Jesús: un reino dividido contra sí mismo quedará asolado y una casa dividida conta sí misma se derrumbará (Lc 11:17).

En conclusión, la alternativa que Israel considera mejor que el reino de Dios es la religión auspiciada por el rey y el ejercito al que el rey se somete. Así se conforma el trío alternativo al reino de Dios, el amangualamiento de rey, ejército y religión. El gusto por la religión ritual, supersticiosa y sin ética se deduce de los relatos del arca (1 Samuel caps. 3-7), la injusticia de las advertencias sobre los abusos del poder (1S 12) y el desinterés por la ética se observa en las declaraciones que hace Samuel de su honestidad (1S 8) . Allí demostraron cómo un objeto legítimo de culto se convierte en amuleto, la monarquía que no se somete a la ley y el ejército convertido en ídolo; así pretendían garantizar su seguridad. Quisieron vivir seguros como las naciones vecinas y desaparecieron como las naciones vecinas. Samuel tenía razón, pero no nos podemos alegrar por eso. Oseas lo dirá después duro y claro: ¿Dónde está ahora tu rey para que te salve en todas tus ciudades, y tus jueces de quienes me decías: Dame rey y príncipes? Te di rey en mi ira, y te lo quité en mi furor. Atada está la iniquidad de Efraín, guardado su pecado” (Os 13:10-12 LBA).

La ñapa
En las democracias siempre se vota por el menos malo. Sin excepción. Nunca habrá otra opción. No hay nadie que encarne todas las virtudes del buen gobernante según ideología política alguna, incluyendo la divina. Peligrosa la gente que así lo cree y así vota. De modo que no espere al gobernante mesiánico hecho a su medida, pues para las elecciones terrenales no vendrá. Pero todo el que quiera está en su derecho de irse en blanco. ©Milton Acosta 2018

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