marzo 06, 2007

Dios y los sacrificios
“Si tuviera hambre…”
©2007Milton Acosta

Algunos pueblos vecinos del antiguo Israel pensaban que la supervivencia de sus dioses dependía de los sacrificios que ellos les ofrecían. La “Leyenda de ’Aqhatu” habla de un Daniel que le dio alimentos y bebidas a los dioses.[1] Existe también evidencia de una ceremonia de Mesopotamia para abrir y lavar la boca de un dios, rito sin el cual el dios no puede comer ni beber.[2] Así las cosas, entre más sacrificios se ofrezcan, más contentos se ponen los dioses. La medida es el volumen.

En contraste con lo anterior, el Antiguo Testamento aclara enfáticamente que Dios no se alimenta de los sacrificios[3] que el pueblo le ofrece: “Si tuviera hambre, no te lo diría a ti, porque a mí me pertenece el mundo y su contenido. ¿Acaso voy a comer carne de toros, o a beber sangre de machos cabríos?” (Salmo 50:12–13). La cuestión es sencilla, si Dios es el creador y dueño de todo lo que existe, ¿cómo se puede ser tan falto de entendimiento para pensar que el creyente le puede dar algo a Dios y menos para comer? La evidencia actual muestra que esa mentalidad aun existe.

El salmo 50 no prohíbe los sacrificios (cp. v.5) en ese momento de la historia de Israel; lo que procura es corregir la distorsión causada por la influencia de ideas extrañas en el culto a Yavé,[4] el rito limitado a lo exterior. Lo que sigue en ese mismo salmo es igualmente importante porque aclara que los sacrificios se ofrecen por gratitud, no por negocio; invita a traer peticiones porque Dios responde, pero no porque esté en deuda con el creyente o se vea obligado a responder; finalmente anima a obedecer a Dios, pero no para “ganar puntos,” sino porque él es Dios (Salmo 50:14–23).

Los cristianos no ofrecemos sacrificios para ser perdonados, de eso se encargó Cristo en la Cruz (Efesios 5:2). Pero, el tema del ofrecimiento de sacrificios no desaparece en el Nuevo Testamento. Sin embargo, los sacrificios que ofrecemos son distintos: de alabanza a Dios y de bondad con los demás (Hebreos 13:15–16).

La idea del “sacrificio de alabanza”[5] es bien recibida entre los creyentes de hoy. También es fácil pensar en la bondad como algo que agrada a Dios. La dificultad está en entender la bondad hacia los demás como sacrificio que agrada a Dios inseparable de los labios que alaban a Dios.[6] Tal vez la riqueza del tema en la Biblia ha sido opacada por la obsesión actual con la “alabanza y adoración” limitadas al canto. Es el vicio perenne de los cristianos de absolutizar un versículo de la Biblia o parte de un versículo y olvidarse de otros aspectos bíblicos del mismo tema.

¿Cuánto pesa la alabanza? A la luz del texto bíblico, la “cantidad” de la alabanza no puede ser ni motivo de orgullo, ni de esperanza para ganar méritos o indulgencias para recibir favores de Dios. Tampoco se debe pensar que la alabanza más “poderosa” es la de más decibeles o la que ocupe una tarima más grande. La alabanza es expresión de adoración y gratitud que el creyente ofrece como respuesta a la gracia divina, no como negocio. Tanto se debe adorar a Dios como servir a los demás por medio de Jesucristo. Si Dios no come sacrificios de animales en la antigüedad, mucho menos va a comer cuentos de adoración de meras palabras. El desafío es grande, diario e ineludible.
©2007Milton Acosta

[1]Dennis Pardee, "The ’Aqhatu Legend," in The Context of Scriptures Vol. I, ed. William Hallo and K. L. Younger (Leiden: Brill, 1997), 343.
[2]La obra más completa que se puede consultar sobre el tema es tal vez Michael Dick, Born in Heaven Made of Earth: The Making of the Cult Image in the Ancient near East (Winona Lake, Indiana, EE.UU.A.: Eisenbrauns, 1999).
[3]Una de las palabras más repetidas en Levitico es “santidad.” Uno de los elementos fundamentales de la adoración en el AT son los sacrificios. Son cinco: ofrendas quemadas, ofrenda de cereal, ofrenda de paz, ofrenda por los pecados y ofrenda por la culpa. Victor P. Hamilton, Handbook on the Historical Books: Joshua, Judges, Ruth, Samuel, Kings, Ezra-Nehemiah, Esther (Baker Academic, 2001), 247.
[4]Una explicación más completa de este problema puede encontrarse en Norman Whybray, Reading the Psalms as a Book, Jsotsup, vol. 222 (Sheffield: Sheffield Academic Press, 1996), 103–05. Cp. Hamilton, 258.
[5]El sacrificio “de labios” ya se encuentra anticipado en el Antiguo Testamento (Oséas 14:2; Jonás 2:9) y también aparece en el judaísmo (Qumrán, Regla de la Comunidad, 1QS 9.4s). Véase F. F. Bruce, The Epistle to the Hebrews (Grand Rapids, Michigan, EE.UU.A.: Eerdmans, 1990), 383–84.
[6]Más aún, la idea del creyente presentándose todo como sacrificio no es extraña en el Nuevo Testamento (cp. Santiago 1:27; 1 Pedro 2:5; Rom 12:1).

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