agosto 22, 2018

Un cuento malo


El ratón cuidando el queso

Milton Acosta, PhD

En el país de los ratones ocurrió algo nunca antes visto. Los ratones decidieron que ya era hora de cambiar su imagen y la mala fama de que siempre se comían el queso ellos solos. Diseñaron un mecanismo a prueba de trampas para designar a alguien que cuidara el queso de los ratones más aprovechados. Acordaron elegir a otro ratón (sin antecedentes) para que cuidara el queso de ellos mismos; es decir, de los ratones que lo eligieron. Por extraño que parezca, el escogido se comprometió a vigilar el queso de los ratones que se lo comían, así fueran los mismos que lo habían elegido, sus familiares, sus socios o sus amigos. ¡Qué compromiso! Así que, después de agradecerles a sus electores, el ratón vigilante asumió el reto con decisión y valentía.

Como si lo anterior fuera poco, estos mismos ratones que eligieron al ratón para vigilar el queso decidieron por unanimidad hacer una consulta para preguntarles a los demás ratones del país (unos con antecedentes y otros sin ellos) si querían que siguieran robándoles el queso o si querían que no se los robaran. Ambos asuntos generaron incontables dudas y suspicacias. ¿Será una trampa? ¿Será una burla para seguir robándose el queso? También se pensó que podría ser un juego, ya que a la consulta hasta música y baile le compusieron. Era increíble ver a los ratones más viejitos bailando con tremendo flow.

Ciertas catervas de ratones hacían y deshacían alianzas con el fin de hacerles creer a los demás ratones que cuidar el queso era más importante para ellos que para otros. Pero, ¿cuidarlo de quién y para qué? Las malas lenguas decían que algunos habían hecho curso para ascender a rata; y bueno, tenían que demostrar que esos estudios sí sirven, que la platica no se perdió.

Un grupo todavía más intrépido de ratones decidió por aparte que ni la elección de un vigilante permanente ni la consulta popular servirían para proteger el queso y que solo funcionaría su plan: crear leyes completamente nuevas y originales para poner una serie adicional de obstáculos alrededor del queso, de manera que ni el ratón más osado ni con el esqueleto más flexible o la velocidad de Bolt pudiera comérselo sin ser atrapado y sancionado ejemplarmente, como se lo merece un ratón malo. Además, gracias a su intrepidez, querían echarle químicos al queso para aumentarle el volumen, de modo que a los ratones de a pata les pareciera que estaban comiendo más queso.

Ante tanto ingenio y creatividad para cuidar el queso, muchos creían seriamente que estos ratones por fin habían descubierto algo sin precedentes, pues por primera vez en la historia de los roedores se habría creado el método definitivo para combatir de manera eficaz el robo del queso. Esto sin duda los haría merecedores de premios internacionales por innovación y desarrollo, ciencia y tecnología. De allí en adelante la rodentidad cambiaría para siempre. Nunca más se volvería a saber de robo de queso por parte de ratón alguno, con o sin antecedentes.

Todo ratón con algunos lustros encima sabe que por definición al ratón le es imposible cuidar el queso. Además, los ratones tienen una particularidad preocupante, su alta tasa de reproducción. Por mucho que les pongan trampas y caigan algunos, siempre habrá más ratones. Puede ser que tienen una memoria corta y olvidan las innumerables capturas de compañeros suyos. El hecho es que está garantizado que ratones habrá y el queso siempre estará en peligro. Por eso muchos ratones sospechaban que la misión de este ratón vigilante es dar la impresión de que cuida para que los ratones del común sientan que por fin alguien cuida el queso y que será bien repartido. Y si no alcanza para todos, porque es que el queso normalmente se desaparece, siempre se le podrá echar la culpa a algún ratón malo que anda por ahí, o al precio internacional de la leche, el cuajo, el cambio climático y demás. Lo importante es la percepción que el ratón tiene de las cosas, al no ver la contradicción alguna entre la desaparición del queso y la falta de idoneidad del que lo cuidaba. Estos son los momentos en los que todo ratón extraña al Súper ratón. Pero el ratón no es bobo; sabe que esos son cuentos de dibujos animados.

En medio de todo, no faltó el que propusiera la cacería o los venenos para acabar con los ratones que hacían desaparecer el queso. Pero los derechos rodentinos prohibían estas cosas. Sin embargo, algunos ratones se agarraban de un pequeño hilito de esperanza. Cavilaban, ¿y qué tal que el encargado de vigilar el queso sí lo vigile y que la consulta y las leyes sí funcionen? Se  convertirían en un país modelo para el mundo, con una sagacidad sin precedentes en la historia de la rodentidad. Casos se han visto; si los maestros de la ética en un país lejano eligieron al presidente más antiético, quién quita que aquí ocurra algo al revés, que a los ratones se les ocurran ideas que de verdad ayuden a combatir el robo del queso. Pero si no, todo volvería a la normalidad, seguirían jugando al gato y al ratón, pero sin gato. Al ratón de a pata le tocará ver cómo se rebusca en basureros y alcantarillas, mientras los ratones estudiados se comen el queso que era para todos. Los más optimistas pensaban que solo una gran catástrofe cambiaría a estos ratones (Is 1:21-31).©Milton Acosta 2018

1 comentario:

Jagiva dijo...

Extraordinario humor reflexivo. Recomendable para la practicidad. JGV