agosto 26, 2018

Limosna salarial

¿Economía cristiana o economía faraónica?

Milton Acosta, PhD

Pocas personas sin estudios profesionales en economía y en teología se atreverían a hablar de “economía cristiana”. Sin embargo, hay gente astuta que sabe segar copiosas vendimias políticas en los campos fertilizados históricamente con el inagotable abono de la ignorancia. Así, el cristiano que no ha leído bien su Biblia ni ha recibido instrucción en su iglesia sobre la economía del Reino de Dios, tema del que Jesús también disertó ampliamente, entonces cualquier avispado que aparente autoridad y bondad al hablar de la materia será su único y suficiente salvador; y no verá, este cristiano, la necesidad de comprobar si esa teoría económica que su maestro llama “cristiana” verdaderamente lo es.

El problema no es que no haya habido teólogos cristianos en América Latina o que estos no se hayan ocupado de la economía. El problema es que la iglesia cristiana de América Latina decidió no escuchar a sus propios teólogos y se dedicó a escuchar a teólogos de otras latitudes, los traducidos, y a sus antenas repetidoras. Por eso es que muchos cristianos latinoamericanos terminan discutiendo problemas importados, como por ejemplo, si una mujer puede ser pastora o no, si alguien es calvinista o arminiano, y en qué grado, en vez de preocuparse por el modelo económico de quienes nos gobiernan y la evaluación que de este modelo se puede hacer desde el evangelio. Esto no quiere decir que lo extranjero sea siempre malo o que en principio nuestra teología sea superior; la pregunta es si nos dedicamos a reflexionar teológicamente sobre nuestras realidades más urgentes o si nos dejamos imponer agendas extranjeras.

Tres nombres nos servirán de muestra para ilustrar que en América Latina teólogos hemos tenido y de economía nos han hablado:

El teólogo y misionólogo ecuatoriano René Padilla en su libro Economía humana y economía del Reino de Dios interpreta una parte de la enseñanza bíblica sobre modelo económico así: “Toda persona sin excepción debe tener acceso a los recursos de la creación de Dios, y este es un derecho humano que no puede ser postergado por el afán de acumulación de bienes materiales por parte de quienes tienen en su mano el control del poder. ... Toda sociedad precisa medidas de protección de sus miembros más débiles y mecanismos que les eviten el dolor de convertirse en víctimas indefensas de los miembros más pudientes. El Estado tiene la responsabilidad irrevocable de asegurar institucionalmente que sus ciudadanos más débiles sean protegidos de la explotación de los más fuertes.” (Padilla 2002, 67).

El biblista mexicano Edesio Sánchez sostiene lo siguiente: “La primera preocupación misionera de Israel son los que, como Israel mismo, han compartido las mismas experiencias de esclavitud, marginación, vulnerabilidad y pobreza” (Sánchez 1998, 63).

El teólogo y pastor pentecostal peruano Darío López, hablando del Evangelio de Lucas, afirma que “existe el peligro de una reducción de la misión de la iglesia al simple crecimiento numérico y de un «vaciamiento» de la conciencia social de los creyentes.” Por eso es necesario conocer y comprender la práctica liberadora de Jesús como paradigma para la misión, en una realidad social orientada por los valores de la «cultura del mercado». En ese sentido, esta reflexión parte del presupuesto de que en el Evangelio de Lucas encuentra campo en común un conjunto de temas teológicos que articulan una comprensión de la misión en términos de liberación integral” (López 1998, 220).

En otras palabras, la fraternidad y la solidaridad del estado con los ciudadanos víctimas de la exclusión económica y social apunta a la disminución de la desigualdad económica, lo cual implica muchísimo más que una medida populista como el aumento extraordinario del salario mínimo. Lo que los pobres necesitan es ser dueños de su país. Eso sí que acabaría los odios y los resentimientos producidos por la injusticia social.

Como se ve, en América Latina se ha hecho reflexión teológica sobre asuntos económicos, pero lamentablemente es desconocida por el pueblo evangélico. Nuestros teólogos nos invitan a articular la misión de la iglesia a la luz de la totalidad de la Sagrada Escritura, en diálogo con las ciencias sociales y en respuesta a las realidades más acuciantes nuestras. Nos toca entonces a los cristianos decidir de quién vamos a aprender qué es una economía cristiana, y mantener el diálogo abierto entre teólogos, economistas y científicos sociales. 

Con todo, todavía se oye a pastores decir que ellos no se meten en temas de política y economía porque su labor es predicar el evangelio. Pero por muy espiritual que suene, eso no es posible ni deseable; Primero, no tenemos existencia por fuera de la economía y la política. Por eso precisamente es que la Biblia habla tanto de esos temas. Y segundo, si no escuchamos a los teólogos y economistas cristianos que hablan del tema, escucharemos a otros que, movidos por los clásicos intereses politiqueros y engañosamente solidarios, impondrán sus dogmas anticristianos, los llamarán cristianos y, les harán creer a muchos cristianos que lo son.

A la luz de lo anterior, hay por lo menos tres cosas que no podemos hacer: 1) No podemos decir que los cristianos no saben de economía del reino de Dios porque no ha habido teólogos latinoamericanos que se hayan ocupado del tema. 2) No podemos creer que los problemas estructurales y sociales históricos de un país se arreglan con la (mal) llamada “economía cristiana”, la cual consiste en darle contentillo a la mano de obra barata agregándole limosnas al salario mínimo, sin darse cuenta de que el pueblo pobre, sin el cual la economía no camina, no necesita acciones de un gobernante clientelista bonachón cual faraón, sino soluciones estructurales que distribuyan la tierra y la riqueza de manera más equitativa. 3) No podemos desaprovechar el momento actual en el que contamos con grandes números de profesionales y teólogos cristianos con los cuales sería posible articular teologías robustas, contextuales y asequibles para el pueblo latinoamericano.©Milton Acosta 2018


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