El ratón cuidando el queso
Milton
Acosta, PhD
En el país
de los ratones ocurrió algo nunca antes visto. Los ratones decidieron que ya
era hora de cambiar su imagen y la mala fama de que siempre se comían el queso
ellos solos. Diseñaron un mecanismo a prueba de trampas para designar a alguien
que cuidara el queso de los ratones más aprovechados. Acordaron elegir a otro
ratón (sin antecedentes) para que cuidara el queso de ellos mismos; es decir,
de los ratones que lo eligieron. Por extraño que parezca, el escogido se
comprometió a vigilar el queso de los ratones que se lo comían, así fueran los
mismos que lo habían elegido, sus familiares, sus socios o sus amigos. ¡Qué
compromiso! Así que, después de agradecerles a sus electores, el ratón
vigilante asumió el reto con decisión y valentía.
Como si lo
anterior fuera poco, estos mismos ratones que eligieron al ratón para vigilar el
queso decidieron por unanimidad hacer una consulta para preguntarles a los
demás ratones del país (unos con antecedentes y otros sin ellos) si querían que
siguieran robándoles el queso o si querían que no se los robaran. Ambos asuntos
generaron incontables dudas y suspicacias. ¿Será una trampa? ¿Será una burla
para seguir robándose el queso? También se pensó que podría ser un juego, ya
que a la consulta hasta música y baile le compusieron. Era increíble ver a los
ratones más viejitos bailando con tremendo flow.
Ciertas catervas
de ratones hacían y deshacían alianzas con el fin de hacerles creer a los demás
ratones que cuidar el queso era más importante para ellos que para otros. Pero,
¿cuidarlo de quién y para qué? Las malas lenguas decían que algunos habían
hecho curso para ascender a rata; y bueno, tenían que demostrar que esos estudios
sí sirven, que la platica no se perdió.
Un grupo
todavía más intrépido de ratones decidió por aparte que ni la elección de un
vigilante permanente ni la consulta popular servirían para proteger el queso y
que solo funcionaría su plan: crear leyes completamente nuevas y originales
para poner una serie adicional de obstáculos alrededor del queso, de manera que
ni el ratón más osado ni con el esqueleto más flexible o la velocidad de Bolt pudiera
comérselo sin ser atrapado y sancionado ejemplarmente, como se lo merece un
ratón malo. Además, gracias a su intrepidez, querían echarle químicos al queso para
aumentarle el volumen, de modo que a los ratones de a pata les pareciera que
estaban comiendo más queso.
Ante tanto
ingenio y creatividad para cuidar el queso, muchos creían seriamente que estos
ratones por fin habían descubierto algo sin precedentes, pues por primera vez
en la historia de los roedores se habría creado el método definitivo para
combatir de manera eficaz el robo del queso. Esto sin duda los haría
merecedores de premios internacionales por innovación y desarrollo, ciencia y
tecnología. De allí en adelante la rodentidad cambiaría para siempre.
Nunca más se volvería a saber de robo de queso por parte de ratón alguno, con o
sin antecedentes.
Todo ratón
con algunos lustros encima sabe que por definición al ratón le es imposible
cuidar el queso. Además, los ratones tienen una particularidad preocupante, su
alta tasa de reproducción. Por mucho que les pongan trampas y caigan algunos, siempre
habrá más ratones. Puede ser que tienen una memoria corta y olvidan las innumerables
capturas de compañeros suyos. El hecho es que está garantizado que ratones
habrá y el queso siempre estará en peligro. Por eso muchos ratones sospechaban que
la misión de este ratón vigilante es dar la impresión de que cuida para que los
ratones del común sientan que por fin alguien cuida el queso y que será bien
repartido. Y si no alcanza para todos, porque es que el queso normalmente se
desaparece, siempre se le podrá echar la culpa a algún ratón malo que anda por
ahí, o al precio internacional de la leche, el cuajo, el cambio climático y
demás. Lo importante es la percepción que el ratón tiene de las cosas, al no
ver la contradicción alguna entre la desaparición del queso y la falta de
idoneidad del que lo cuidaba. Estos son los momentos en los que todo ratón
extraña al Súper ratón. Pero el ratón no es bobo; sabe que esos son cuentos de
dibujos animados.
En medio de
todo, no faltó el que propusiera la cacería o los venenos para acabar con los
ratones que hacían desaparecer el queso. Pero los derechos rodentinos prohibían
estas cosas. Sin embargo, algunos ratones se agarraban de un pequeño hilito de
esperanza. Cavilaban, ¿y qué tal que el encargado de vigilar el queso sí lo vigile
y que la consulta y las leyes sí funcionen? Se convertirían en un país modelo para el mundo,
con una sagacidad sin precedentes en la historia de la rodentidad. Casos se han
visto; si los maestros de la ética en un país lejano eligieron al presidente
más antiético, quién quita que aquí ocurra algo al revés, que a los ratones se
les ocurran ideas que de verdad ayuden a combatir el robo del queso. Pero si
no, todo volvería a la normalidad, seguirían jugando al gato y al ratón, pero
sin gato. Al ratón de a pata le tocará ver cómo se rebusca en basureros y alcantarillas,
mientras los ratones estudiados se comen el queso que era para todos. Los más
optimistas pensaban que solo una gran catástrofe cambiaría a estos ratones (Is
1:21-31).©Milton Acosta 2018
1 comentario:
Extraordinario humor reflexivo. Recomendable para la practicidad. JGV
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