agosto 07, 2018

¡Que viva el presidente! ¡Que viva!


¡Que viva el presidente!

Milton Acosta, PhD
Empecemos con una adivinanza: ¿Qué tienen en común el austríaco Walter Scheidel (profesor de historia de Stanford University), el escocés Angus Deaton (premio Nobel de economía en 2015 y profesor de Princeton University), el francés Thomas Piketty (profesor de economía en la EHESS de París) y el Judeano Amós de Tecoa (profeta y profesor de justicia social en el antiguo Israel)? Detalles al final de esta emisión; quédese con nosotros; no se vayan; aguántense.

El título de este escrito aparece en la Biblia pero con una diferencia, no gobierna un presidente, sino un rey; entonces, ¡Que viva el rey! (Sal 72:15). Pero, antes de que se lance a corearle vivas y vítores al presidente que sale o al que entra, como lo hicieron muchos con sus reyes y candidatos en Israel (Saúl, 1S 10:24; Absalón, 2S 16:16; Adonías, 1R 1:25; Salomón 1R 1:39; Joás, 2R 11:12; ¡ya basta!) que fueron claramente malos o nunca siquiera llegaron a gobernar, el salmo 72 describe cuál es el gobernante digno de tales vivas: el que practica la justicia y el derecho expresados en la defensa de los pobres y la lucha para que la prosperidad alcance al mayor número de habitantes en su territorio, lo cual dará como resultado la paz. La vara es alta (cp. Dt 17:14-20). Rey así no lo hubo jamás en Israel. Estos vivas se reservan para los gobernantes que en algo se aproximan. A los demás podemos saludarlos amablemente y desearles un buen día.

A pesar de ser este un salmo real (en el sentido de realeza), ora en contra del círculo social al que pertenece el mismo rey, los ricos, y a favor de sus víctimas, los pobres. El salmo entonces, se podría leer como hipócrita, porque distorsiona la realidad, ¿cuándo han defendido los ricos a los pobres? ¿qué prosperidad puede tener un rey si no es “a expensas de sus súbditos”? (Houston 2008, 142-44). Sería comparable a los políticos en campaña que hablan de justicia social pero solamente como demagogia populista para arrancarle al elector el voto y después lo demás.

El hecho, como hemos dicho, no es que haya habido rey así, sino que apunta a un ideal que a su vez desnuda la realidad en la que están inmersos los poderosos. Así, la batalla más importante y más difícil de ganar para todo presidente es la lucha contra la pobreza, la marginación y la desigualdad; es decir, defender a los pobres de los opresores. Pero, si el presidente es muy cercano a los gremios económicos, íntimo de los dueños de los grandes capitales, amigo de los poderes económicos, es decir, los que por costumbre oprimen al pobre, se puede deducir que le resultará muy difícil, si no imposible, gobernar a favor de los pobres.

Para describir el trato que recibe el pobre, salmo 72:14 utiliza la palabra más fuerte en hebreo para opresión, ḥamas (חַמַס), que se traduce como violencia, pero además tiene la connotación de rapiña (Houston 2008, 142). Ese lenguaje de opresores de pobres, liberación y justicia social, que a algunos les suena izquierdoso, sedicioso y fastidioso, es el que usa el salmo 72 de manera copiosa, como tantos otros textos bíblicos. No es un invento reciente ni propiedad de ninguna ideología ni partido político; es lenguaje divino, tanto que estamos invitados a inspirarnos en este salmo para orar por nuestros gobernantes, mediado por Jesús, que no se valió de la violencia para poder decir “el reino de Dios ha llegado”.

Como ningún rey alcanzó la medida del salmo 72 (ninguno, eso es claro), y como la historia de la mayoría (incluyendo a los más venerados como David) corresponde más a la descripción que hace Samuel del rey depredador real, (en el sentido de verdadero, 1S 8) que a la del rey ideal de Deuteronomio (Dt 17:14-20), muchos intérpretes han concluido que este es un salmo mesiánico (Broyles 1997, 24). De este modo se resolvería la incongruencia de la que habla Houston. ¿Houston, me copia?

"Ya casi terminamos", dijo el predicador. Lo curioso del salmo 72 es que, a pesar de ser muy cercano al ministerio de Jesús, incluyendo el pacifismo (bueno, casi en el salmo), no se cita directamente en el Nuevo Testamento para argumentar que Jesús es el Mesías (hay ecos, Broyles 1997, 28-29). En cambio, los salmos que sí se citan para esos propósitos son en general militaristas (Salmos 2 y 110, p. ej.), cosa que Jesús no fue.

De todos modos, un asunto muy importante en el Salmo 72, y ahora le copio yo a Houston, es que el texto “destruye la doctrina de los derechos divinos del rey” al “reemplazar el requisito formal de la elección divina con el requisito material de la justicia” (Houston 2008, 148). En las naciones democráticas el requisito formal es el número de votos que da la victoria, que por cierto algunos elevan a derecho divino. Pero el salmo 72 muestra que por encima de la formalidad hay un requisito más importante, la materialización de la justicia social. Entonces, las preguntas son, el presidente que se va, ¿disminuyó la pobreza? ¿contribuyó a la paz? ¿combatió la corrupción? Si no le pegó a ninguna, pues, grave. Pero, ¿qué fue lo que más hizo, por qué causas luchó como pudo, aun si no lo logró del todo?

Para finalizar, una imagen bonita en este salmo es la de la lluvia que riega la tierra y la hace florecer. Nada más valioso en una región semidesértica como la lluvia. Por eso a la lluvia se la compara con dos asuntos fundamentales de la fe bíblica: la palabra de Dios (Dt 32) y la justicia social que trae la paz (Sal 72). Sin estos dos no podemos vivir, como no podemos vivir sin el agua y sin la comida. No es casualidad entonces que Jesús haya llamado bienaventurados a los que tienen hambre y sed justicia (Mt 5:6); justicia que por cierto es mucho más grande que castigar a quien viola la ley, como dicen el salmo 72 y Amós. ¿Cómo oraremos y viviremos en estos desiertos de injusticia social?

Solución de la adivinanza: ninguno de los cuatro creyó en la economía de goteo (trickle-down economics), según la cual si a los ricos les va bien a los pobres también.©Milton Acosta 2018

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