febrero 26, 2007

Cuatro Leprosos Salvadores


Misterios humillantes de la gracia divina
©2007Milton Acosta

El ejército arameo acampa en las proximidades de Samaria. No se puede entrar ni salir; las cosechas de los campos alrededor ya se han perdido; adentro reina la desesperación, la incertidumbre, el miedo; el precio del alimento está por las nubes; el canibalismo se hace alternativa. La ciudad está sitiada y el rey adentro no puede defenderse, ni tiene un aliado poderoso que venga a socorrerlo.[1]

Los arameos esperan con paciencia que la ciudad se rinda para ellos tomársela y ponerle precio a su “libertad.” Un día, entre oscuro y claro, mientras todo se ve tranquilo desde lejos, se oye lo que parece ser un gran ejército acercándose;[2] el ejército acampado concluye que Israel ha contratado los servicios militares de los hititas o los egipcios[3] y vienen al ataque. En minutos los papeles se trocan y ahora los que se llenan de miedo son los arameos. Saben que no pueden enfrentar semejantes ejércitos. No les queda otra opción que huir, y de qué manera. No tienen tiempo para salvar nada y salen en estampida a la velocidad del susto. Es peligroso mirar hacia atrás y su propia polvareda lo hace inútil. Pero si hubieran mirado, esto es lo que hubieran visto: cuatro harapientos, malolientes y desnutridos leprosos acercándose al campamento. ¡Vaya ejército!

Los arameos habían salido al mismo tiempo que los cuatro leprosos en la puerta de Samaria decidían ir al campamento del ejército enemigo para ver si de algún modo podían salvar sus vidas. Pero, para su sorpresa, no encuentran ningún ejército, sino un campamento abandonado y lleno de provisiones. Una vez establecido que el campamento arameo ha sido abandonado, los leprosos actúan tan rápido como sus frágiles cuerpos se lo permiten; así sugiere la seguidilla de verbos en wayyiqtol: diez verbos en diecisiete palabras “crean el efecto de un arrebato de saqueo.”[4] ¡Qué festín el que se dieron! Encuentran lo que nunca habían visto ni comido, en cantidades superiores a la capacidad de sus estómagos. Y como si eso fuera poco, hay ropa y de todo gratis. Es el principio del cumplimiento de la profecía de Eliseo y los primeros en disfrutarla son ellos, cuatro leprosos.

El sitio de Samaria no es frustrado por Eliseo sino por Dios mismo y sus agentes, cuatro flamantes leprosos. Este es sin duda el más elaborado de todos los relatos de Eliseo. El relato está lleno de ironías y contrastes que siguen “dos líneas en su trama: cómo terminó el sitio de Samaria y cómo en estos eventos se cumplió la profecía de Eliseo” sobre el precio de la comida[5] La presencia y acciones de los leprosos son resaltadas por la presencia y acciones de quienes desechan las palabras del profeta con respecto al sitio.

Inicialmente nos decepcionamos porque se nos empiezan a parecer a Guejazi (2 Re 5), pero los leprosos, aun en medio de la emoción ante tal botín, recapacitan, intuyen que es día de salvación; regresan a la ciudad para dar la gran noticia: ¡somos libres! Pero las jerarquías no les creen: el rey y sus oficiales están tan lejos de Dios que no creen en actos divinos a su favor. Piensan que es una trampa de los arameos. Finalmente, después de seguir todos sus protocolos militares, comprueban, para su vergüenza, que la noticia es cierta.

Este es el más sublime y conmovedor de los relatos de Eliseo: los marginados son heraldos de la salvación que el rey no puede darles. Cuatro desahuciados leprosos son agentes de una multiplicación del sonido que pone en fuga un ejército. La burla contra los arameos, y contra el rey de Israel y sus agentes es enorme. Los marginados como salvadores muestran que Dios tiene modos misteriosos de hacer cumplir su palabra: “Irónicamente, quienes por costumbre son relegados a los lugares más bajos de la sociedad, los leprosos en la puerta de la ciudad, se convierten en los mediadores esenciales del rescate, al tiempo que aportan su escaso conocimiento que finalmente libera a otros de la desesperanza.”[6] 2 Reyes 6:24–7:20
©2007Milton Acosta

[1]No se trata pues de “petits problèmes” como dice Buis, sino de cuestiones de vida o muerte. Véase Pierre Buis, Le Livre Des Rois, Sources Bibliques (Paris: Librairie LeCoffre: J. Gabalda, 1997), 237.
[2]Este es un típico caso bíblico en el cual un enemigo de Israel se llena de pánico por acción divina. Cf. Exod 14:24–25; Deut 7:23.
[3]Los “hititas” aquí son Neo-hititas del norte de Aram-Damasco. Véase Edward Lipiński, The Aramaeans: Their Ancient History, Culture, Religion, Orientalia Lovaniensia Analecta 100 (Leuven: Peeters Publishers & Department of Oriental Studies, 2000), 395, n.260. Para aclarar quienes son estos “egipcios” en plural, véase James A. Montgomery, A Critical and Exegetical Commentary on the Book of Kings, ed. Henry Snyder Gehman, The International Critical Commentary (New York: Charles Scribner's Sons, 1951), 384. Cf. Donald J. Wiseman, 1 & 2 Kings, Tyndale Old Testament Commentaries, vol. 9 (Leicester and Downers Grove: InterVarsity, 1993), 212. Otras perspectivas en Mordechai and Tadmor Cogan, Hayim, 2 Kings: A New Translation (New York: Doubleday, 1988), 82, 85. Cf. Nicolas Grimal, A History of Ancient Egypt, trans. Ian Shaw (Oxford: Blackwell, 1993), 311–33.
[4]Richard D. Nelson, First and Second Kings (Atlanta: John Knox, 1987), 190.
[5]See Burke O. Long, 2 Kings, The Forms of the Old Testament Literature 10 (Grand Rapids, Michigan: Eerdmans, 1991), 91.
[6] Ibid., 95.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

BUENA ESA PALABRA. LA TITULARIA:COMO CAMBIAR NUESTRO AMBIENTE?

Unknown dijo...

Quita el pecado

Anónimo dijo...

ME GUSTO YO LE ONDRIA ¨LOS EFECTOS ESPECIALES DE DIOS¨